POSADAS. El proyecto del nuevo Código Civil que está siendo tratado en el Senado de la Nación pretende derogar el llamado “poder de corrección” y cambiarlo por el deber de los padres de “prestar orientación y dirección” a sus hijos. Esto implicaría la prohibición de cualquier forma de castigo corporal, “malos tratos y cualquier hecho que lesione o menoscabe física o psíquicamente a los niños o adolescentes”, tal cómo está expresado en el artículo 647 del proyecto en tratamiento (ver recuadro). Asimismo, establece que “los progenitores pueden solicitar el auxilio de los servicios de orientación a cargo de los organismos del Estado” para asesorarse sobre cómo desarrollar estrategias que permitan poner límites a sus hijos.Sin dudas, la modificación propuesta se enfrenta a la consabida -y pocas veces cuestionada o desnaturalizada- cultura del “chirlo” o “correctivo” aplicado por los padres con la intención de “poner límites” o en situaciones en que ya no saben cómo actuar ante la desobediencia de sus hijos.No obstante, desde el campo de la psicología hace al menos cinco décadas se vienen sosteniendo teorías que apuntan a evitar los castigos físicos durante la crianza, priorizando el diálogo y otro tipo de técnicas que no impliquen golpes de ningún tipo.La importancia del diálogo“Jamás le pegué a ninguno de mis hijos y cuando era chica ni mi padre ni mi madre lo hicieron”, señaló Verónica (37), madre de dos varones de diez y catorce. Consultada por su “fórmula” para una crianza sin violencia, señaló que “(con el papá) siempre les hablamos mucho a mis hijos y hacemos las correcciones en el momento”. Asimismo, destacó que “de chica mi mamá me decía que ‘la libertad viene acompañada de responsabilidad’, entonces era una forma de marcarnos que teníamos que hacernos cargo de nuestras acciones, y lo peor era fallarles”.Marcelo (40), padre de dos niños de cuatro y ocho años, tampoco optó por el patrón de la violencia física, a pesar de que durante su infancia su padre sí la aplicó hacia él y sus hermanos. Contrariamente él opta por el diálogo, explicar a sus hijos los motivos de por qué deben o no realizar determinada acción y, en muy pocos casos -como medida “extrema”- les ordena ir a su habitación como una especie de penitencia.En el otro extremo de estas buenas prácticas hay padres y madres que sin importar la edad del hijo le pegan los denominados “chirlos” o palmadas o, directamente, en un intento de señalar la rigurosa autoridad, mantienen una varita, cable, cinto u otro elemento a la vista de sus hijos -y “a mano”, para cuando “sea necesario”.Métodos más saludablesConsultada sobre la conveniencia o no de aplicar golpes a los niños, la psicóloga Roxana Krausemann dijo a PRIMERA EDICIÓN que “la violencia física y verbal de padres a hijos está muy naturalizada hace varios años y generaciones, por eso no se lo ve como que esté mal, pero con los estudios -psicológicos- de este último siglo se empieza a comprobar que poner límites a los hijos de esta manera no solo que no mejora la actitud del niño sino que la empeora y afecta la relación de padres e hijos”. Como contrapartida afirmó que “una crianza sin violencia física es sumamente posible” y que las estrategias deben ir por la colocación de límites claros, reglas y diálogo con los hijos, siempre marcando el lugar del padre como autoridad.Entre las numerosas técnicas -nuevas y no tanto- de poner estos límites de manera más sana, señaló la de colocar a los niños en un rincón de la casa y que permanezcan quietos (uno o dos minutos por cada año de edad) cuando realizan alguna tarea sobre la cual estaban advertidos que no podían hacer. “Es un refuerzo negativo que se usa para marcarle al niño que su acción estuvo mal. Pero para que surta efecto es importante que el padre se mantenga firme y no dé el brazo a torcer si el niño llora o hace un berrinche durante el castigo”, destacó. Asimismo, Krausemann enfatizó en que durante la crianza “no sólo hay que buscar extinguir las conductas malas, sino también reforzar las positivas, porque hay padres que sólo destacan y castigan las conductas malas y cuando el chico tiene conductas buenas nunca se lo premia ni se lo reconoce. Y eso trae problemas de conducta, porque el chico aprende que lo bueno que pueda hacer no le importa a nadie, pero lo malo sí llama la atención, entonces refuerza las conductas malas”.Desde el plano legal, la abogada Marisa Herrera, investigadora de Conicet, señaló que la modificación al Código es una demanda marcada por instrumentos internacionales de Derechos Humanos de aplicación obligatoria y que “si no se procediera a derogar el poder de corrección, Argentina podría ser responsabilizada en el ámbito internacional por no colaborar de manera directa en la erradicación del maltrato infantil”. Los cambios En el Código Civil vigente, el artículo 278 establece que los padres tienen la facultad de corregir o hacer corregir la conducta de sus hijos menores. El poder de corrección debe ejercerse moderadamente, debiendo quedar excluidos los malos tratos, castigos o actos que lesionen o menoscaben física o psíquicamente a los menores. Los jueces deberán resguardar a los menores de las correcciones excesivas de los padres, disponiendo su cesación y las sanciones pertinentes si correspondieren.En el proyectado nuevo Código, el artículo 647 prohíbe el castigo corporal en cualquiera de sus formas, los malos tratos y cualquier hecho que lesione o menoscabe física o psíquicamente a los niños o adolescentes. Los progenitores pueden solicitar el auxilio de los servicios de orientación a cargo de los organismos del Estado.





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