PARAJE INDEPENDIENTE, Comandante Andresito. A la orilla de la ruta nacional 101 y en una humilde casa de madera vive Ramón Rafael Marciaki junto a su familia, su madre Agustina, su padre Roberto y sus hermanos. Trabajan la tierra y de ella sacan su sustento.El diagnóstico médico de “Ramoncito”, como se lo conoce en la familia y el pueblo es parálisis cerebral de etiología perinatal y de carácter permanente, el grado de su enfermedad según la junta evaluadora que lo examinó en el año 2010 es grave. Además tiene deficiencias intelectuales, de lenguaje y motrices lo que le produce deficiencias en la comunicación, en el cuidado personal y en su propia locomoción.Necesita permanentemente alguien que lo cuide y lo ayude. Esa tarea la cumplimenta y con mucho amor su mamá Agustina.Ramón, con su metro y veinte de estatura y sus escasos 44 kilos, vive postrado en la cama pues desde el 2010 espera su silla de ruedas tipo camilla y los ejercicios de rehabilitación recomendados por la junta médica que lo evaluó.Sin dudas, son muchas las necesidades de Ramoncito y su familia, pero en este caso puntual, lo más que espera y anhela es poder contar con la silla de ruedas, para poder comenzar con su rehabilitación y ya no depender de terceros. Cada día toda la familia ayuda en las tareas para que Ramón pueda tener una vida más cómoda, sin embargo, a veces con voluntad solamente no alcanza. Espera interminablePRIMERA EDICIÓN se acercó hasta humilde vivienda de Ramón y su familia. Allí dialogó con todos los integrantes del grupo familiar, pero fue Agustina, su madre, quien tomó la posta y comenzó a contar cómo fueron estos últimos años: “Hace ya tres años hice todos los trámites, donde le hicieron todos los controles necesarios médicos y le tomaron las medidas (talla, peso), nos dijeron que dada la situación que vive y su enfermedad enseguida nos iban a dar una silla pero hasta ahora nada”, indicó la mujer.“Desde que mi hijo tenía trece años que vengo peleando por una silla pero nada, Ramoncito no se puede sentar y es pesado para nosotros poder trasladarlo en brazos, pero así lo tenemos que hacer porque no tenemos otro recurso, yo estaría muy agradecida si nos consiguen. ¿Se imagina lo difícil que es trasladarlo a un control, en brazos hasta la ruta y luego en el colectivo?”, preguntó indignada la mamá, que ya no sabe qué hacer para tocar el corazón de los funcionarios de turno. “Ni siquiera recibimos ayuda en los traslados o medicación”Ramón es beneficiario de una pensión con la que, por lo menos, su familia puede comprar los medicamentos y los pañales a los que su condición física lo obliga a usar permanentemente, pero consultada Agustina si recibe algún tipo de asistencia social, respondió: “Nada, ni alimentos, ni visitas médicas, ni remedios, ni controles, ni ayudas, para nosotros es muy difícil”, y adosa “nuestro trabajo es con la tierra, plantamos para comer y estamos criando unos chanchitos, vivimos con lo justo, y nos sentimos dejados de lado. ¿Es injusto pedir que nos traslade una ambulancia para hacer los controles de mi hijo? Eso pedimos. ¿Es injusto pedir que nos den la medicación que necesita? Yo creo que no, creo que es lo que corresponde dada la situación que vivimos”, aseveró una madre que lucha para que su hijo esté en las mejores condiciones. El Estado debería estar allí presente, donde más lo necesitan, quizás y esa es la esperanza, a través de la difusión de este caso, que es sólo una muestra de historias similares que se repiten a lo largo y a lo ancho de la provincia, se logre algún avance y soluciones concretas. Ramón y su familia lo precisan de manera urgente.





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