C ARACAS, Venezuela (AFP-NA). Hugo Chávez, el irreverente presidente de la petrolera Venezuela, que ha amasado un enorme poder en sus casi catorce años de gobierno, afronta mañana su mayor reto para hacer perdurar su régimen socialista y recuperar su imagen invencible, debilitada por un cáncer.Chávez, de 58 años, ha sido el líder indiscutible de Venezuela desde que asumió la presidencia, pero por primera vez enfrenta en los comicios a un rival, el ex gobernador Henrique Capriles Radonski, que capitaliza el descontento acumulado a lo largo de su mandato. Este teniente coronel retirado, que siempre ha crecido ante la adversidad, ha hecho una campaña limitada en cuanto a mitines, incluso con ausencias intermitentes, pero ha logrado mantenerse a la cabeza de la gran mayoría de las encuestas.Chávez lucha por dejar atrás la incertidumbre suscitada por un cáncer del que nunca reveló su ubicación ni gravedad. Se declaró libre de la enfermedad el pasado julio, un año después de que le fuera diagnosticado, pero también alertó de que ya no sería el presidente hiperactivo y omnipresente de antaño. Dejó de hacer los “Aló Presidente” -los larguísimos espacios televisivos dominicales- y redujo su ritmo de actividades y compromisos internacionales. A la vez, acentuó su fe en Dios, a quien ha elevado plegarias públicas por su salud: “No me lleves todavía”, rogó en abril de este año.Pero esta aparente fragilidad no ha opacado al líder impetuoso, osado y provocador que tan bien conocen los venezolanos desde que en 1992 lideró un fallido golpe de Estado contra un desgastado sistema bipartidista. La intentona le llevó a la cárcel pero le dio a conocer y en 1998 ganó por primera vez las elecciones.Desde entonces fue reelegido en 2000 y en 2006, cuando arrolló a su rival Manuel Rosales con el 62% de los votos frente a 37%, tras haber superado un golpe de Estado en su contra (2002) y un extenso paro petrolero (2003). Seis años después, perdura su conexión con las clases populares, su base electoral, y las muchedumbres responden con entusiasmo en sus mitines, especialmente cuando canta y baila la marchosa canción electoral “Chávez corazón del pueblo” o lanza apasionadas arengas desgañitándose como una estrella de rock.Chávez ha pedido el triunfo para hacer “irreversible” su régimen socialista y pisar el acelerador del Estado comunal, algo que sus detractores ven como una nueva maniobra para concentrar un mayor poder en sus manos. Ya es comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, a las que ha declarado “chavistas”, presidente del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), mayoritario en la Asamblea Nacional, y ejerce un control absoluto sobre los medios de comunicación del Estado.Se abrogó poderes para gobernar por decreto durante 18 meses hasta junio pasado, que le permitió por ejemplo aumentar sin límites la deuda pública. Jamás y pese a la enfermedad, Chávez ha dejado entrever un posible sucesor. Ajeno a quienes le llaman déspota, tirano o populista, se considera protagonista de una segunda independencia de Venezuela, país con las mayores reservas de crudo mundiales, que le permiten financiar millonarios programas sociales dirigidos a las clases populares.Una popularidad que contrasta con el rechazo que suscita en sectores medios, afectados por las restricciones económicas que ha llevado a cabo en nombre de su “revolución”, y en la empresa privada, blanco de sus políticas de expropiación. Su discurso beligerante ha polarizado a la sociedad, al haber demonizado a sus detractores y quemado todo puente de entendimiento con la otra mitad del país, una estrategia muy rentable políticamente, admiten fuentes de su entorno. Con igual intensidad, respeta o desprecia a sus colegas en el plano internacional y no ha tenido reparos en “mandar al carajo” el ALCA, un acuerdo regional de libre comercio con Estados Unidos (2005), o en declarar al año siguiente sentir en el podio de la Asamblea General de la ONU un olor a “azufre” tras el paso la víspera del entonces presidente George W. Bush.Chávez ha retomado del líder cubano Fidel Castro, su mentor, las banderas de enemigo acérrimo de Estados Unidos y ha liderado un grupo de gobiernos de izquierda en la región hostiles a Washington. También ha tejido alianzas con los gobiernos controvertidos de Irán, Siria, Bielorrusia o la Libia de Muamar Gadafi. Sin embargo, Chávez ha sido lo suficientemente pragmático para seguir enviando a Estados Unidos un millón de barriles diarios de petróleo. Fuerte de sus petrodólares, ha creado además iniciativas regionales como el grupo de coordinación política Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), así como Petrocaribe, de subvención petrolera.Hijo de dos maestros de educación primaria y criado por su abuela paterna, Chávez creció en la localidad de Sabaneta (estado Barinas, oeste). Se ha casado y divorciado dos veces, y tiene cuatro hijos, dos mujeres y un varón del primer matrimonio, y una niña, del segundo, y tres nietos. Capriles, el abogado que busca derrotar a Chávez con el puerta a puertaCARACAS, Venezuela (AFP-NA). Henrique Capriles Radonski recuerda que nunca ha perdido una elección: fue diputado, alcalde, gobernador y ahora este abogado aspira a derrocar al popular Hugo Chávez mañana tras una campaña en la que recorrió el país como el presidente lo hizo para su primera elección en 1998.Capriles, de 40 años, comenzó muy atrás en las encuestas, pero ha conseguido recortar distancias tras una frenética campaña en la que ha visitado 280 localidades a un ritmo de dos o tres por día -separados a veces por hasta medio millar de kilómetros, vestido con camisas ventiladas que cambia de color en cada mitin. “Yo no soy candidato de afiches, al flaco lo ven en las calles”, dijo el candidato, de cuerpo atlético y voz rasgada, en clara alusión a Chávez, 58 años, que se vio obligado a reducir el ritmo de actos y apariciones en la calle debido a la convalecencia del cáncer que se le diagnosticó el año pasado.Aficionado a los deportes, ha hecho caravanas en auto y caminatas -a veces al trote- estrechando manos y dando besos. Las imágenes de él alzado sobre las multitudes en una camioneta con el rostro bañado en sudor y la voz jadeante, tratando de abrirse paso entre la apasionada muchedumbre o lanzando las gorras azul, amarillo y rojas de la bandera venezolana -que contrasta con el rojo de los simpatizantes de Chávez- se han repetido diariamente estos últimos meses.Con un discurso breve y un mensaje sencillo, basado en los problemas cotidianos de los venezolanos, Capriles se desmarc&
;oacute; de los temas ideológicos que obsesionaron a la hasta hace poco desalentada oposición, y logró despertar un creciente entusiasmo que antes se veía sólo en las filas del chavismo. Tras ganar en febrero pasado las primarias de la oposición con más de 60% de los votos, ha evitado además responder a los ataques de Chávez y ha contrapuesto un mensaje de inclusión al discurso beligerante del presidente.Capriles, que se presenta a sí mismo como el “candidato del progreso” frente al “continuismo” que representaría Chávez, asegura sentirse “cómodo” cuando se le ubica en el centro-izquierda y cree que la prioridad del Estado debe estar en las políticas sociales. Ante un modelo en el que, dice, “el Estado controla todo”, aboga por “combinar el Estado con el esfuerzo privado y darle la oportunidad al que está en la pobreza de tener empleo y no depender del recurso del Estado”, inspirado en el modelo de la izquierda brasileña. También propone acabar con algunas prerrogativas que promovió Chávez, como la reelección indefinida, y leyes como la que permite las expropiaciones de tierras. Los defensores del presidente, por su parte, le acusan de ser superficial y de basar su campaña en una estrategia publicitaria, basada en la mercadotecnia estadounidense, vacía de contenido. Hijo de una familia pudiente y nieto por línea materna de judíos polacos sobrevivientes del Holocausto -aunque se define como “católico creyente”-, Capriles es un abogado con especialización en derecho económico. Empezó su carrera política muy temprano cuando con 26 años fue electo diputado y presidente de la desaparecida Cámara de Diputados, de la mano de uno de los partidos tradicionales, el Copei (demócrata-cristiano, derecha).Chávez lo identifica con el desgastado sistema de partidos contra los que arrasó al ganar la elección de 1998, pero Capriles asevera que tiene dos adversarios: “Los que hoy están en el gobierno y los que saben que conmigo no vamos a regresar a lo de antes, a los vicios”.En 2000 ganó la alcaldía del municipio caraqueño de Baruta apoyado por el recién creado partido Primero Justicia, socialcristiano, al que sigue perteneciendo. En 2004 fue reelegido alcalde, tras pasar cuatro meses preso acusado de no actuar ante un ataque sufrido por la embajada de Cuba durante el golpe de Estado que despojó brevemente del poder a Chávez en abril de 2002, cargos de los que finalmente fue absuelto. En 2008 ganó la gobernación de Miranda (norte) frente a una de las figuras más fuertes del oficialismo, el actual presidente de la Asamblea Nacional y ex militar que participó con Chávez en la intentona golpista de 1992, Diosdado Cabello. Como gobernador, se le reconoce especialmente el trabajo que ha hecho en educación, con la recuperación de colegios y planes para aumentar la matrícula escolar, así como otros programas para reparar viviendas humildes y promover la salud gratuita.Soltero y sin compromiso conocido, los medios no paran de especular sobre sus posibles flechazos y sus seguidoras lo reciben con propuestas de matrimonio estampadas en pancartas o lo acorralan frente a su habitación de hotel para desearle “que Dios le mande una mujer bien buena”. Pero esta semana confesó que tenía a una mujer en su “corazón”.Capriles también se distancia de Chávez en política exterior, pues asegura que no busca “tener un club internacional de amigos” sino “relaciones igualitarias” con todos los países y sostiene que no regalará “ni una gota” del petróleo venezolano.





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