CÓRDOBA (Medios digitales). Todos los días, sin francos. 50% de lo que ellas generaban, para el dueño. Multas por llegar tarde, por no tender la cama, por dejar una luz prendida, por no pasar el lampazo. También, multas por ir al velorio de un familiar y no llevar el certificado de defunción, por no atraer a tantos clientes como el dueño quería o por no sonreír lo suficiente.Había policías que iban y venían -como clientes, como seguridad privada de los proxenetas o como algo más-. Hombres de saco y corbata. Abogados, médicos, sacerdotes. Así, en un mundo paralelo, en uno de los tantos departamentos destinados a la prostitución, manejados por “fiolos”, que existen en la capital de Córdoba, según publicó ayer el Diario La Voz del Interior.Dos mujeres, que durante años fueron explotadas sexualmente por una organización que, en Córdoba, tiene trece departamentos céntricos de este tipo, contaron cómo opera esta banda. Dicen que a ellas nadie las obligó a prostituirse, que lo hicieron por libre elección. Por eso, reniegan del mote de “liberadas”. Pero sí reconocen haber sido explotadas, ya que el proxeneta imponía las normas y se quedaba, por lo menos, con el 50% de lo que ellas generaban con sus cuerpos. De lunes a lunes, en tres turnos. No menos de quince clientes por turno, hasta 24. En un edificio donde hay cuatro departamentos de la misma organización. A fin de mes, las encargadas de cada domicilio realizaban un balance mujer por mujer. “Exigían un porcentaje del 30% o de ‘retorno’”, cuenta “Lorena”. ¿Qué es “retorno”? “En una planilla te anotaban todos los clientes: los nuevos, los que entraron con vos porque estabas disponible y aquellos que pedían sólo por vos. Para continuar el otro mes, tenías que tener un mínimo de 30% de los que volvían preguntando por vos, si no, te echaban”, dice. Sin indemnización ni obra social. En promedio, cada una atendía entre 15 a 24 hombres por turno. Un policía uniformado y otro de civil eran los encargados de pasar por los departamentos de manera periódica a retirar el dinero. “Una sola vez vi a un policía con estrellitas”, dice “Lorena”, lo que indica una jerarquía importante dentro de la fuerza. Todo el dinero era guardado en sobres que una mujer policía, que trabajaba para la organización, controlaba en seis retiros diarios. Al final de un mes “malo”, con pocos clientes, “Florencia” calcula que se llevaba a su casa cerca de 6.000 pesos, mientras que en un mes con más actividad, la paga para las chicas superaba los 10 mil pesos.





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