Posadas. El hogar de Tránsito Madre Teresa de Calcuta cumple hoy 24 años de servicio, en coincidencia con un aniversario más de la muerte de su patrona. Se abrió en Ambrosetti, casi López Torres, con el fin de albergar a enfermos ambulatorios que venían del interior para atenderse en el hospital Ramón Madariaga y a sus acompañantes que no tenían dónde alojarse.“La verdad que sin este lugar muchos no podríamos seguir con el tratamiento”, coincidieron las personas que por estos días necesitan quedarse. En vista a las demandas y que el hogar aunque es “elástico” muchas veces está a full, hasta con colchones por los pisos, quienes están al frente hace varios años iniciaron las gestiones para mejorarlo y ampliarlo. Cuando estaba a punto de aprobarse una ayuda desde Alemania, la debacle económica echó por tierra esa posibilidad. Sin embargo los responsables no bajaron los brazos, pues siempre se encomiendan a la Madre Teresa, la madre de los pobres y confían en la providencia divina. De esta manera un día se acercó un empresario constructor y se comprometió en la construcción de un nuevo edificio, pero no de dos pisos como había sido el proyecto inicial, sino de cuatro plantas. En Ambrosetti 1464 hace más de un año comenzó la construcción del nuevo hogar, mientras tanto, a una cuadra de allí, se alquila una casa para seguir brindando contención y un lugar para quienes más necesitan. “Estamos construyendo el sueño de nuestras vidas, que hace 24 años que estamos luchando por tener un hogar mejor”, comentó Aída Meyer de Carlés, quien recordó que está desde el año 1986 cuando el grupo fundador empezó a trabajar. Aída destacó que “cuando creímos que nuestro proyecto había caído decidimos hacer las cloacas con ayuda de Cáritas, mientras buscábamos presupuesto un buen día se acercó el señor Omar Ratti y dijo que se iba a construir el hogar”.“La verdad que es un sueño, hoy sigue la construcción que también recibe subsidios del Gobierno provincial, porque nuestra gente del interior se merece un lugar mejor”, recordó Aída, quien destacó que tendrá dos pabellones y ascensores. La capacidad, si consiguen todo lo necesario, alcanzaría para más de setenta camas. En compañía de Rosita Günther y de José Federico Díaz Mïller, Aída manifestó su agradecimiento a todos los socios y la gente que -muchos anónimos- colaboran para brindar contención a enfermos ambulatorios y familias. Sin embargo, señaló que ya iniciaron una campaña porque una vez finalizada la construcción del edificio necesitarán equiparlo. Para ello necesitan las camas, colchones, sábanas, frazadas, acolchados y todo lo que un hogar puede necesitar, sólo las cocinas ya tienen para los dos pabellones. “Estamos muy escasos de fondos y tenemos una lista de bienes a comprar y queremos equipar en forma uniforme, camas iguales. El edificio y nuestra gente merece estar súper bien atendida”, coincidieron los integrantes de la asociación cooperadora. En el hogar, que mientras dure la construcción funciona en una casa alquilada -se agradeció la ayuda de Raúl Finten, en Ambrosetti 1620, hay una guardia las 24 horas y la admisión se realiza de 6 a 21. Los interesados en colaborar pueden comunicarse a los teléfonos: (0376) 4436559, 4440289 o 154720868. “Una gran ayuda”El grupo fundador del hogar estuvo encabezado por el capellán Jaime Vorwerk y la hermana Mary Virginia Coronil, quienes integraban la pastoral que atendía a los enfermos del pabellón de Pediatría. La humilde enfermera Blanca Isabel Cherey donó el terreno donde actualmente se construye el nuevo edificio. Las mujeres que ayer amanecieron en el hogar coincidieron en el “acompañamiento” y la “ayuda” que encuentran en el lugar. Tanto quienes están al frente, como las personas que allí se alojan destacan que no es un albergue, es un hogar, donde se comparten las alegrías y tristezas. “Aquí se les brinda un lugar y se los asiste, muchas veces cambia el clima y siempre se rescata algún abrigo”, contaron. El desayuno, así como el agua caliente para el mate siempre está disponible, además de la yerba, leche. La cocina la pueden utilizar y cuentan con víveres secos para la preparación de las comidas.“La verdad que si no tenía un lugar acá tendría que abandonar mi tratamiento”, contó Yanet Quinzani, que es de Campo Ramón y se realiza un tratamiento oncológico.





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