POSADAS. Apoyó el bastón blanco en la pared, caminó más lento hacia uno de sus cuadros lleno de verdes y azules y con sus dedos fue mostrando y explicando, lo que resulta verdaderamente asombroso al apreciar sus obras: Como pinta sin ver. Así comenzó una charla fascinante con Christian Protzer, el viernes pasado en el marco de la inauguración de su primera muestra individual denominada “Mundos internos”, en el Paseo 220, de esta ciudad. La muestra es el reflejo de doce años de trabajo, de investigación, de autoconocimiento y de persistencia de este joven que encontró en la pintura un nuevo camino en su vida. “Tengo un 8% de visión de un solo lado”, contó el joven y detalló que alcanza a “ver algo” sólo cuando posa sus ojos a un centímetro de distancia de un objeto, “es como ver a través de un agujerito”, ilustró. Sin embargo, pese a las limitaciones visuales, se dio cuenta que podía pintar y “sentir los colores”. “No puedo decir no puedo, sin antes haber intentado”Con una sabiduría admirable, Christian compartió con PRIMERA EDICIÓN su historia relacionada al arte: “Empecé a pintar en el 2000 cuando inicié mis estudios en el profesorado de Artes Plásticas en la Facultad de Artes de Oberá, todo una larga historia, porque puedo ver algo de muy cerquita, así que primero pintaba a pincel. Eso me causaba tremendas secuelas en cuanto a lo visual, ya que era un esfuerzo increíble. Entonces, tuve que buscar una salida, porque siempre dije ‘no puedo decir no puedo, sin antes haber intentado’. De ahí vía ‘contrabando’ empecé a pintar con los dedos, porque todo pintor pinta con pincel, académicamente esa es la regla”. “Siempre tuve el 8% de visión pero jamás tuve la idea de que podía pintar un cuadro. En cerámica, escultura, alfarería, modelado andaba perfecto; dibujo fue algo que no superé porque había que copiar y allí se me complicaba”, afirmó el pintor, al tiempo que recordó que “en la facultad adaptaron los contenidos pero yo siempre trataba de buscarle la vuelta, nunca decía ‘no puedo porque no veo’, siempre le decía al profesor que me dé igual que a los otros, que si yo podía, lo iba a hacer, por allí no iba a lograr lo que querían pero iba a ponerle mi impronta. Como primero pintaba con pincel, parte del cuadro quedaba acá -dice mientras señala su rostro- me manchaba todo”. “Después empecé a meter los dedos, primero sin que el profesor se entere, después hablé con los profesores y me aceptaron. Ahora pinto sólo con los dedos al cien por ciento”, reveló este pintor que el próximo viernes cumplirá 34 años.El sentido del tacto es tu gran aliado…Sí, con el tacto sentí que no necesitaba acercarme tanto y me di cuenta que podía sentir lo que es el color.¿Cómo es eso de sentir el color?Es una cuestión muy interna, primero pongo un color en el cuadro, después pongo el otro arriba, con la mano voy deslizando el color y con el tacto puedo sentir inclusive el límite de un color y otro. No hace falta saber qué color es, sino la sensación que te produce ese color, no tomarle al azul como azul, sino como una sensación. Una persona que no ve por allí tiene un sentido extrasensorial, llamémoslo así, que por allí una persona convencional no. Los colores me inspiran sensaciones y el escenario no lo puedo copiar, ese es mi problema, así que todo lo tengo que sacar de adentro.Según esas sensaciones ¿Cuáles son tus colores favoritos?Azules y verdes. El azul me da esa sensación de libertad, infinidad, inmensidad; el verde, la frescura y esas cosas que tienen que ver con la experiencia, con la vida, con la creación; el violeta es la pureza y cuando uso el negro no lo hago en un sentido negativo, sino que para mí representa la nada, el pensamiento.Los paisajes que reflejás en los cuadros ¿Son imágenes internas?Sí, son imágenes mías, internas. Una vez una profesora me preguntó: ‘¿Llegaste a ver un paisaje alguna vez, una montaña, un río?, ‘No’, le conteste y ella me dijo: ‘Como te sale tan bien…’. En esto de pintar si poder ver el exterior está la comprobación de la teoría de que no venimos vacíos, no somos una tabula rasa, somos mucho más que eso, venimos con un bagaje de cosas. Cuando el ser humano tiene los ojos no busca hacer las cosas no viendo, cuando tiene los oídos no busca hacer las cosas no escuchando, pero cuando a un organismo le falta algo, potencia lo otro para poder sobrevivir en el medio. Esta muestra se llama ‘Mundos internos’ porque nada de esto es copiado del afuera. El mundo es infinito así como nosotros somos infinitos.¿Cuál es tu búsqueda en el arte?Al pintar me busco a mí mismo, ese es mi camino infinito, busco conocerme y expresar lo que siento en esos momentos. La vida te da lazo y se aprende levantándose, cayéndose, curándose, porque la vida es experiencia, hay que vivir, sacar lo bueno y darle para adelante. Cuando pinto tengo una sensación muy placentera, me encanta, de contemplación, es como estar en el no tiempo, porque siento que entro en el cuadro, como que hay una ventana, que entro, puedo mirar hacia todos los lados y puedo percibir lo que hay alrededor. Para Christian “el cuadro no es uno solo, sino que cuanta gente lo mire es en cuantas obras se divide, se recrea y se proyecta. El espectador completa la obra y cada uno se lleva algo en el alma. Esto es compartir con los demás mi mundo interno, hasta yo mismo me pongo a pensar y no sé como llegué a esto, para mí es algo casi mágico. Buscando, descubrí que los pinceles los tenía incluidos… tenía diez pinceles en las yemas de mis dedos”.





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