POSADAS. La Escuela 809 del barrio A-4 quedó huérfana. Es que este lunes falleció su director, Benicio Landayda, un docente que nunca optó por el silencio en su lucha por lograr una mejor educación para sus alumnos. Políticamente incorrecto, de pocas vueltas y muchas palabras, Benicio habló por última vez con PRIMERA EDICIÓN en mayo de este año para cuestionar la promoción directa de los alumnos de primer grado, aunque estos no hayan cumplido los objetivos. “No estoy de acuerdo, dicen que al chico le hace mal repetir pero creo que es peor que pase de sin saber porque el maestro de segundo grado no podrá hacerse cargo de enseñarle lo que no aprendió en primero y, lamentablemente, ese chico terminará siendo relegado y eso lo frustrará peor. Sinceramente, no estoy de acuerdo con muchas cosas que se están haciendo en educación, veo con mucha tristeza que nuestros alumnos son conejitos de indias de la clase dirigente. Me siento agotado por todo esto, siento muchas ganas de jubilarme”, confío hace poco más de dos meses con la voz apenas audible. Precisamente, el problema con las cuerdas vocales (que el médico adjudicó al estrés) y el avance de su diabetes obligó a Benicio a tomarse licencia estos últimos meses. Para sus cuatro hijos -tres mujeres y un varón- fue la época en que más compartieron con su papá. En diálogo con PRIMERA EDICIÓN, Cecilia, la menor de sus hijas, música y estudiante del profesorado de Música, recordó que “el amor de mi papá era la Escuela 809, él estaba todo el día allí… cuando llegaba a casa estaba tan cansado que compartía poco con nosotros. De todas maneras, acudíamos a él cada vez que teníamos un problema. Yo soy música y a veces me daba cuenta a la noche que no tenía hojas pentagramadas… él me retaba porque hacía todo a último momento pero salía a buscar las hojas a la hora que fuera, mi papá resolvía todo”, contó con la voz entrecortada.Para Cecilia, “la licencia lo deprimió, mamá es docente y acaba de jubilarse, y le insistía mucho para que él también se jubilara pero papá no quería jubilarse, quería volver a la escuela”. Aunque sus hijos culpan a la docencia por haberle quitado el tiempo con su papá, los cuatro eligieron el mismo camino que sus padres. “Yo estoy haciendo el profesorado de Música, mi hermana es maestra jardinera, mi hermano es docente y la otra también está por recibirse de maestra”, contó su hija menor. “Papá era un gran luchador, creo que lo que lo diferenciaba de otra gente era su fuerza para pelear por lo que creía, él peleaba por su escuela, por la gente del barrio”. Los años más durosSegún contó ayer a PRIMERA EDICIÓN su esposa, Teresa Montero, lo conoció a Benicio en la colonia de San Antonio donde ambos fueron docentes en las escuelas rurales que, por entonces, eran nacionales. “Somos gente de Montecarlo, Benicio nació ahí y yo en el Chaco. En Montecarlo vivimos entre 1973 y 1974. Después del golpe de 1976 estuvimos presos los dos, él con arresto domiciliario y yo en la Cárcel de Devoto durante dos años y medio. Después que salimos, en 1978, reorganizamos la familia… mi hija mayor era chiquita y durante nuestra detención quedó con sus abuelos. Por ese entonces vivíamos en Posadas, fue muy duro porque no nos daban trabajo, vendíamos chipa y pan casero para sobrevivir. Había mucho persecución política por lo que volvimos a la zona de frontera donde algunos directivos nos ayudaron a entrar como suplentes. Ahí -en 1979- conseguimos volver a la escuela donde enseñamos hasta 1983, cuando regresamos a Posadas. Por ese entonces ya éramos titulares. Benicio quedó como director titular en la escuela de frontera”, recordó la madre de sus cuatro hijos. En Posadas, los dos trabajaron siempre en escuelas periféricas. “A Benicio le tocó levantar prácticamente la escuela de Sur Argentino y después armar la escuela que se hizo con los relocalizados en la zona de A-4 cuyo edificio quedó en Cocomarola y Cabo de Hornos… y después se mudó al actual edificio (la 809). Tenía un gran equipo docente, con maestros muy trabajadores y dedicados a la docente… él estaba muy orgulloso de su equipo docente y lo defendía a capa y espada. En defensa de su escuela y su comunidad educativa, presentaba batalla a quien sea que estuviera en el gobierno de turno. No tenía pelos en la lengua”. Teresa lo recuerda totalmente entregado a su profesión, “solamente en eso pensaba, sentía que había mucho para hacer por la gente del barrio y por los niños. Siempre decía que a las familias relocalizadas y a los docentes de la Escuela 809 los llevaron ahí y los dejaron solos. La 809 llegó a tener tres turnos y más de dos mil alumnos porque no daba abasto; y él estaba solo: no tenía secretaria para ayudarlo con los papeles, no tenía ni quien le limpie la escuela. Recién hace dos o tres años le nombraron dos porteros para esa escuela que es gigante”. A las 5 sonaba el despertador de este docente, a las 6 llegaba a la escuela para preparar todo (incluido el mate) para recibir a sus docentes. Almorzaba ahí y no regresaba antes de las 18, porque tenía que cerrar la escuela. Benicio tenía 57 años.





Discussion about this post