POSADAS. “Mi hijo era estudiante de psicología. Había tenido un accidente cuando tenía 16 años. Se cayó de un tren y se quedó sin piernas. Entonces se puso piernas ortopédicas. Pero el día que los militares lo llevan detenido, lo llevaron con la silla de ruedas. El estaba en un instituto de rehabilitación en Belgrano, donde conoció a quien era su esposa. Se casaron y tuvieron una hija, Claudia. Mi hijo militaba en un grupo peronista y estaba luchando por una ley que le diera la oportunidad de trabajar a las personas con discapacidad. Desgraciadamente, mi hijo quedó muy marcado por salir a las calles a luchar por esa ley. Desapareció a la salida de la facultad y esa misma noche fueron a buscar a mi nuera. Se la llevaron con su hijita, de ocho meses. Fueron a parar al centro clandestino El Olimpo. Mi nieta estuvo ahí solamente dos días, hasta que se la llevó el coronel Ceferino Aranda, que no podía tener hijos con su esposa. Le cambió el nombre a mi nieta y la criaron como hija propia”. Con este crudo testimonio, la representante de Abuelas de Plaza de Mayo, Buscarita Roa, se presentó ayer en el salón de conferencias del Hotel Julio César, en lo que fue una charla abierta enmarcada en la conmemoración de los 30 años de fundación de Abuelas. El encuentro, fue organizado por la Subsecretaría de Derechos Humanos y contó también con la presencia del nieto restituido número 85, Marcos Suárez (ver nota lateral). Como oyentes, colmaron la sala estudiantes de diversas carreras, algunos funcionarios y jóvenes que se encuentran formándose para integrar distintas fuerzas de seguridad, entre los más numerososo los del Instituto de Formación Penitenciaria. RecuerdosEn la primera etapa de su disertación, Buscarita Roa evocó los pasos iniciales de la agrupación a la que pertenece. “El 22 de octubre de 1977, un grupo de madres que tenía nietos desaparecidos, hijas embarazadas, decidió separarse de las madres y formar el grupo de Abuelas de Plaza de Mayo, con el único objetivo de buscar a los nietos. Las abuelas empezamos a trabajar en soledad. Salíamos a la calle y no éramos escuchadas. El día que llegamos a la Plaza de Mayo, y empezamos a usar el pañuelo, nos trataban de viejas locas. El pañuelo fue un distintivo que usamos para ser distinguidas de las demás protestas que había en la plaza. Los primeros tiempos, las abuelas nos sentábamos en los bancos y la policía venía a decirnos que no podíamos estar sentadas, que teníamos que circular. La policía, sin querer, nos enseñó a caminar, ahí empezamos a dar la vuelta a la plaza” rememoró la mujer. A lo largo de su exposición, Roa fue escuchada con atención por todos los presentes, y una vez finalizada la misma, se reunió en una ronda con varios jóvenes ávidos de preguntarle sobre su lucha y la de las Abuelas de Plaza de Mayo, y otros que simplemente querían saludarla o tomarse una fotografía con ella. Mensaje a los jóvenesLa charla de Buscarita Roa giró en torno a unas cuantas temáticas relacionadas al trabajo de Abuelas, a su hijo desaparecido y a su nieta restituida. Pero en determinado momento, Roa se dirigió especialmente a los jóvenes presentes en el recinto. A los estudiantes que aspiran a formar parte de las fuerzas de seguridad, les dijo que “Yo siempre les digo a los jóvenes de las fuerzas de seguridad, que no se sientan tocados, porque nosotros no hablamos de la policía ni los militares de ahora, estamos hablando de gente que cometió delitos muy graves hace 30 años. A todos estos jóvenes les digo que aprendan realmente como tratar a las personas cuando ya están detenidas. Porque hoy, en este país, cuando una persona está esposada y encapuchada, le siguen pegando con todo incluso a veces hasta la muerte. Los delincuentes tienen que pagar por lo que hacen, los violadores, los que matan, pero todos tienen derecho a un juicio. No debemos ser crueles si creemos en la justicia”. Más adelante, y siempre dirigiéndose a la juventud, la mujer solicitó “que cuando tengan que reclamar algo, no salgan a romper todo ni a matar a nadie, porque todo lo que se rompe en el país después lo paga el pueblo. Aprendamos a exigir justicia de una manera diferente. Les digo a los jóvenes que estudien mucho, que sepan cuáles son sus derechos y obligaciones. Acá no se trata de odio ni rencor, ni venganza. Las abuelas, somos un ejemplo en este sentido, porque no tenemos odio. sin palos, sin piedras, sólo pedimos justicia” y no pasó por alto recordar el día en que tuve enfrente mío al apropiador de mi nieta. No me paré a insultarlo, nada. Simplemente, quería el juicio. Porque nunca van a pagar lo que se hizo, pero esperamos que alguno de ellos nos diga qué pasó con nuestros desaparecidos”. “Ahora nos faltan 400 nietos”Las palabras de Buscarita Roa fueron recorriendo diferentes épocas, y desnudando una existencia por demás sufrida, pero que se canalizó en el valiente e incansable trabajo del grupo encabezado por Estela de Carlotto, presidenta de Plaza de Mayo, quien estuvo a punto de arribar a Misiones pero finalmente desistió por cuestiones personales. “Nunca decimos que nuestros hijos eran santos con aureola. Eran jóvenes que pensaban diferente, que querían un país mejor y luchaban por una causa en la cuál creían. Pensábamos que los íbamos a encontrar. Que en todo caso y como corresponde, iban a tener un juicio, ser juzgados” manifestó Roa, y sobre el final de la charla, sostuvo que “hemos encontrado 88 nietos, ahora nos faltan otros 400. Estos jóvenes que encontramos, afirman todos que sentían que les faltaba algo, que vivían llenos de dudas. La historia de las Abuelas fue dura y triste. Pero seguimos, para que estos jóvenes conozcan su verdad”.
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