A veces, la vida te da muchas preguntas y entre ellas también puede haber oculta una respuesta que nos reconforta el corazón. El otro día estuve hablando con un sacerdote sobre el número de matrimonios por iglesia que se realizaban en la capital de Misiones. Los números superaban los 500 casamientos y se podían extender un poco más al resto de la provincia. Es una buena cifra, pero no es la ideal para una provincia que cuenta con más de un millón de habitantes. Sobre este tema, me sorprendió que el clérigo me dijera: “Son pocos los jóvenes que se casan hoy en día”.Me di cuenta que los tiempos cambian y hay muchos factores que pueden modificar esta importante decisión que, por lo general, en el momento de hacerlo uno piensa que será por el resto de nuestras vidas.Tengamos la creencia que tengamos, creo que no hay lugar y momento más oportuno de demostrar a esa persona que la amamos con toda el alma que haciéndolo frente a un altar y al Dios en quien creemos. Es un pensamiento en que, de acuerdo a la realidad de nuestros tiempos, cada vez menos jóvenes piensan.Esta circunstancia me llenó de preguntas sobre esos pactos amorosos que perduran en la vida ¿Estamos sumergidos en un presente que no nos deja mirar el futuro junto a la persona que está a nuestro lado?Luego de unos días recibí la llamada de un amigo de la infancia, con quien por circunstancias de la vida nuestros encuentros y salidas se hicieron menos frecuentes.Me dijo: “El viernes vení a cenar a casa, tengo algo importante que contarte”. Sin más explicación que esa no dudé en aceptar su invitación y fui a su casa el día acordado.Mi amigo estaba con su novia, quien es una buena cocinera, destapamos un vino y charlamos durante varias horas entre los tres, en un momento, ambos tuvieron esas miradas cómplices y me dijeron “te invitamos a casa para decirte que a fin de año nos casamos y nos gustaría que estuvieras presente”. Me quedé sorprendido, pero luego surgió un largo abrazo entre los tres y la excusa perfecta para abrir una segunda botella y brindar por tal acontecimiento. Las horas pasaron, su novia se fue a dormir y nos quedamos charlando. Le dije que me ponía muy contento la noticia, sobre todo porque vino en forma de sorpresa. En ese momento lo miré y entre risas le dije: “Contame ¿cómo se te vino la idea del casamiento?”, en eso mi amigo me miró y me contestó: “Nos amamos profundamente y la verdad es que no puedo pensar en el futuro sin ella”. No sé si fue el vino, la convicción de sus palabras o es que estaba un poco sensible por la situación.Me di cuenta que todas esas dudas que había tenido una semana antes sobre el tema de que los jóvenes no elegían el camino del altar por falta de costumbres o compromiso, se habían disipado esa noche con las palabras de mi amigo.Por más que siempre veamos relaciones fugaces, palabras sin almas que se disfrazan de promesas vacías, que lo físico y tangible reemplace a lo espiritual y sincero, siempre habrá un pacto de amor que surja entre todos ellos. Una relación que será diferente a todo lo demás y que esa felicidad contagie a las personas que los rodean. Esa unión será como una flor que crece en el desierto y su sola presencia llenará de esperanzas y animará a esas parejas a mirar hacia el futuro, y se embarcarán en ese pensamiento de no poderse imaginar el uno sin el otro. Esa noche fui testigo de que unas pocas palabras transformaron lo ideal en realidad. Por Raúl [email protected]





Discussion about this post