Pratyahara y Dharana. En la colchoneta, luego de una reconfortante sesión de ásanas, espacio de calma, tiempo presente, conscientes de la postura estable y cómoda, columna vertebral erguida, pasamos a percibir nuestra respiración suave, larga y pausada; “entonces la mente aprende a vivir con la respiración y restablece el ritmo, aprende a vivir con la pulsación que regula a la respiración, es absorbida por la pulsación y se vuelven una misma cosa”, dice Krishnamacharya en su explicación de los Yogasutras, cuyos primeros cuatro pasos -Yama, Niyama, Asana y Pranayama-, practicados efectivamente, permiten el retiro hacia la interioridad, hacia nosotros mismos, porque operan sobre nuestro vehículo. “Cuando no se practica el yoga, la mente fluye en dirección a los sentidos, acostumbrados a proyectarse en sus objetos correspondientes. Es el estado de disipación del ser humano, quien así deja de tener conciencia de sí mismo”. Cuando los sentidos se adentran en la tranquilidad, logramos el estado de absorción o Pratyahara, práctica que nunca debe comenzar por los sentidos antes de haberse tranquilizado la mente por medio del Pranayama (cerrar los ojos solamente no logra que la mente deje de imaginar los diversos objetos que han visto los ojos). “Por eso Patanjali coloca el Pratyahara después del Pranayama”, subraya Krishnamacharya. Y aclara que este quinto grado nos libera del condicionamiento acerca de los demás y de las cosas que poseemos, “pero sin abandonar a nadie y al mismo tiempo que todas las cosas y personas permanecen cerca de nosotros”. Al respecto, Ramiro Calle habla de “poner los sentidos en posición adecuada y no privarlos de su actividad. Se desrelacionan de los objetos pero están disponibles todo el tiempo”.Luego Hermógenes, en su Iniciación al Yoga, nos dice que “alcanzado el ‘silencio de los sentidos’ se torna posible la inmersión de la conciencia en el universo interior. El Pratyahara es el portal”. Y cita a Mateo 6.6: “…entra en tu aposento, cierra tu puerta y ora a tu Padre que está en secreto”. Este Sadhana (disciplina) o proceso de recogimiento de la realidad externa en el Pratyahara, conduce a la concentración o DHARANA, que propiciará la meditación o DHYANA hasta llegar al purusha (realidad esencial) en el SAMADHI, objetivo del Yoga en todas sus formas.DHARANA es concentración. En los Yogasutras es focalizar la atención en un punto u objeto presente o proveniente de la memoria, que puede ser el chakra frontal, un principio, una imagen o la divinidad. Es la contemplación. Para Patanjali “la concentración es la característica del genio”.Y todo esto, en mayor o menor grado, puede suceder efectivamente en… la colchoneta, remanso en tiempo presente donde podría asomar sutilmente el purusha, sin pretensiones pero con profunda serenidad. En realidad, el desarrollo de la capacidad de concentración es uno de los objetivos de las personas que se proponen practicar yoga. De este tema tendremos que hablar más detalladamente, porque tanto la capacidad como la disposición para la concentración deben ser ejercitadas y cultivadas para que afluyan a la vida cotidiana. Así que… ¡Dharana, chicos! Namasté.Colabora: Ana Laborde Profesora de Yoga [email protected]





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