Este lunes, Elvira Lemos de Mandagarán cumplió 90 años y está fantástica. Espera disfrutar de su fiesta para luego operarse de la vista y así poder volver a tejer y realizar las manualidades que tanto le gustan.Ella nos recibió en su casa del barrio 25 de Mayo, con un mate endulzado con miel y con un poco de cedrón porque es lo que “evita el infarto” y a todos recomienda usar, pues “mi sobrino que es médico en Buenos Aires me dijo que están recomendando a todos sus pacientes, el cedrón que viene en cápsulas también, pero acá tenemos que poner en el mate”. Uno de sus tesoros más preciados son sus botellas de perfumes, una colección que comenzó en los años 50. “Creo que ahí tuve la primera y son las de color marrón que ya no se fabrican. Un señor me dijo que si las ven seguro me pagan mucho dinero”. Elvira es tan amable y cariñosa que dan ganas de quedarse, tanto que nos sentamos en su sillón del living, adornado con coloridos almohadones tejidos al crochet, y alfombras de lo que fueron trapos de piso comprados y convertidos en bellos bordados. Nació en San Pedro y vino a Posadas en barco cuando tenía tres añitos. Se casó tan joven que cuando nació su único hijo, Víctor, ella cumplía los 15 años. Se ríe y recuerda que “fue un amigo quien me presentó a un muchacho joven y guapo, ese fue mi marido. Nos fuimos a vivir cerca de Alem, yo planté todo lo que podía, pero una gran helada me mató todo. Nos fuimos a un campo y llegamos a tener vacas, tuvo un potrillo que crié con mamadera, fue un campeón de carreras. Pero un día le dije a mi marido: ‘tenemos que irnos al pueblo (Alem) porque acá no hay escuela y mi hijo tenía que aprender”. Primero a allá y después le dije: y “¿si nos vamos a Posadas?”, y volvimos a mudarnos. Vendimos todo para venir”. Muy simpática y decidida, Elvira estaba dispuesta a conseguirle un trabajo a su esposo. Se presentó en la Gobernación para hablar directamente con el Gobernador. “Si quieren conseguir algo tienen que ir directamente al jefe, a lo más alto”. Ella no recibió un no por respuesta, se quedó a esperar a que salga el Gobernador y cuando lo vio gritó: “¡Señor Gobernador, necesito hablar con usted!”, y consiguió que le dé un trabajo. Lo mismo hizo varios años después, “fui al otro Gobernador de turno y justo necesitaba un secretario”. Elvira celebra su cumpleaños junto a su hijo, nietos y hermanas. Seguirá rezando al Cristo, quien es su médico de cabecera, a él le atribuye su buena salud. “Nunca me enfermo, soy sana y como de todo, pero poco”. Así, con buena onda, feliz y con fe sigue disfrutando de la vida. Por Rosanna [email protected]





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