E n tiempos de campaña electoral, las promesas suelen estar a la orden del día y la presente no es una excepción. Como tampoco son excepcionales los candidatos que no miden el alcance de sus aseveraciones.Mientras los porteños siguen buscando los 80 kilómetros de subterráneos que Mauricio Macri debió haber completado tras dos períodos como jefe de Gobierno, Daniel Scioli acaba de lanzar un desafío en esta carrera de promesas con sus 30.000 millones de dólares anuales de inversiones, para colmo anunciados pocas horas antes de la cuestionada resolución de la Comisión Nacional de Valores cuyo su primer efecto fue en el sentido inverso a las palabras del candidato en el teatro Ópera.Aunque Scioli corre con ventaja: una estación de subte es mucho más fácilmente perceptible para la población que un dólar de Inversión Extranjera Directa (IED), concepto más que difuso en tiempos de transnacionalización y dispersión de los titulares de las acciones de las grandes compañías. En consecuencia, la ausencia de lo primero es más notoria en lo inmediato que la de lo segundo, si bien en definitiva son dos caras de una misma moneda. Y en el mediano y largo plazo, es la falta de inversiones la que condena el destino de un país.La promesa de Scioli fue la enésima muestra de la dificultad que tiene el gobernador bonaerense en presentarse a la vez como cambio y continuidad. Y el desafío no se hizo esperar en las redes sociales, donde le reclamaron por qué las inversiones no llegan ahora. La habilidad del candidato del Frente para la Victoria para eludir respuestas concretas a preguntas incómodas lo salvó de tener que explicar no solo por qué no llegan, sino por qué se van.El reciente informe de IED presentado por la Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) no puede ser más contradictorio con las esperanzas sciolistas. En materia de inversiones, la Argentina hace años que no cumple un rol destacado en la región de América Latina y el Caribe, al punto que el organismo ya ni considera dedicarle un capítulo especial como a Brasil o México. Cuando el 25 de febrero de 1948 se creó la Cepal, la Argentina contaba con el PBI más alto de la región.En los doce años comprendidos entre 2003 y 2014, el promedio anual de IED que recibió la Argentina fue de 7.683,7 millones de dólares, la cuarta parte de los 30.000 millones prometidos por Scioli. En 2014, fue de 6.612 millones, con una caída respecto del año anterior del 41%, más del doble que el 16% regional. De esta manera, quedó relegada a la sexta posición, detrás de Brasil, México, Chile, Colombia y Perú. En los dos primeros países, la promesa de Scioli hubiera sido una pésima noticia, ya que acostumbran a duplicar ese nivel de inversión año tras año.Pero si fue escasa la inversión del año pasado, mucho peor es el detalle de su composición. Los componentes de la IED cambiaron y en 2014 fueron exclusivamente reinversión de utilidades (7.365 millones de dólares), los préstamos entre compañías fueron absolutamente nulos y por primera vez en la década los aportes de capital fueron negativos (-1.184 millones de dólares).Más preocupante es el análisis del stock de Inversión Extranjera Directa. Con 114.076 millones de dólares al 2014, la Argentina es el quinto país de la región, pero en términos de PBI su participación llega al 21%, el decimocuarto en un listado en el que solo supera a Ecuador, Paraguay y Surinam.Ninguna empresa argentina figura entre las veinte mayores fusiones o adquisiciones en América Latina el año pasado, aunque el país lidera el ranking de las desinversiones, con 6.311 de dólares girados a Repsol por la expropiación de sus acciones en YPF.Las posibilidades de que, en caso de ser electo, Scioli pueda cumplir su promesa están supeditadas a que resuelva ser más cambio que continuidad. Que en 2014 todo se haya concentrado en la reinversión de utilidades y los aportes de capital hayan sido negativos, no es un fenómeno que pueda desligarse de las restricciones cambiarias a las que no sabe si criticar o defender.Además, los cambios en la economía de la región y el planeta no son precisamente una ayuda para un país que centró las inversiones extranjeras de los últimos años en las industrias de automotores y de hidrocarburos. El año próximo, cuando la Cepal presente su informe sobre la IED en 2015, seguramente en las cifras de la Argentina se reflejen los efectos de la recesión brasileña con la devaluación del real y, por otro lado, la tendencia descendente del precio del petróleo. Ambas actividades ya muestran más de un problema con despidos y suspensiones en diferentes puntos del país.Pero, además de las promesas de los candidatos, las campañas electorales pasan a la historia también por las medidas que no se anuncian. Antes de asumir, Carlos Menem no hizo referencia alguna a su plan de privatizaciones, así como Fernando de la Rúa no tuvo entre sus caballitos de batalla a la tablita de Machinea-Bein. Por no tomar el caso de la reelección de Cristina Fernández en 2011, en cuya campaña nadie sospechaba en la resignificación de la palabra “cepo”.Además de la devaluación, ¿cuál será la otra omisión del futuro presidente? Nadie puede ser acusado en base a conjeturas sobre lo que podrá hacer o no en el futuro, pero en tiempos en que la dirigencia prefiere jugar al oficio mudo antes que debatir, quizás la prueba de la inversión requiera de una inversión de la prueba.





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