Hace unos años, Miryam Millán vivió esa serie de circunstancias que sólo tienen sentido una vez analizadas en perspectiva. De repente, esta profesional de las ciencias duras, formada para la formalidad, se encontró ejerciendo la “profesión de artesana” como actividad principal, algo que jamás hubiera imaginado en tantos años de pintar telas sólo por hobby. El mundo del arte y el diseño de autor se le abrió como un capullo en el cual cobijarse, y le fue bien. Mirando a la distancia, aquellas circunstancias van tomando sentido: es que a partir de esos cambios personalísimos, de aquellos momentos complejos, hoy puede definirse como una artesana de prestigio reconocido a nivel nacional, que además es líder de un grupo de mujeres que ahora saben que pueden ser dignas generadoras del cambio.Hace cinco años y casi por casualidad, Miryam ideó el programa “Lanas Misioneras”, un emprendimiento sociocultural que capacitó a 18 mujeres humildes de las localidades de Fachinal y Profundidad para iniciarse en una actividad totalmente nueva en Misiones: la industria del hilado artesanal con lana de nuestro propio ganado ovino. Sí, parece raro, pero en Misiones hay un importante número de ovejas criadas en la zona Sur cuya lana se quemaba, literalmente, ya que no podía aprovecharse de ninguna manera. Ella lo visualizó: ese tipo de ganadería realmente existía, primer dato de la realidad que no aparecía en las estadísticas. Después vio que era necesario encontrarle una utilidad al producto de las esquilas, y por último, ideó esta iniciativa de profundo carácter social, que involucra a mamás agricultoras que incorporaron a su cotidianidad la rueca, el hilado, el teñido natural con hojas, raíces, frutos y cortezas, el telar, y hasta las técnicas de comercialización, el mundo de las ferias artesanales, el atractivo para los turistas. El empuje de Miryam formó un pequeño ejército de emprendedoras dispuestas a romper el molde y a tejer los hilos de sus destinos. Mujeres fuertesEl proyecto de Miryam, al que incorporó desde el principio a su amiga, capacitadora y también artesana Gisele “Coty” Seró, no sólo es llamativo por lo novedoso, sino por la permanencia en el tiempo.“Vengo de una familia paraguaya de mujeres fuertes donde el ocio era casi un pecado. Recuerdo que íbamos al campo donde veíamos a mi abuela que se deslomaba con los quehaceres y en sus “tiempos libres” hacía frivolité, crochet, es decir que seguía produciendo, creando. Mi mamá lo mismo: siempre trabajando y bordando, cosiendo, creando. Así me crié, entre mujeres activas. Eso se me fue grabando y para mí siempre fue natural estar ocupada y creando”, cuenta. Sobre su acercamiento al hilado artesanal, recuerda que en el campo de sus abuelos paraguayos se trabajaba con las lanas, pero esto no se replicó en nuestra tierra, es decir que no incorporamos la cultura y las técnicas milenarias del hilado de vellones. Dos amigos fueron fundamentales para que ella pusiera a trabajar la imaginación hace cinco años: un criador de ganado ovino y un emprendedor turístico, que le plantaron la semilla de la inquietud. “Habría que buscar una manera de aprovechar la lana que hoy se quema”. Después de ver que no servían los proyectos “relámpago” de capacitaciones rápidas, que en realidad no logran el cambio necesario ni la incorporación de nuevas actividades productivas en sectores vulnerables, logró convencer a la Fundación Artesanías Misioneras para iniciar un programa a largo plazo. Y desde entonces fueron varias las instituciones que se interesaron, que aportaron, que ayudaron, avalaron, impulsaron, empujaron en los momentos de debilidad, y creyeron. “El proyecto es sustentable, natural, cuida el medio ambiente y si bien todavía genera moderados ingresos, tenemos un fin de año y unas perspectivas muy buenas para el año próximo”, se entusiasma esta mujer que fundió su auto en los caminos pedregosos de Fachinal y que varias veces se prometió a sí misma que “este es el último año”, pero que en vez de abandonar, duplicó su compromiso. Este fin de año inauguran el taller con la tecnología adecuada para producir en mayor cantidad, pero con menor esfuerzo físico para las artesanas. En ese predio de Fachinal colocarán las máquinas y los sueños. “Arrancamos con la producción de frazadas de lana natural, almohadas de vellón natural, fieltro e hilados que complementarán lo que ya hacen las chicas en sus casas”, cuenta Miryam, que puede pasarse horas hablando de los detalles de este emprendimiento que hasta le levantó la autoestima a todo un pueblo, al punto que a partir del mismo se gestó la Fiesta Provincial del Cordero Serrano y la Tradición, que este año se realizará por cuarta vez consecutiva en la misma localidad. Miryam aclara una y otra vez que Lanas de Misiones ya no es ella, sino la red de voluntades que la componen. Y pese a los muchos reconocimientos y a las muy buenas perspectivas del proyecto en el futuro mediato, ella se emociona por cosas que parecen mínimas, pero que son verdaderamente trascendentes, como el piso alisado que pudo ponerle a su casa una de las hilanderas con el exclusivo producto de su trabajo en la rueca, tras décadas de vivir en una casa con piso de tierra. Sí, todo tiene sentido ahora para ella. Por Mónica Santos [email protected]




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