Hice lo que tantas mujeres piensan pero no se animan hacer o no encuentran el modo: revelarse al acoso sexual diario que pueden realizar los hombres en plena calle contra el género opuesto.Cansada de que un operario me dijera groserías en el barrio donde vivo, decía qué haría conmigo. Un día lo enfrenté con pimienta, corrí de esa situación y decidí contar lo que pasaba al dueño de la empresa. A modo de contribución de este gerente: “Señorita por un piropo no podés hacer una denuncia”.Fui a la comisaría, intenté explicar y a modo de contribución escucho de boca del oficial: “Señorita que la elogien no es para enojarse”. Desde allí también razonaron las amenazas, “que no vuelva a usar el gas pimienta porque la pueden denunciar por lesiones” ¿Será que esa es la única reflexión posible ante el abuso y la inequidad?Lo cierto es que “la cultura de la violación existe y hay una impunidad total”.Hasta mi padre machista me decía: “No uses más es pistola”. “¿Qué quieres, qué me viole?”.Queridas lectoras, saquen sus propias conclusiones.HaikuNo te acobardesson grises del crepúsculosombras de asombro.Por Aurora Bitó[email protected]




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