El último domingo la Comunidad Israelita de Misiones comenzó a transitar el período denominado Iamim Noraim (días terribles) que comienza en el Rosh Hashaná (año nuevo) y finaliza diez días después, el martes 22, en el Iom Kipur (día del perdón). Se trata de jornadas con muchas significaciones para los judíos porque “por un lado está un gran juicio que Dios nos hace a todos, y por otro lado, celebramos el año nuevo. Damos un sentido universalista porque es el cumpleaños del hombre, judío y no judío. Todos deberíamos conmemorar esa fecha tan importante”, indicaron.Marcos Alfici, vicepresidente de la Comunidad Israelita de Misiones, citó a Martín Buber, un gran pensador judío, que al referirse a esta fecha manifestó que “es el momento de detener el tiempo”, y explicó que “detener el tiempo significa salir un poco de este materialismo sin rostro que nos arrastra día a día, dejar de creer que todo es materia y economía, y pensar en el otro. En este tiempo el hombre se detiene a reflexionar sobre sí mismo. ¿Dónde estas? ¿adonde vas? fue lo primero que dijo Dios a Adán cuando se echó a andar. Y el hombre muchas veces no se pregunta adonde esta ni adonde va”. Detener el tiempo en una festividad como ésta, “es salirse de ese mundo totalmente material y pensar en lo otro”. Y como es el fin del año y todos piensan en el balance,” acá también pasa lo mismo pero no me refiero a los negocios exteriores, sino a la idea del balance interior que uno tiene que hacer: cuando más y cuanto menos soy como ser humano”. A su entender, filosóficamente “es muy importante preguntarse eso para no perder la esencia de lo que somos y de que fuimos creados a imagen u semejanza de Dios. Ese es el sentido global de la fiesta”.Proceso de reflexiónPara las celebraciones que se desarrollarán en Posadas, la comunidad recibió la visita de Benjamín Alaluf, quien es estudiante rabínico del Seminario Rabínico Latinoamericano. El joven explicó que el periodo de Iamim Noraim comienza un mes antes, en el mes de Elul, el último del calendario judío. “Es una previa de un mes en el que se empieza este proceso de reflexión. Cuando llegamos a diciembre lo único que queremos es que se termine el año. Nadie empieza a hacer una reflexión de nada, empezamos a tachar días para que pasen lo más pronto posible y lleguen las vacaciones. Y acá empezamos un mes antes a evaluar todas y cada una de las cosas que hicimos durante el año y a hacer un proceso que se llama Teshuvá (retorno)”. En esta fecha es obligación “llamar a aquellas personas con las que estamos un poco enojadas y pedir disculpas. Teshuvá es tratar de ver si hay alguna situación, si hice sentir incómodo a alguien, y arreglarla, pedir perdón, tratar de terminar bien el año con la gente. Y en el momento de llegar al año nuevo propiamente tal, no estoy en esto de me olvido todo lo que pasó el año pasado. Sino todo lo contrario, tomo todo lo bueno y aprendo de todo lo malo que hice. Esa esa es mi base para el año nuevo”, señaló. Alaluf confió que la palabra que usan para decir año (shaná), proviene de la misma raíz de la palabra que utilizan para decir cambio (shinui). “Un año cambia y nos cambia constantemente. Si pasa todo un año y llegamos a otro Rosh Hashaná y nada cambió, entonces no pasó, no hubo nada significativo. Cada año tenemos la obligación de cambiar y de cambiarnos a nosotros mismos”, agregó.Las sinagogas son el centro de las celebraciones y se conectan con Dios a través de la Tefilá (oración) en forma colectiva, por medio de las buenas acciones y del arrepentimiento e intención de mejorar. Contó que “cuando no estamos en las sinagogas, durante esas dos noches, se hacen dos grandes comidas festivas donde nos juntamos todos y hablamos sobre lo que pasó en el año. El tinte de la mesa no es como sentarse a comer un día cualquiera sino que el ambiente es otro, se dicen bendiciones sobre el vino, el pan y otros alimentos, pidiendo por un año nuevo y dulce”, que se simboliza comiendo manzana con miel. Recordó que existen una cantidad de ritos que se acumularon a lo largo de miles de años que fueron modelando un poco esta cena. Esa es la forma principal. También envían tarjetas a todos los seres queridos deseándoles un buen año, lo que se concreta con un mes de antelación. “Ahora estamos transitando estos diez días entre el Rosh Hashaná y el Ion Kipur que son los diez días de retorno. Así como el Rosh Hashaná lo vemos como el juicio, al Ion Kipur lo vemos como el día del perdón en la medida que nosotros mismos lo hagamos en el interior con nuestros sentimientos y, en el exterior, con nuestras acciones. Son diez días en los cuales “reflexionamos más, charlamos, crece nuestra espiritualidad, y nuestro sentido que este año vamos a tratar de ser mejores personas y vamos a tratar de ayudar lo mas posible porque queremos llevar adelante esta ética por nosotros y por el resto. Y así llegamos al Ion Kipur que es como el momento final, como el que simbólicamente Dios sella este veredicto aunque el final uno lo termina de escribir, no Dios. Uno decide lo que va a ser el año de acá en adelante”. Tiempos de cambioAlaluf, que es chileno y estudia en Buenos Aires, admitió que el judaísmo cambió mucho, que siempre fue cambiando. “La gran mayoría del pueblo judío fue adaptando las costumbres al mundo en el que vivimos y, el mundo donde vivimos, a nuestras costumbres. Fue un ida y vuelta”, aseguró. “Soy joven, vivo en cierto mundo y las prácticas de mis abuelos, bisabuelos, quedan un poco obsoletas en mi contexto. La forma que celebrábamos antes, no es la misma que celebramos ahora. Lo que decimos en los rezos no es lo mismo, el espíritu no es el mismo. Por ejemplo, en cualquier sinagoga del mundo, los hombres se sentaban por un lado y las mujeres por el otro. Era lo mas normal. Ahora no. Es lo que el contexto exige, es ser sensatos con el mundo que nos rodea”, graficó. Relató que hay cosas como el ejecutar el shofar (instrumento), que se vienen haciendo hace dos mil años, hay otras como las melodías o instrumentos musicales que eran impensados en su momento. “Tratamos de juntar y mantener lo que hay que mantener y de innovar en lo que se pueda. Eso es lo que en hebreo se dice Masoret ushinui (tradición y cambio). No podemos desarraigar de lo que nos dejaron nuestros antepasados pero tampoco podemos permitirnos vivir en su época porque sería desconocer a nuestra propia época y a nosotros mismos”, alegó.





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