Sin dudas el domingo tiene ese condimento especial que no lo tiene otro día, más cuando sin querer me doy vuelta en la cama y escucho tu respiración. Miro tu largo cabello abierto sobre la almohada que ganan mis caricias y esas ganas de volver hacerte el amor, sin importar que perdamos la mañana.Es así que nuestro mundo y realidad se resume nuevamente en esa habitación sin tener que dar explicaciones, más bien siempre es el deseo que reemplazará a las palabras. En ese momento el mundo se vuelve tan inmenso y nos refugiamos en un abrazo. Sin correr las cortinas puedo sentir el resplandor que produce tu rostro cada vez que sonríes. Es por ello que el domingo y tu cuerpo se convirtieron en la combinación perfecta donde un “te quiero” resume nuestras ganas y nos convierte en esclavos de este amor, donde nos encontraremos prisioneros compartiendo una dulce condena e ignorando a cualquier carcelero que haya ocultado la llave que nos deje en libertad. Será el simple suspirar de tu boca que se transformará en ese torbellino que elevará mi razón al cielo como si fuese una hoja seca que te sale a buscar y te encuentra junto a esta pasión, y caeré otra vez en tu hechizo cada vez que tu corazón se agita, donde me derrumbo y otra vez tus manos me levantan y vuelven a rescatar. Afuera el sol brilla más que nunca, pero aun así quedará opacado por el resplandor de tu sonrisa y tu boca que se aferra a mi cuerpo y me lleva a las profundidades de tu alma. En silencio viviremos nuevamente un feliz domingo donde perderemos la noción del tiempo, sin importar que el día se torne gris y que una repentina lluvia sorprenda al golpear los vidrios de la ventana. Pero no puedo explicarte lo que siento en ese momento si entre tus brazos, el domingo se transforma en primavera. Un día que se convirtió en el pretexto perfecto para escaparnos de la realidad donde nos convertimos en artífices de nuestro futuro, donde en cada camino te encuentre para vivir momentos de amor y que esa esencia impregne el paisaje que se levante frente a nosotros.Un domingo que sonriendo te escapes con mi camisa buscando que te siga hasta ese rincón de la cocina donde pergeñemos los planes para continuar la mañana. A veces la vida nos regala esos momentos de perfección para mostrarnos que Dios existe porque lo escucho en tu voz o en el hecho de abrazarte con los ojos cerrados, mientras nuestros cuerpos lentamente se mecen escuchando una canción.Un momento donde curamos aquellas heridas que hicieron posible que nos encontremos y que el tiempo las transformó en caricias. Un encuentro de dos almas fugitivas que estaban destinadas a encontrarse y que se vuelven a elegir cada vez que se necesitan. Por otra parte te pido perdón por tener esta alma de bohemio y pensar que algún domingo no pueda encontrarte, de no sentir tu presencia y el calor de tu cuerpo que me abrigue, sería como encontrarme en un jardín sin ninguna flor, una mañana sin color o un ave sin canción.Sí, los domingos recobraron su encanto de la mano de tu seducción cuando dices mi nombre, mientras tus manos se posan sobre mi pecho para dibujar un corazón. Cuando atentamente escuchas mis historias donde vuelvo a recorrer todos aquellos paisajes en tu compañía buscando todas las madrugadas. En tu compañía, los domingos se transformaron en el desvelo de poema, en la búsqueda incansable de tu mirada y en la parte más hermosa de los recuerdo esos recuerdos felices que nos brindan un dicha que sólo con mi sonrisa te puedo explicar. Los domingos se transformaron en un luminoso carrusel donde volvemos a jugar como cuando éramos niños y que en cada giro te robo un beso y vos robas esa ternura con que te escribo porque te transformaste en inspiración. Hoy te convertiste en ese domingo que siempre perdura porque con esa ternura este día se transformó en un sencillo verso que no se olvida y que en este día quiero regalártelo.PorRaúl Saucedo [email protected]





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