Bajo una intensa lluvia fueron inhumados los restos de la hermana Ivonne Pierron en el cementerio del paraje Arturo Illia en esta localidad. Ella había pedido a sus allegados ser sepultada en ese lugar del mundo, donde supo sembrar muchas semillas. Más de un centenar y medio de personas desafiaron al mal tiempo y se acercaron hasta la pequeña necrópolis que está ubicada a unos mil metros del centro de la ciudad donde ella supo trabajar con los jóvenes, aborígenes y las familias de ese paraje misionero.Puede parecer una escena fantástica, pero se dio: en el momento que los restos mortales de Ivonne Pierron se depositaron donde va a descansar eternamente, la lluvia cesó, hasta se abrieron las nubes en el cielo y dando lugar momentáneamente a algunos rayos de sol sobre este punto de la provincia. Eran casi las 4 de la tarde, luego de la misa de cuerpo presente que se realizó en la capilla San José Obrero, donde ella solía ir a meditar.El féretro llegó al Centro de Integración Comunitaria a media mañana. Allí lo esperaba más de un centenar de vecinos y funcionarios locales y provinciales con el sacerdote y amigo personal de Pierron, Marcelo Szyszkowski. Entonces, los amigos y afectos de la monja francesa en Misiones, pudieron comenzar a despedir a quien fue su guía durante más de dos décadas y media, tiempo que residió allí. Los pobladores se confundieron con los visitantes en torno a la religiosa. Rezaron durante más de tres horas, mientras llegaban las mujeres con ramos de flores que sacaban de sus propios jardines. Estas se mezclaron con las coronas que mandaron las Municipalidades de Dos de Mayo y Aristóbulo del Valle; y de distintos organismos provinciales y del propio gobernador Hugo Passalacqua.A las 2 de la tarde los amigos de Ivonne tomaron el féretro y marcharon por las calles hasta la capilla para dar la última Santa Misa en su honor. Fueron unas cinco cuadras de empedrados que se colmaron de gente que acompañó a los hombres que cargaron el cuerpo. Una vez en la iglesia, llegó el gobernador Passalacqua, quien estuvo unos minutos, se despidió de la religiosa y se marchó sin hacer declaraciones. Cabe recordar que el Gobierno provincial decretó duelo oficial por el fallecimiento de Pierron.La misa de cuerpo presente la celebró su amigo, Marcelo Szyszkowski de la Parroquia San Juan Neumann de San Vicente. Antes del final de la celebración, llegó un grupo de aborígenes que encontraron en la religiosa una mano de ayuda dispuesta siempre a apoyarlos.Para la anécdota quedará que la carroza fúnebre no quiso arrancar para partir desde la capilla hasta el cementerio; que la lluvia no dio tregua y una vez en el camposanto los que acompañaron el cuerpo de la religiosa tuvieron que cubrirse con un plástico y paraguas, aunque fue por algunos minutos porque, de pronto, salió el sol. Sostén de la comunidadIvonne Pierron dejó un legado muy importante en la zona de Dos de Mayo y principalmente en Pueblo Illia. A mediado de la década de 1980 llegó la religiosa. Pronto tomó contacto con la gente de la zona y comenzó a trabajar con los más necesitados, los aborígenes y los jóvenes. Eligió el paraje para radicarse y hacer su obra de bien. Hacía poco tiempo que el presidente Raúl Alfonsín había inaugurado el pueblo. La comunidad urbana era chica, pero la colonia cada vez se poblaba más y más. Cada uno que llegaba a ese poblado tenía necesidades y encontraban en Pierron una persona que hacía lo imposible para darle solución a sus necesidades.Junto a los más necesitadosLa gente de la zona contó ayer que la hermana fue muy importante para Pueblo Illia. Muchos jóvenes pudieron estudiar porque ella se puso al frente de las gestiones para crear un colegio secundario. Como había muchas familias carenciadas que no podían mandar a sus hijos a estudiar, ella creó un albergue para ellos. Así pudieron recibir su título secundario.Gran parte de los que acompañaron el último adiós a la monja fueron personas que vivieron en el albergue y mediante ello pudieron terminar sus estudios. Contaron que era una persona muy “recta y correcta” que además de cuidarlos, donaba todo su sueldo, que recibía desde Francia, para la comida de los estudiantes que vivían con ella. Hoy el albergue que creó hace unos 20 años, contiene a 28 chicos que estudian en la escuela de la zona.Pero los vecinos de Pueblo Illia contaron a PRIMERA EDICIÓN las obras casi anónimas que ella hacía para los más necesitados. María Ferreyra vivía en Pueblo Illia cuando llegó la religiosa a ese paraje. Hoy vive en Dos de Mayo y dijo a este Diario: “Vine a darle mi último adiós a una persona maravillosa que desde que llegó acá, le dio la mano a todos los que necesitaron. La conocí hace unos 25 años. Siempre me ayudó. Igual que yo, muchos la adoptamos como una mamá. Cualquier problema que teníamos acudíamos a ella y ella nos daba una mano. Nunca nos dejó de ayudar a los más necesitados”.Jorge Frutos conoció a Ivonne Pierron cuando ella llegó. Aseguró que es una gran pérdida para todos. “Creo que todos perdimos a una persona maravillosa. Nos dejó una gran enseñanza de solidaridad hacia el semejante. Ella demostraba con acciones como quería que fuéramos nosotros. El pueblo le debe mucho. Ella movía las influencias que tenía para conseguir las cosas que necesitábamos. El colegio, el albergue para los chicos, todo fue obra de ella”, expresó.Silvano Prestes definió a la monja como “una luchadora por las causas de los más desprotegidos. “Ella jamás dejó a alguien con las manos vacías. Cada uno que se acercaba a pedirle una ayuda, la conseguía. No se cómo hacía para conseguir las cosas, pero ella las conseguía. Venía gente de otras picadas y pueblos a hablar con ella y le pedían ayuda”, aseguró Prestes en su testimonio a este Diario.Fotos: Gentileza Félix Luz





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