¿ Cuántas veces nos dijeron que debíamos ser fuertes? Ser fuerte nos remite a una habilidad que puede ser física y también emocional. Pero, ¿qué es ser emocionalmente fuerte? Al parecer la fortaleza a la que hacemos referencia nos otorga el poder de resistir al caos, al dolor, al desorden, a la injusticia, al fracaso y a todo lo que somos capaces de percibir como frustraciones. Ser fuerte, para resistir y superar momentos difíciles pareciera ser tornarse rígido, ponerse duro, tieso; -“Aguantá” -Nos decimos -Tenés que ser fuerte-. Y el estómago se cierra, la respiración se contiene, los músculos se contraen porque estamos aguantando. Desconocemos que la verdadera fortaleza interior no resiste nada porque a nada se opone; la verdadera fortaleza no aguanta nada porque todo lo acepta (y cuando lo acepta la situación fluye). La fuerza verdadera que tenemos en nuestro interior no contrae, no estresa, no se prepara para atacar, ni huir, ni resistir. No te cierra porque no te protege. La verdadera fortaleza es la humildad. Hemos bastardeado a la humildad durante años por no atrevernos a hablar de pobreza. Entonces comenzamos a decir "humildes" en lugar de pobres y con el tiempo nadie quiso ser pobre (ni humilde). Es hora de hacer a un lado los eufemismos. Pobreza es pobreza. Y humildad es humildad. Ser pobre no nos garantiza la humildad. Del mismo modo en que tener dinero o poder no nos impiden ser humildes. La humildad es la verdadera fortaleza porque nos invita a soltar el control, a aceptar lo que pase porque no somos perfectos (ni tenemos por que serlo). La humildad nos da desapego para trascender las experiencias dolorosas y amplia notablemente nuestra tolerancia a la frustración. La humildad es no esconderse detrás de una "chapa", un atuendo de moda, una habilidad, un cargo o aspecto físico; es reconocernos débiles e imperfectos cuando nos miramos desnudos al espejo porque al hacerlo somos conscientes de nuestra debilidad, y ser conscientes de nuestra debilidad es lo que verdaderamente nos hace fuertes. La humildad nos pone a los pies de un Orden Magnífico que trasciende el caos de la realidad. La humildad nos recuerda que no hay nada que se escape a ese Orden y que detrás de cada experiencia por más feliz o triste que sea solo hay un tiempo que es pasajero y un aprendizaje que será eterno. Cualquiera sean tus creencias o tu fe, ser humilde es reconocer que de toda la creación tú no eres lo más grande – ni tienes por qué serlo – (Nota que enterarte de esto ya te ha restado presión). La humildad nos recuerda que no hay dinero, no hay cargo o profesión que nos vuelva más grandes que Él y por ende que los demás. Es recordar que nada poseemos realmente, que nada necesitamos más todo lo que tenemos lo preferimos. Y es esta fuerza de desapego proveniente de la humildad lo que nos da fortaleza, porque nada nos ata; ni el poder, ni el dinero, ni los éxitos. Nada de esto nos somete. Cuando existan seremos felices. Cuando no existan seremos felices igual, porque somos fuertes. No resistimos. Aceptamos, porque somos humildes de corazón. Cuando te sientas orgulloso y vanidoso por un logro obtenido, por el logro de alguien amado, por algo nuevo adquirido, por la apariencia o por cualquier otra situación. Cuando sientas que eres mejor que algo y alguien o cuando te oigas justificando tus yerros. Cuando te sientas arrogante o petulante. Entonces es hora de ejercitar la humildad.Lamento mucho que nos hayan hecho creer que ser fuerte es resistir. No tienes que aguantar nada más; llora si sientes llorar. Ama si sientes amar. No resistas; no temas. Yo lamento de verdad que fortaleza haya sido confundida con ser inflexible y que nos hayan hecho creer que orgullo era lo mismo que dignidad. Lamento mucho lo que tuvo que pasarnos en la vida para que nos volviéramos "fuertes" y espero que todo lo que nos duela de ahora en más nos haga humildes. Recordemos que aceptar no quiere decir resignarse a que algo no ocurra sino volver a intentar reconociendo lo que me faltó, mí debilidad y mí lección. Conforme a ello cuanto más humilde más exitoso voy a ser.Si sentimos fortalecernos de verdad pongámonos de rodillas durante algunos días, dos o tres minutos antes de acostarnos para quebrar el orgullo, para quebrar la soberbia, para disipar la vanidad y flexibilizar nuestro corazón en la virtud que nos da real poder sobre nosotros mismos; la humildad.Nuestras rodillas nos lo agradecerán. Ni siquiera es necesario rezar. Es solo doblar las rodillas reconociendo que sobre nosotros hay un real Poder que excede nuestra habilidad o debilidad, un Poder que no nos pertenece pero al cual le pertenecemos por completo. ColaboraPatricia Méndez Biodescodificación y PNLWhatsApp 3764670592





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