Se confirma cuando uno llega al anfiteatro del golfo del mismo nombre.El mar infinitamente en tonos azules, las construcciones en tones pasteles, como incrustadas en las rocas parecen canastos colgados, de clima radiante como la simpatía de la gente, de la región, una de la más convidadas del mundo. ¡No es solo Nápoli!, comprende toda su ribera, la costa malfitana que deslumbró desde otros tiempos a griegos, emperadores romanos, escritores y compositores y tantos otros, el volcán Vesubio, que hasta ahora se encuentra en actividad, las impresionantes ruinas de Pompeya y Herculanos, las apacibles islas de Ischia y Procida, y la internacional isla de Capri y su gruta azul ya visitaba por los de allí, habitantes de la antigüedad y sin olvidar Nápoles y sus alrededores a orillas del mar Tirreno y se puede afirmar que ya conoció un pedazo del edén terrestre contrario, del dicho popular “ver Nápoles y morir”- vivir intensamente cada unos de sus encantos. Nápoli guardo la importancia de sus castillos, palacios, villas y monumentos, por donde circula una población inquieta barullera y muy alegre que da real colorido a los barrios más antiguos.Nápoles se puede decir que es una ciudad original. Entre tantos tesoros artísticos está la Iglesia de Santa Clara, el teatro San Carlos, Museo Arqueológico Nacional que guarda las más completas colecciones de escultura, pintura y objetos encontrados en las excavaciones de Pompeya y Herculanos. Pero lo más me sorprendió en este laberinto napolitano ¡Fue ver! Rn todas las casas, la imagen de “San Maradona” no lo podías creer: en los mercados de las calles vendían estatuillas de “San Maradona” con rosario de coral. ¡Increíble!HaikuMujer galopasábanas de hojaldreamor soñadoColaboraAurora Bitó[email protected]





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