Hola queridos amigos. Hoy nos tocaría ver el segundo punto del decálogo de paz: Ser indulgente con el enemigo. La palabra indulgencia alude a un tipo de perdón mas allá del omitir q desarrollamos anteriormente y para hacérselo mas claro, recurriré a un ejemplo de los muchos que me ha dejado mi padre. Durante la presidencia de Perón estaba en vigencia la ley del agio y la especulación que establecía que los productos de la canasta básica tenían un precio estipulado por el gobierno y era ilícito cobrar distinto de lo establecido, aunque los costos superaran los precios. Un vecino conocido de papá era inspector encargado de controlar que esta ley se cumpliera. Este señor vino un día a su oficina a solicitarle dinero prestado aduciendo que tenía a su mujer enferma, a lo que mi padre accedió y concertaron la entrega del efectivo para el día siguiente. Cuando el vecino acudió a la cita lo hizo acompañado de otro señor que quedó esperándolo del otro lado del ventanal abierto que separaba la oficina de papá de la de las secretarias. En el momento de pagar lo acordado, el vecino se levanta airado diciendo en alta voz que estaba siendo sobornado, para lo cual había llevado al otro señor de testigo, luego vino la policía a detener a mi padre. Vean ustedes cómo fue víctima involuntaria del juego de poder que otorgaban las delaciones al sistema establecido en ese momento. Pasó el tiempo y yendo mi padre a Santa Fe, cuando los caminos aun eran de tierra y en medio de la nada, encuentra a su vecino varado en la ruta con su vehículo y sin rueda de auxilio, por lo que mi padre le entregó la suya, ante la incredulidad de su eventual victimario, para que se la devuelva en Corrientes a su vuelta. Al releer este ejemplo de indulgencia, entendí el significado de lo que es poner la otra mejilla, como nos recomendaba Jesús. No crean ustedes que irán a recibir algún rédito o beneficio material si la vida les otorga una oportunidad de ofrecer la otra mejilla, ya que todo el beneficio del resultado de esta actitud es enteramente espiritual, por lo que en esta vida nos tapizará el camino de rosas sin espinas hacia la tan anhelada paz y por otro lado cortaremos con amor esa relación encontrada, por lo que no tendremos que volver a pasar por una prueba semejante, ni la arrastraremos a otras vidas, desligando incluso a quienes nos rodean, que de no actuar así, podríamos involucrarlos generando círculos de dolor que se establecen como patrones familiares que se repiten hasta que un integrante del árbol genealógico toma conciencia y lo sana. La importancia de esta sanación radica en el hecho de sacar a la luz de la conciencia lo que fue introducido en el inconsciente y pasa a ser una programación más del 95% que conforma el inconsciente. Estos programas son en su mayoría introducidos en nosotros hasta la edad de 7 años, por lo que nuestra vida pasa a ser una expresión de lo adquirido durante esos 7 años. Esto funcionaría más o menos de esta manera: cuando un adulto está pensando, el subconsciente va hacia dentro y busca en el inconsciente la respuesta y ésta sale en automático ya que la persona sólo está ejecutando ese programa y la mente consciente ni se entera; por lo que podríamos decir que el 95% del tiempo estamos en otro lugar, pues solo el 5% es consciente. Todos hemos sido programados y ejecutamos el programa de nuestros padres. Por esto San Francisco decía: Si tu me das un niño por 7 años, yo te daré un hombre. Toda esta explicación de como funciona nuestra mente la tomé de la conferencia de Bruce Lipton a la que acudí y la traje a colación para que ustedes comprendan la relación con la anécdota que conté de papá, ya que para ese tiempo en que ocurrió yo no había nacido y fue mi hermano mayor quien me la transmitió, pero ni siquiera él sabía quién había sido el vecino. Su nombre era irrelevante, de esa manera mi padre no quiso transmitir ningún sentimiento hostil hacia esa persona y su familia, evitando de que en nosotros habitara el espíritu de la crítica y el enjuiciamiento, y además logró con esta actitud, liberarnos de esa programación tan dañina y solo dejarnos su buen ejemplo. Lo que se dice: un sabio, porque de esto que yo hoy sé, mi padre no tenía ni idea. Es bueno que los padres de hoy sepan estas cosas, para que al criar a sus hijos sean conscientes y no estén sólo ejecutando, ellos a su vez, programas que ni siquiera son suyos, es por esto que hablábamos al principio de la importancia de sanar el árbol genealógico. Esos programas inconsciente constituyen nuestras creencias y en lo que basamos nuestra existencia y en la mayoría, esas creencias se convierten en viejos paradigmas que nos mantienen atados al pasado. Este tema apasionante merece un espacio mayor para ser tratado, pero es bueno hacerlo a través de ejemplos para su mayor compresión a la vez que relacionamos otras disciplinas con la espiritualidad. Desatarse de viejos paradigmasAquel que inconscientemente lleva la vida,nace con la muerte estampada en su rostro. Que desdicha para todos los que bajo su influencia viven!Pues no sólo transitaran caminos de duelo,sino que se privarán de conocer los de ensueño. Prisa tiene el hombre en hacer lo acordado,pactos sin sentido que lo mantienen atadoa viejos paradigmas, pensamientos del pasado. Estériles en su interior;nada nacerá de ellos que sea para mejor. Por costumbre en la sociedad tan arraigados quedaron,que a todo aquel que cambio les propuso, al fuego llevaron,sin darse siquiera oportunidad de entender el bien que les era brindado. Tanto cuesta al hombre desarraigarse del pasado,Que tomarlo como aprendizaje debieray no como tedioso tratado a estudiar o amargo pasado a sortear. ColaboraGraciela del CarmenZaimakis de AbrahamEscritora.





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