“Tocábamos música del Litoral, chamamé, polka, paso doble, los valses más conocidos como ‘Desde el alma’, ‘Ciudad de Córdoba’. También música tradicional alemana, paraguaya, kolomeika”, enumeró José Afinic (55) para referirse al repertorio que en la década de 1980 presentaba con su conjunto Nueva Flor en fiestas de toda la zona. Eran eventos multitudinarios de 800, 900 personas, muchas de ellas en la zona de colonias del sur de Misiones, San José, Azara, recordó durante una entrevista con PRIMERA EDICIÓN. Como no había luz eléctrica usaban un generador a batería.Afinic reside en el barrio Las Ruinas de la Capital de la Yerba Mate. Y en el barrio 9 de Noviembre, frente a una plaza, instaló una pequeña despensa que poco a poco se está convirtiendo en una especie de centro cultural. Las visitas que ocasionalmente llegan a este lugar se hacen un alto y comparten relatos de la época, e incluso hay tiempo para algunos acordes en el fuelle.“Los fines de semana se arman guitarreadas, así que creo que pronto tendremos que hacer como una peña para compartir”, indicó a este Diario. En su página en Facebook (José Afinic) se lo puede ver tocando el acordeón para deleite de un pequeño vecino que se acercó a visitarlo.Relatos al ritmo del fuelleEn 1979 cuando tenía 18 años, José hizo su primera presentación en público y entonces comenzó este derrotero de presentaciones en alrededor de 800 fiestas de casamientos de toda la zona durante una década.“En 1977 aprendí a leer música, las primeras notas. Blanca Oroño (80) fue quien me enseñó. Ella viene de una familia de músicos”, indicó José, quien en su cuenta de Facebook publicó recientemente unas fotos con su maestra, quien al día de hoy sigue cultivando melodías en el acordeón. “En 1980 hice el servicio militar en el Regimiento 30. Llevé mi acordeón y cuando se podía, yo hacía bailar a los soldados”, relató quien grabó cuatro discos. Uno de ellos se denomina “Acordeón bullanguero”, que es como apodó a su instrumento. “Mi primer acordeón lo compré quebrando carqueja en un emprendimiento que habíamos armado con mi papá. Se lo compré a Ricardo Ojeda”, recordó. El otro acordeón fue comprado a la familia de Blanquita. “Era una familia de músicos. La mamá de Blanca tocaba el violín, su hermano Néstor tocaba el acordeón y Blanca el piano. Jalea de los domingosEl patrimonio cultural se mantiene no sólo en la música, sino también en la cocina. Ofrece entre otros platos el perohé y también la tradicional “jalea” (drajli o jolodech, en ucraniano).Hace un par de domingos José preparó algunas porciones de jalea que se hace a base de garrón, como una especie de gelatina con condimentos y carne.“Antes hacía sólo para mí, pero por ahí venían a la despensa y me pedían, entonces lo hice cuatro fines de semana, y creo que voy a tener que volver a hacer porque me piden. Es que es un plato que lleva trabajo, son cuatro a seis horas de cocción, y casi nadie lo prepara”, indicó.Lo prepara hirviendo puchero de cerdo, osobuco, pata de vaca -“y mejor si es en cocina a leña”, señala. Cerca del final se agregan las verduras y condimentos. Se colocan en las bandejitas y se deja enfriar, así se solidifica y queda como una gelatina. “Se desmolda y se corta y se consume como un fiambre”, explicó.Fotos: Gentileza J.Afinic (Facebook)





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