Todos, en algún momento de la vida, deseamos estar solos para escapar al ruido diario intenso, aunque realmente no queremos estar “totalmente solos”, pues intuimos que demasiado aislamiento es dañino, especialmente para nuestra salud mental.La “soledad extrema” trastorna muchas de nuestras funciones, especialmente distorsionando nuestro sueño, la atención, el razonamiento lógico y el verbal.Un ejemplo son los encarcelados sometidos a aislamientos extremos, que luego de dos o tres meses de estar encerrados comienzan a desvariar hablando incoherencias, tienen alucinaciones, escuchan ruidos y voces inexistentes, ven luces y se confunde su sentido del tiempo.Las causas de estas distorsiones mentales no se conocen con exactitud, pero la soledad origina una respuesta estresante extrema, con la producción de hormonas y substancias relacionadas a tan excesiva presión.“Experimentos controvertidos hechos con voluntarios en aislamientos extremos, en cubículos a prueba de ruidos y privados de cualquier contacto humano significativo, para reducir al mínimo cualquier estimulación sensorial, demostraron que apenas pasadas unas horas se volvían muy impacientes, buscando algún tipo de estimulación por lo que comenzaron a hablar solos, cantar y recitar poesías para romper la monotonía.Muchos se volvieron ansiosos y muy sensibles, con alteraciones al desempeñarse mentalmente, teniendo problemas para realizar pruebas matemáticas y de asociación de palabras.Los efectos más alarmantes con los voluntarios en aislamientos fueron las “alucinaciones”, veían luces, sentían voces y personas que su mente creaba sin que existieran realmente, pero que las sentían como reales.Las alucinaciones en los voluntarios fueron visuales, auditivas, olfativas, gustativas, táctiles, sobre la posición del cuerpo y su equilibrio, únicas, varias o mezcladas. Por ejemplo, veían puntos de luz, líneas o formas, que eventualmente se convertían en extrañas escenas como ardillas marchando con sacos sobre sus hombros, ellos no tenían control sobre sus visiones, uno de los hombres sólo veía perros; otro bebés.Algunos experimentaron alucinaciones sonoras, como escuchar una caja musical o un coro, otros imaginaban que los tocaban y uno de los hombres sintió que una bala le impactó en el brazo.Cuando los voluntarios salieron del experimento, no pudieron librarse tan fácilmente del sentido alterado de la realidad, estaban convencidos de que el cuarto se movía o que los objetos cambiaban constantemente de forma y tamaño.Los investigadores deseaban poder hacer durar a los sujetos en el experimento durante varias semanas, pero la prueba fue acortada porque se los veía muy angustiados como para continuar, muy pocos duraron más de dos días y ninguno llegó a la semana. Los resultados fueron “muy perturbadores”, descubrieron que con solo aislar por unos días los estímulos visuales, auditivos y táctiles a un universitario sano es posible alterarlo hasta lo más profundo de su ser”.La gran pregunta fue ¿por qué el cerebro se comporta así al privarse de los sentidos? Los psicólogos creen que la parte del cerebro encargada de las tareas diarias habituales y continuas como la percepción sensorial, está acostumbrada a recibir y procesar gran cantidad de información, visual, auditiva y demás datos del entorno.Cuando esta información “escasea por el aislamiento”, se cree que las diferentes partes del sistema nervioso que alimentan al cerebro siguen disparándose, aunque sin sentido, por lo que luego de un tiempo, el cerebro empieza a darles sentido, y así se crean las alucinaciones, creando imágenes completas a partir de percepciones parciales.Una de nuestras capacidades esenciales es desarrollar y mantener la “sociabilidad”, donde buscamos compañía de otros que actúan como intermediarios, consejeros y controladores, los cuales nos ayudan a saber si nuestras emociones y sentimientos como miedo, ira, ansiedad, tristeza y otros, son apropiados. La vida en comunidad permitió pulir nuestras emociones y sentimientos, haciéndonos más sociables y beneficiándonos de la vida en grupo.Cuando estamos en soledad y aislamiento, al no tener intermediarios ni otros seres, en poco tiempo nuestras emociones distorsionan nuestra identidad, alteran la percepción o nos vuelven profundamente irracionales.Pareciera que si estamos mucho tiempo aislados, el sistema mental que regula nuestra vida en sociedad nos satura de estímulos imaginarios.Aunque no siempre el aislamiento social es debilitante, ya que algunas personas pueden lidiar con la soledad mejor que otras. Por ejemplo estudiando a exploradores y montañistas solitarios, que se privaron voluntariamente de compañía, un sustituto efectivo es apreciar el paisaje, que los envuelve en la grandeza y belleza de sus alrededores.Otros aventureros dicen que para soportar situaciones extremas de soledad se debe “trascender la realidad” de esa situación, practicando yoga, meditación u oración.La soledad extrema es algo terrible, puede destrozar nuestro espíritu y debilitar nuestra resistencia más efectivamente que cualquier otra forma de maltrato, hay desesperación inmediata y la depresión nos puede invadir.Somos considerablemente inferiores cuando nos separamos de los demás, la soledad intensa suele ser la desdicha total, por lo que debemos aprender a valorarla de forma positiva, debemos tratar de ser mentalmente fuertes, afianzando el trabajo de nuestra imaginación para derribar los muros de nuestra prisión mental, encontrando consuelo y conexión más allá de nosotros mismos .Hasta acá todos estamos de acuerdo en que la soledad extrema es dañina, pero existen diferentes formas, una cosa es la soledad impuesta por un castigo como sucede en las cárceles; o aquellos aislamientos que a pesar de que uno los buscó se extendieron en el tiempo, superando nuestra resistencia, como sucede en los navegantes que se lanzan a la aventura por placer, pero algunos suelen enfermarse y enloquecer.Existen también personas que en ocasiones suelen buscar la compañía de la soledad, para tranquilizarse de la excesiva inundación de estímulos a la que son sometidos diariamente, para buscar un camino soñado, repararnos de un fracaso o desengaño, o simplemente para aliviarnos.Aunque disfrutamos de las compañías, solemos a veces buscar un nuevo espacio “solos” para poder respirar de otra forma, para meditar, para descubrirnos interiormente o para comprender qué es lo que nos hace felices.Este espacio en soledad que buscamos es voluntario y a veces necesario, ayudándonos a limpiar nuestras emociones y a sanarnos, para volver al ruedo de la comunidad con más vigor.Colaboración: Bazán J. L. – MédicoDeseo tu opinió[email protected]




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