Pasaron 17 años desde que Susana De Olivera (40) emprendió su propio camino en la Policía de Misiones. Junto a otras 32 aspirantes, fue una de las primeras mujeres en abrir la promoción femenina de la fuerza, en 1999. Desde entonces siempre soñó con llegar lejos y, por ejemplo, tener una dependencia a su cargo. Pasaron 17 años. Y el lunes, finalmente, ese sueño se cumplió.“Como todos, cuando se entra a la fuerza, una sueña con ser jefa de una comisaría. Esa es tu meta, tu sueño. Pero éramos tan pocas y parecía tan lejano”, recuerda De Olivera junto a PRIMERA EDICIÓN. Lo dice sentada en el despacho del jefe de la comisaría seccional Séptima, el que le corresponde desde el último lunes, cuando se transformó en la primera mujer al frente de una dependencia operacional. El sueño se cumplió y, para más, marcó un hito histórico para la Policía provincial.Susana se convirtió en la primera mujer al frente de una comisaría “ordinaria”, por así decirlo. Es que ya hubo -y hay- colegas al frente de las distintas comisarías de la mujer. Pero nunca hubo una policía al mando de una dependencia de esa categoría, mucho menos en un sector clave como el que maneja la Séptima, que tiene bajo su tutela la seguridad pública de Villa Cabello y buena parte del oeste posadeño.Horas después de asumir, De Olivera recibió a este diario y contó parte de su vida detrás del uniforme. “Esto es un reconocimiento y un mensaje a las mujeres, para que continúen al frente”, dice con una sonrisa difícil de explicar solamente con palabras.De Olivera nació y se crió en la chacra 150, a pasos de la comisaría de la que ahora es jefa. Tiene cuatro hijos -de 6, 8, 13 y 16 años- y está casada con un efectivo retirado de la fuerza. “El más chico quiere ser policía, anda todo el día con el gorro atrás mío”, cuenta en confianza. Eso también la llena de orgullo.Susana lleva el uniforme en la sangre. Su abuelo, su papá y sus tíos formaron parte de la fuerza. Y ella ya en su propia familia abrió el juego:?fue la primera mujer en entrar a la Policía provincial. Y más. Porque también formó parte de la promoción de 1999, la primera en la que se abrieron las puertas para la rama femenina. Una pionera en varios sentidos.“Me decidí por la familia, pero también porque siempre me gustó. Como dice el escudo, hay que tener vocación. Muchos dicen que tiene que ver con asegurarse un trabajo o un sueldo, pero para mí no sé si es tan así. Te tiene que gustar. Tenés que sentirlo en la sangre”, afirma la entrevistada. Y lo demuestra con los recuerdos de la instrucción, donde el sistema recién se preparaba para recibirlas. “Al principio no fue fácil, porque eran todos hombres y, a la hora de ir a hacer instrucción militar, por ejemplo, íbamos a la par de ellos, al agua, al barro. No había ningún tipo de distinción”, relata.Sin embargo, el empuje y la vocación le permitieron iniciar su carrera en la Policía. Ya desde el principio trabajó en la calle. Pasó por la Primera y la Tercera de Posadas, entre otros destinos. A principios de año fue designada como “Segunda Jefa” de la Séptima. Y ahora le llegó la oportunidad como titular.La pregunta es inevitable. ¿Qué se siente ser mujer en un lugar donde históricamente la autoridad viene de la mano de la figura masculina? “Siempre trabajé con más hombres que mujeres, pero nunca tuve ese problema de que digan ‘no, mi jefa es una mujer’. Trato de marcar los límites, pero siempre de buena manera”, admite De Olivera, que sabe del peso de ‘ser la primera’, aunque eso es también motivo de orgullo. “Me siento orgullosa porque para mí esto es un reconocimiento y un mensaje a las mujeres, para que continúen al frente y sepan que se puede llegar, que nada es imposible”, sonríe. Susana agradece el apoyo y la confianza, tanto de la Unidad Regional I como de sus “directores generales” y de la Jefatura. Y, claro, también del personal que tiene a cargo. “Es un sueño hecho realidad”, dice, sin olvidar el sacrificio de tantos operativos en los que sorprendió a más de uno de sus colegas masculinos. “Jefa, yo no me la imaginaba a usted así”, le dijeron en más de una oportunidad. Así se ganó su lugar y el respeto de sus compañeros.Casi dos décadas con el uniforme curtieron la piel de Susana, con experiencias malas y buenas. De las primeras, recuerda aún aquella tarde en que una joven se arrojó de un edificio céntrico de Posadas para quitarse la vida. “Son esas cosas que te marcan para siempre. Volvés a tu casa pensando que podrías haber hecho algo más”, resume y da a entender lo que no muchos comprenden, que detrás de la rigidez que impone el uniforme también hay sentimientos.No obstante, también hay momentos gratificantes. “La retribución cuando la gente te agradece por un esclarecimiento, por encontrar a una persona, no tiene precio. Es sentirse orgullosa porque pudiste hacer bien tu trabajo”, admite sobre el resultado de esa vocación que la mueve.Susana no puede dejar de lado el instinto maternal y lo lleva a la práctica a diario, no sólo con sus hijos. “Cuando hay menores, antes de entregarlos a sus padres, los traigo acá y les digo que le hablen a sus hijos, que los ayuden o que busquen ayuda. Algunas veces los junto y le digo a los chicos que vean el daño que le hacen a su mamá, que trabaja todo el día y después viene acá y llora por él”, relata sobre los ‘extras’ con los que busca mejorar la vida de los más chicos para evitar que vuelvan ‘a caer’.Con 17 años a cuestas en la fuerza, De Olivera no se arrepiente de haber escogido el camino de la Policía. “Menos ahora, que me siento muy contenta”, dice entre risas, tras repetir, una vez más, que se trata de “un sueño hecho realidad”. Esa es su vida, la vida que eligió y la que cuenta orgullosa, sin perder la misma humildad de esa chica que en 1999 abrió las puertas de la fuerza a las mujeres. “Si pudiera volver a elegir, elegiría otra vez la Policía. Una y mil veces. Y más. Amo mi trabajo”, cierra la “jefa”. Fotos: J.C. Marchak





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