La tarde del sábado 19 de marzo, Gisel Rodríguez almorzó en casa de sus padres. Ese día le dio un beso a su madre, la abrazó y lloró. “Mami, me voy a Concordia porque las cosas con Martín ya no funcionan. Él está haciendo su bolso, se va”, le dijo a María Alejandra Correa, que jamás imaginó lo que iba a suceder pocas horas después. Al día siguiente, María vivió la peor pesadilla para cualquier madre: Gisel, su hija, apareció muerta en el interior de la vivienda que alquilaba sobre calle Japón, en el barrio Residencial Sur de Posadas.El cuerpo estaba tendido sobre el sofá del living, boca arriba, tapado con toallas y sábanas. Fue difícil reconocerla, ya que el asesino la desfiguró a golpes. Sin embargo, la autopsia reveló que más allá de eso, su verdugo la mató por estrangulamiento. Todo frente a la hija de ambos, de sólo 3 años.Martín Carlos Ruíz Díaz (29), de oficio carnicero, fue <a href="http://www.primeraedicion.com.ar/nota/216741/mato-a-su-expareja-y-huyo-a-paraguay-vea-las-fotos.html">detenido algunas horas después en Encarnación, Paraguay</a>. Ante los medios de aquel país alcanzó a confesar el crimen. “La maté por problemas personales”, dijo entre otras cosas. Más tarde se supo que Gisel lo había denunciado, por lo menos, dos veces. Había sido <a href="http://www.primeraedicion.com.ar/nota/216775/femicidio-en-posadas-el-era-muy-violento-por-eso-se-separaron.html">víctima a diario de golpes, amenazas y otros ataques</a>. Pero pese a todo, Ruíz Díaz continuó libre.Después del femicidio El domingo 20 de marzo, cerca de las 8, Waldemar Rodríguez Da Silva, padre de Gisel, recibió un mensaje de texto de Ruíz Díaz. “Nos preguntó si podía dejarnos a nuestra nieta y le dijimos que sí. Le pregunté por Gisel y nos dijo que estaba en el sanatorio, cuidando a su abuela”.Una hora después, el carnicero llegó a la casa de sus exsuegros y les dejó a la pequeña de 3 años. “Entró a nuestra casa y con toda la frialdad del mundo nos dejó a nuestra nieta. Incluso, saludó con un beso a mi señora y le dijo ‘cuidela por mi’”. Lo vieron calmado. Sin embargo, les llamó la atención un rasguño en la cara, pero no dio explicaciones y se marchó.“Mi señora miró el bolso de la beba y me dijo ‘esto no está bien. Gisel nunca trae a la nena descalza, despeinada, sin sus cosas’. Preocupada me pidió que vaya a la casa de nuestra hija”. Cuando llegó a la escena del crimen, observó que la puerta estaba abierta, pero el portón cerrado. “Golpeé las manos y Martín se acercó a la vereda, me dijo ‘suegro ¿qué te trae por acá? ¿qué pasó?’. Le digo: ‘mi señora esta preocupada por Gisel. La llama y no contesta’”. El carnicero le contestó “‘quédese tranquilo, lo que pasa es que ella echó el celular cuando iba en la moto. Nos estamos contactando sólo con mi celular’”. El padre de Gisel no sospechó nada raro y se retiró.“Para calmar a mi esposa le dije que estaba todo bien. Pero mi señora me preguntó si vi la moto de Gisel. Le dije que sí, que estaba en el garage. Entonces comenzó a llorar y me dijo: ‘Gisel me escribió que se fue al sanatorio en la moto. Algo está pasando’”. El matrimonio subió al coche y regresaron a la casa de la calle Japón, de donde Ruíz Díaz ya había escapado. “Mi señora entró corriendo con la beba y comenzamos a buscar. Fui al baño y encontré todo mojado, con ropas en el piso. Pero la cama estaba extendida y el piso de la casa estaba muy limpio, todo ordenado, acababan de limpiar. De repente escuché el grito de mi señora, corrí y vi a mi Gisel. Mi hija estaba muerta”.Una hora después de que se conociera el crimen, Martín Ruíz Díaz había cruzado la frontera a bordo de su automóvil Peugeot 405. Pero, no llegó lejos.El carnicero fue atrapado en Encarnación el lunes 21 de marzo, cuando se aprestaba a tomar un colectivo y ganar distancia en su intento de fuga. Días después fue llevado ante el juez Marcelo Cardozo, donde mantuvo el silencio. Paradójicamente se aguardaba que declarara, o al menos esa expectativa había generado luego que, previo a su expulsión de Paraguay, admitiera ante una periodista de televisión que asesinó a su expareja.Una semana antes del femicidio, el carnicero fue a casa de sus exsuegros y les pidió perdón. Waldemar no lo dice, pero siente dolor de haber confiado en ese hombre, de no haber sabido antes el calvario por el que ella pasaba. Toda la familia de Gisel fue víctima de una trama basada en mentiras y violencia. “Él me dijo que quería volver con mi hija porque quería a su familia, a la nena. Pero volvió para matarla. Y yo no sabía que mi hija era golpeada, nunca nos dijo nada. Nos hubiese dicho, ese fue el error más grande que cometió”, se lamenta, con el dolor a cuestas y la certeza de que, con Gisel, algo de él también murió para siempre.Que no sea una leyenda…Después del femicidio de Gisel salieron a la luz las denuncias que hizo contra su expareja. “Mi hija lo denunció pero la Policía no hizo nada” dijo con bronca Waldemar.“No soy quién para decir cómo deben trabajar. Pero como padre de Gisel les exijo que hagan algo. Les falta interés en proteger a las mujeres. Si ellas denuncian, deben buscar al delincuente que las golpeó y meterlo preso. Porque mientras no hacen nada, mientras las dejan solas, ellas callan por miedo de ser dañadas, de que lastimen a sus hijos. Soportan esos maltratos. Tienen que poner un policía, mujer o hombre, que una vez por semana vaya a la casa de la víctima y que con sus ojos vea si tiene un nuevo golpe, una nueva marca. Que las acompañen, para que esa mujer tome confianza y diga qué sucede”, reflexionó, según su punto de vista, tras lo cual agregó: “se deben contactar con algún familiar cercano y que los mantenga al tanto. Y si confirman que hubo un nuevo ataque, entonces que ese delincuente vaya a la cárcel. La decisión es de las autoridades. Que no sea una leyenda la denuncia de una mujer que acusa por maltrato”. Una denuncia fuerte que revela el drama de GiselPRIMERA EDICIÓN accedió a una de las denuncias radicadas por Gisel poco antes de su asesinato. En ella, la joven que se desempeñaba como mesera en un restaurante de la Costanera, revela parte del calvario que le tocó vivir y por el cual buscó ayuda, en varias oportunidades. “(…) Regresé de trabajar a eso de las 05.30 de la mañana, cuando me fui a la heladera, él comenzó a insultarme y agredirme físicamente. Me decía que la hija no era de él y yo le dije que sí era de él y que se lavara la boca antes de decir eso. Entonces más se enojó, me agar
ró del cuello y me lanzó al suelo, se subió arriba y comenzó a pegarme con golpes de puños en la cabeza. Me pisó los brazos y las manos. Luego agarró un cuchillo, con mango de color marrón, Tramontina, y me dijo que me iba a matar. En ese momento se despierta la nena y él la agarra y la lleva a la pieza y la tira dentro de la cuna. En eso salgo corriendo detrás para que no le haga nada, después de eso me dejó encerrada con el bebé. Ahí salí por la ventana y me fui para pedir ayuda (…)”.





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