Hace poco más de un año, en mayo de 2015, la fábrica de bolsitas La Arminda SA de esta localidad dejaba de operar, desencadenando una serie de hechos lamentables, en especial para las casi cincuenta familias de trabajadores que se quedaron sin su fuente laboral.En estos últimos días, comenzó nuevamente a funcionar con unos treinta trabajadores, quienes estuvieron al frente de los reclamos por la reactivación de la misma. Así lo aseguró a PRIMERA EDICIÓN el presidente de la Cooperativa de Trabajo “Bolsas Kraft ex La Arminda”, Gabriel Berón. “Logramos un contrato por nueve meses con el propietario de la empresa. En ese tiempo no nos van a cobrar ningún alquiler, pero nosotros tenemos que hacer funcionar la fábrica para así saber lo que se puede producir, y a la vez tener la certeza de cuánto es la deuda que mantiene la empresa, es una obligación que nos incluye a nosotros como trabajadores”, explicó Berón. Asimismo, agregó que “para nosotros es un desafío muy grande porque tenemos que salir al mercado a intentar recuperar los clientes perdidos, además debemos poner un administrador, mejorar las relaciones humanas entre nosotros y para eso ya estamos trabajando en un organigrama”, detalló.En este tiempo, con la amenaza de que se pudieran llevar las máquinas, los trabajadores cumplieron sus horarios de trabajo con normalidad, “haciendo guardia” como lo definieron. Y por otro lado, buscaron alternativas para subsistir, haciendo changas, eventos solidarios, ventas de comidas. También contaron con una ayuda alimentaria de la Municipalidad.“La ayuda de la Comuna fue muy importante para nosotros, pero en realidad el dinero vino de nuestra comunidad. Estamos muy agradecidos y ya vamos a encontrar la manera de retribuir a la sociedad toda la ayuda”, expresó Berón.En total fueron catorce meses de lucha para estas familias, enfrentar las presiones de los patrones, de sus propias familias y de la sociedad que rumoreaba que se querían quedar con la fábrica. Sin embargo, superaron esa difícil etapa y hoy se encuentran realizando bolsas para almidón, té, yerba y carbón.Un pasar distinto“El que se siente amado y respetado, aprende a amar y a respetar. El que se siente contenido e integrado en un grupo, aprende a ser solidario y a trabajar cooperativamente”, reza una leyenda en la pared de la exArminda.“Con todo esto nuestra vida cambió, yo tengo cuatro hijos adolescentes y quiero que todos se formen en los conceptos del cooperativismo, no importa la carrera que elijan, pero que la desarrollen dentro de este marco, porque lo que se puede lograr con esta forma de trabajo nosotros no nos imaginamos”, relató a este Diario Raquel, una de las trabajadoras.Además, contó cómo fueron estos duros meses para su familia: “Mis hijos sufrieron mucho, son todos adolescentes y la pasaron muy mal porque nada se podía, todo era no hasta que la cosa mejore. La fábrica fue nuestra vida en estos meses, hasta nuestros hijos tuvieron que salir a hacer changas para subsistir”, reveló. Patricia, otra trabajadora, enfrentó las presiones de la sociedad: “Vayan a trabajar manga de vagos nos gritaban cuando cortábamos la avenida, muchos no entendían que solamente defendíamos nuestra fuente laboral. Pero así como algunos nos criticaban, otros nos ayudaron muchísimo”, indicó. Hilda, una de las mujeres que encabezaba las ventas de pastelitos, empanadas y bollos en la avenida 9 de Julio de esta ciudad, sufrió un pico de estrés y un infarto en medio del conflicto. Pero a pesar de las penurias, nunca dejó de ser amable y de sonreír. Ahora, aunque es cauta en sus expectativas, confía en un nuevo destino. “Fue un año en el que tuvimos que cambiar muchas cosas, venía mi hijo de estudiar y no nos veíamos porque tenía que estar en la fábrica. Además de mi problema de salud, también mi esposo está enfermo y fue un proceso muy difícil y nos cambió mucho. Se nos armó un desequilibrio total, fue un año y medio muy difícil porque en la fábrica no nos pagaron nada en todo este tiempo, por lo que tuve que hacer otros trabajos, limpiando y haciendo las comidas para vender. En todos los aspectos nos cambió mucho, en lo social, entre los compañeros, en la economía, fueron muchos golpes y no estábamos preparados”, indicó la trabajadora.Los inmensos depósitos de la fábrica que supo ser una de las industrias más importantes de la localidad, y que en sus mejores épocas estaban repletos de materia prima, hoy están vacíos de bobinas y pedidos por entregar, pero llenos de esperanzas de los trabajadores y sus familias. Fotos: Gentileza Sergio López





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