Cuando decido jugar un “fulbito” de veteranos un sábado por la tarde, previo al encuentro evalúo si los contrarios son demasiado jóvenes por las posibles patadas, golpes y burlas, también calculo como se portará mi rodilla dolorosa operada hace años, además suelo mirar “de reojo” el tamaño de mi pancita que me dirá el grado extra de esfuerzo que deberé realizar; y siempre evalúo el aguante de mi corazoncito sobre si va a poder bombear suficiente sangre para toda mi carrocería.Todos, sin excepción, permanentemente medimos cada situación y hechos que se nos presentan, evaluando los riesgos de cada acción, objetos o personas, que pueden tener para nosotros, por ejemplo si viene un perro por la calle primero calculamos su actitud y comportamiento, para detectar si tiene intenciones de darnos un tarascón.Percibir el riesgo es detectar la posibilidad de sufrir un daño por parte de una persona, un animal, un hecho o un objeto, como cuando usamos agroquímicos en nuestros cultivos, debemos saber sus efectos, pues pueden ser dañinos para la salud humana, animal o ambiental, como ocurrió con el “parathión”. Evaluar el riesgo es entender la toxicidad de algo o alguien, saber qué daño hace, que será mayor cuanto más tiempo estemos en contacto con él, es calificar su grado de confianza, por ejemplo si necesito un cirujano para operarme, buscaré uno con experiencia y que me trasmita seguridad, para disminuir el riesgo de la cirugía.Todas las situaciones en la vida cambian continuamente, teniendo un impacto sobre nosotros, pudiendo ser algunas perjudiciales, esa percepción subjetiva particular de cada uno de lo dañino, es la “percepción del riesgo”. Cuando manejamos un auto usamos el cinturón de seguridad, los espejos para conducir, tocamos bocina, ponemos guiño para doblar, obedecemos las señales luminosas y carteles, etc.; realizamos un grupo de maniobras preventivas para disminuir los riesgos que significa este evento.Realizamos “prevención” disminuyendo la agresividad del objeto riesgoso, por ejemplo para manipular un agrotóxico en el cultivo, debemos prepararlo usando máscaras, guantes, evitando que los niños y embarazadas estén cerca del lugar.Cuando un médico indica un medicamento, no escribe simplemente un recetario y automáticamente “Tome cada seis u ocho horas”, sino que previamente hizo una evaluación del riesgo del mismo, con sus posibilidades de ayuda, las particularidades del enfermo y su enfermedad, para luego tomar una decisión por una dosis y prescribirla. Al anular o disminuir un riesgo hacemos más tolerable y menos dañino un evento, como hacen los doble de acción en las películas que al tirarse de un edificio alto evalúan todos los detalles con los posibles riesgos y así neutralizarlos, tirándose sobre colchones inflables gigantes que amortiguan su caída.Existen riesgos que podemos evaluar porque son predecibles, pero hay otros riesgos que son impredecibles, como el tsunami del océano Índico (2004) que mató a cientos de miles de personas en Indonesia, Malasia, Sri Lanka, India y Tailandia, y nadie pudo predecirlo, aunque elefantes de una isla lo presintieron, guiando a sus dueños y familias a lugares más altos, antes de que llegaran las olas gigantes.“Catalina pertenecía a una familia de trapecistas que trabajaban en un circo recorriendo los barrios porteños en los años cuarenta. Antes de cada actuación, como cábala alguien del circo gritaba “Agarrate Catalina”, hasta que una vez la persona que debía pronunciar la frase se ausentó.Así fue como la pobre Catalina terminó muriendo a los 25 años, durante una función del circo en el barrio de San Telmo. Luego de este hecho usamos esta frase para estar alerta, detectar el riesgo o amenaza, poder solucionarla o disminuirla; algo en lo que Catalina falló.Nosotros tenemos distintas intensidades para percibir el riesgo, por un lado están los que poseen “demasiada” conciencia de riesgo, viendo peligros por todos lados, y por otro lado los que “no ven” riesgos en ningún lado, viven adormilados. Los dos extremos son muy limitantes para vivir porque el primero vive temeroso y angustiado, y el segundo es un desprevenido e inconsciente, fácilmente atrapable por el daño.Determinar un riesgo es muy personal, pues lo captan nuestros sentidos que los analizamos junto a nuestros temores y fortalezas, producto de experiencias anteriores, para darle un nuevo significado, o sea que cada persona evaluará el riesgo de una forma diferente, por ejemplo yo que temo a las alturas, mirar para abajo por un balcón es un calvario, pero no para otros.También evaluamos los riesgos no como un hecho aislado, sino como un producto social y cultural complejo; la historia, el medio ambiente, económico, político, social y cultural donde convive la persona posee su influencia; pues la sociedad me enseña a qué debo temer y a qué no, por ejemplo debo cuidarme de los accidentes, los delincuentes y las víboras.El proceso mediante el cual las personas se conocen y se evalúan entre sí en su comunidad es totalmente diferente de una sociedad a otra, y además varía dentro de cada una sus formas de evaluar los posibles efectos y peligros de un riesgo; por ejemplo para un grupo de pobladores de una comunidad la lluvia por más de cinco horas la pueden considerar poco peligrosa, mientras que otra comunidad cercana a una represa, esa misma lluvia es muy peligrosa pues la podría hacer rebalsar. Una persona evita los riesgos, a otra les son indiferentes y para otra los efectos son importantes, toda percepción del riesgo es subjetiva y la vamos construyendo durante toda la vida para ayudarnos a entender y hacer frente a los peligros. La percepción enfocada para entender el riesgo de algo o alguien, es una forma de entender las relaciones de “causa –efecto”, por ejemplo no usar cinturón de seguridad nos predispone a que ante un accidente tendremos mayor probabilidad de lesiones graves.El poder determinar el riesgo en el comportamiento de las personas, implica entender si son peligrosas para nosotros, haciéndonos modificar nuestro comportamiento, como cuando un vendedor de drogas cerca de casa expone a un riesgo importante a nuestros hijos.La evaluación del riesgo es diferente para todos, lo hacemos según la pérdida potencial que podamos tener, según las experiencias previas, según nuestros temores, angustias y alegría, aunque lo importante es encontrar el adecuado equilibrio al hacerlo.Por J.L. Bazán – MédicoDeseo tu opinión: [email protected]





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