Siguiendo lo expuesto por la Psicóloga Gunnel Minett, hemos visto que por miles de años el mundo fue observado en Oriente desde una perspectiva subjetiva, con las percepciones y las experiencias interiores que se alcanzan mediante prácticas como el Yoga, que el mundo occidental ha conocido en gran medida gracias al desarrollo de la física moderna, porque nos facilitó la comprensión de que cada uno de los fenómenos de nuestra vida se puede describir sencillamente como energía, que en cierto modo todo está vivo y que somos parte de la misma entidad. La citada autora refiere que el Yoga contiene una visión holística del cuerpo y de la psiquis, es desarrollo interior y se puede describir como un lento proceso de purificación del cuerpo y del alma, donde cada uno de sus pasos enseña la disciplina de vivir de forma que sea posible alcanzar la unión con lo absoluto. Y eso es lo que la palabra Yoga significa: unión, reunión, reintegración de cuerpo, mente y espíritu en armonía con el todo.No olvidemos este significado en medio de tantos usos diversos a partir de la difusión del Hatha Yoga, que es su modalidad físico-fisiológica y mental, la que más se practica en Occidente y que tiende a ser considerada como un sistema de ejercicios que permite alcanzar la madurez personal, la relajación física y psicológica y resolver algunos problemas físicos, lo cual no deja de ser muy bueno. También vemos a diario posturas sobre tablas de surf, o combinadas ingeniosamente con otras prácticas o artes corporales -todas muy plausibles- empleando el nombre Yoga aún si se estuvieran apartando de su sentido original. Pero… esta palabra, Yoga, tiene un significado tan maravilloso que hasta para quienes lo desconocen ¡su “buena vibra” siempre está! Dejemos que nos lo describa la periodista, escritora y profesora de Yoga Beatríz Spinosa: “Ser a través del cuerpo en la postura, a través de la mente puesta en la respiración. Encarnar ese vacío que somos… Postura, respiración y concentración ayudando a recuperar esa sensación gozosa de totalidad. Soledad gozosa en el sí mismo hasta trascenderlo en un comienzo de meditación… Y en ese estar ahí, concentrado, suspendido en el vaivén del aliento, surge de pronto la impermanencia del mundo… de lo que vemos y percibimos. En ese estar aparece lo Real, que no es la belleza del mundo. Aparece ese algo indescriptible que no puede explicarse. Un estado lúcido, abierto, instantáneo. Una toma de conciencia momentánea, que nos libera del tiempo. Un estado en el que el cuerpo se trasciende, deja de ser y es la percepción misma y también lo percibido. A partir de esta sensación, nuestro cuerpo tendrá otro significado. Envoltura frágil, mutante, efímera, ilusoria y real al mismo tiempo. Capaz de crear al mundo y de recrearse constantemente. En esa constante recreación transcurre nuestra vida. Y sentimos que dentro de nosotros fluye la energía del mundo. Y sabemos que nuestro cuerpo -75% de líquidos- renueva sus células casi en su totalidad cada cinco años, que sus tejidos se renuevan totalmente. ¿Qué había antes de que naciéramos? ¿Qué habrá después? Eso es el cuerpo. Núcleo, centro, irrepetible, único, cambiante, receptor y transmisor. Eso es el cuerpo: una pequeña burbuja de prana suspendida en el universo.”Y después de estas sensaciones… cuánticas, reconectados con la Creación en la colchoneta, en la hora del ahora, regresamos lentamente a las sensaciones… cotidianas, completamente renovados. Namasté.Colabora: Ana Laborde Profesora de Yoga [email protected]. 4430623




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