A veces me gustaría vivir en una comunidad en la que se aprecien más las opiniones de los adultos mayores. Creo que después de seis o siete décadas en la tierra sobreviviendo, algo importante tenemos para decir u ofrecer, aunque no siempre tengamos la razón.Las mujeres de la tercera o cuarta edad hemos pasado por muchos cambios sociales y la historia nunca antes había registrado una generación que haya alcanzado la esperanza de vida que logramos nosotras. Recordemos los cambios sucedidos: hasta la década del 50 el modelo era “buena chica” sin ideas propias. En la década del 60 y del 70 vino toda una revolución colorida y bohemia en que se logró la participación política, la aparición de la píldora y el poder elegir si se quería o no tener hijos, la conquista de mayores derechos laborales, la igualdad en la educación, el derecho a ocupar lugares o ejercer profesiones que eran exclusivamente masculinas.Hemos desafiado estereotipos y trazamos un camino, el viaje fue accidentado pero las tormentas nos hizo fuertes. Abrimos puertas por las que jamás se había permitido que una mujer entrara. Pudimos efectuar elecciones personales con respecto a con quién vivir, y qué creencia espiritual o religiosa tener.Es así que ahora estamos descubriendo que tenemos una voz y el derecho a decir lo que pensamos, de defender lo que creemos. Obvio, después de sesenta años en este planeta claro que tenemos algo que decir!! Ya no importa el “quedar bien” con lo que se dice, aunque una anciana sabia es respetuosa de las opiniones de los demás, y expresa sus ideas con voz fuerte y clara.A través de los talleres de longevidad fui recolectando afirmaciones de mujeres que dicen que haber llegado a la tercera edad es como una liberación de los convencionalismos, y poder decir ahora lo que de jóvenes no se animaban a expresar. Ejemplos: Elena: ”Digo lo que pienso, pero también aprendí a guardar silencio”. Susi: “Ahora que estoy jubilada uso mi voz más que antes. Seguramente que ya no me importa tanto lo que otros piensen. Siento que tengo derecho a expresar mis ideas”. Bea: “Siento que me gané el derecho a decir lo que pienso. Ya no pierdo mi tiempo en mentiras”.Por último, cuando las ancianas sabias alzan su voz de manera fuerte, inteligente y respetuosamente pueden detener o impedir muchos abusos e injusticias, y convertir a sus comunidades en un lugar seguro para las mujeres y los niños.Colabora: Hilda Gonzá[email protected]





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