Abelardi…así lo llamaba. Nos saludamos hace pocas horas, en la redacción del Diario. Era un hombre macanudo, laburante y luchador nato, al que nunca escuché hablar mal de nadie. Sólo se reía. A veces lo veía dormirse en su silla y en un principio pensé que no aguantaba el sueño en horas de la siesta, como buen provinciano. Luego me enteré que a la salida del Diario, o antes de entrar, hacía de “tachero” para llenar la olla y llevar el sustento a su casa.Padre de cinco hijos; no era de quejarse, ni en el Diario ni al volante del remís. El domingo estaba en casa cuando me enviaron un mensaje con la noticia de su muerte tempranera e injusta. Estaba estacionado en el semáforo de Centenario y San Martín, en sentido este-oeste. Llevaba pasajeras y aguardaba la luz verde para reanudar la marcha cuando otro vehículo se cruzó de carril y lo chocó de frente.La fuerza del impacto arrastró su coche cuanto mínimo unos quince metros. Piloto experimentado y probo, no habrá tenido ninguna oportunidad de evitar su final.Poco después la Policía informaba lo que parece una constante en tragedias como esta: el conductor del otro vehículo dio positivo en el test de alcoholemia. Un flagelo que pareciera no encontrar solución, aún con la nueva legislación que establece “Alcohol cero al volante”.La información rápidamente se extendió a las redes sociales y los sentimientos de bronca, impotencia y reclamo de justicia -entre otros- arreciaron con la fuerza de un tsunami. Muchos acusaron a la Policía y en este aspecto, podría exigirse en todo caso más controles o ajustar la efectividad de los mismos pero no un efectivo o patrulla en cada esquina.Es evidente que al menos una parte de la sociedad no termina de tomar conciencia del peligro de conducir alcoholizado.Pese a las campañas de concientización y las estadísticas nefastas de muertes por incidentes viales, que este año en Misiones amenazan con quebrar todos los récords, las víctimas fatales no cesan en caminos, calles o rutas de la provincia.En este contexto, cada conductor sabe -y no se prefigura como indica el Código Penal para la figura de dolo eventual- que puede provocar la muerte si conduce bajo los efectos del alcohol. Es cierto que la provincia tiene problemas de infraestructura que contribuyen a este flagelo -primera causa de muerte en la Argentina y en otros puntos del planeta-; pero no es menos cierto que, por más perfecta que sea la carretera, nada evitará una tragedia si un conductor alcoholizado pierde el control del coche, se pasa de carril e impacta de lleno contra otro que, para colmo, está estacionado. Los ecos de los reclamos también se orientaron hacia la modificación del Código Penal para que los responsables encuentren su castigo tras las rejas. En todo caso se necesitan jueces que, de una vez por todas, apliquen con rigurosidad científica lo que establece la Ley: el delito de homicidio culposo, calificación con la que suelen elevar las causas a juicio, prevé un máximo de cinco años de cumplimiento efectivo.Pero claro, resulta más sencillo y salomónico condenar a tres años en suspenso para concluir la cuestión en una típica de Poncio Pilatos.Otra cuestión es la mora judicial. Resulta indefendible que la instrucción de un episodio de estas características tarde uno, dos o más años.Para muestra basta un botón. El caso Slámovits, llamado así por el apellido del conductor del coche que atropelló y destrozó a dos mujeres en la avenida Alicia Moreau de Justo, lleva más de un año -sucedió el 7 de febrero de 2015- y aún no tiene requerimiento fiscal de elevación a juicio.No es el único ejemplo. Hay otros que van en el mismo camino con el sabor amargo de la impunidad. Es hora quizás que el Poder Judicial explique las causas y razones de su accionar; que muchas veces transita en sentido contrario a lo que reclama la sociedad. Se trata de un Poder del Estado que pareciera reaccionar y hurgar para adentro sólo cuando se produce una implosión por algún escándalo o el poder político baja el pulgar a algún que otro magistrado o, incluso, cuando un intendente efectúa una denuncia pública a viva voz en el aniversario de su pueblo. Abelardi partió, como tantos otros, antes de tiempo e injustamente. Es hora, tal vez, de fijar precedentes para que su muerte no sea en vano.Porque la sed de justicia de los que quedaron en este mundo, con el dolor y el recuerdo del que ya no está, también debe ser saciada. Por Marcelo Galeano Jefe de la sección Policiales de PRIMERA EDICIÓN





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