Sin darnos cuenta, al querer escucharlos, comprenderlos que no sufran y sean felices, las siguientes generaciones nos olvidamos que existe una “buena” frustración, que es sana, fortalece y hace bien.Esto les permitirá sublimar, postergar la gratificación inmediata y buscar alternativas que muchas veces resultan más ricas y satisfactorias. De esos deseos no atendidos surge la posibilidad de salir del egocentrismo, mirar más allá de ellos mismos, descubrir a las personas que los rodean con sus deseos y necesidades, despertar al idealismo, encontrar el deseo, el interés y la fuerza para intentar cambiar y mejorar el mundo. Los jóvenes faltos de frustración son frágiles y disponen de poco recursos para enfrentar los contratiempos de la vida porque tienen poca práctica y entrenamientos de fortalecimientos a través de “no” de los adultos. A veces se convierten en pequeños ( o enormes) tiranos, que creen ser nuestros dueños o jefes, convencidos de que es nuestra obligación atender cada uno de sus pedidos, que ellos consideran exigencias, convencidos de ser los dueños de todos los derechos (y de ninguna obligación).Un último dato las pequeñas frustraciones de todos los días los preparan para las inevitables frustraciones que tendrán que enfrentar más adelante. ¡Bienvenida la tolerancia a la frustración a la vida de nuestros jóvenes! Señores padres. HaikuHas venido a turbar mi decadencia.Resplandeciente. Por Aurora Bitó[email protected]





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