El presidente electo Mauricio Macri enfrentará un Congreso nacional díscolo y adverso, con el Senado dominado por el peronismo y Diputados dividido, condiciones que lo obligarán a construir consensos para atender una larga lista de tareas y evitar el abuso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU).En la Cámara alta, el jefe del PRO sólo contará con cuatro senadores puros y, en el mejor de los casos, podría adoptar a los once representantes de la UCR y uno de la Coalición Cívica, sus principales socios en el frente Cambiemos.El panorama no es tan diferente en la atomizada Cámara de Diputados, donde el peronismo se mantuvo como la primera minoría pero sin la posibilidad de alcanzar el quórum, mientras que el conglomerado de gobierno podría sumar el auxilio del Frente Renovador y algunos bloques minoritarios para alcanzar el deseado número de 129 que exige el reglamento.Una de las primeras encrucijadas que deberá resolver Mauricio Macri después de prestar juramento el 10 de diciembre estará justamente en el Congreso, donde entre las dos Cámaras hay un total de 329 escaños y el macrismo sólo cuenta con 45 representantes, casi el 15% del total.De ahí la necesidad de avanzar en la construcción de un interbloque con sus principales aliados que le permitiría al futuro Gobierno contar con más de noventa diputados y unos quince senadores para garantizar la “gobernabilidad”, como insistieron algunos operadores de Cambiemos.Para Macri, el principal escollo está en el Senado, donde con la asistencia de sectores anti K podría alcanzar casi 30 voluntades mientras que el peronismo con 42 representantes quedó muy cerca de los dos tercios del cuerpo (48 senadores sobre un total de 72 miembros).El dato no es menor si se tiene en cuenta que una de las tareas que tendrá el próximo Gobierno es nominar a los candidatos para cubrir las dos vacantes de la Corte Suprema de Justicia que se generaron con los retiros de Eugenio Zaffaroni y Carlos Fayt.Pero, previo a atender estos frentes, el PRO, como partido de gobierno, deberá decidir el nombre para la presidencia provisional del Senado (segundo en la escala de sucesión) que se especula que saldrá del corto catálogo de representantes del radicalismo.En el ámbito de las especulaciones todas las miradas están puestas en el mendocino Julio Cobos, que ya dirigió el cuerpo durante su etapa de vicepresidente de Cristina Fernández, y quien le dio un fuerte espaldarazo al candidato de Cambiemos en la provincia cuyana en las elecciones del 25 de octubre.No obstante, a la carrera también se anotó el pampeano Juan Carlos Marino, que renovó su mandato en octubre, lleva doce años en la Cámara, ocupa actualmente la vicepresidencia y sobre todo apoyó, en su momento, la candidatura presidencial del jefe de la UCR, Ernesto Sanz, armador de Cambiemos.En la Cámara baja, donde el macrismo creció más de un ciento por ciento, el jefe del PRO tendrá un cuadro de situación más belicoso porque el peronismo viene de cuatro años de poder absoluto.Pese a la baja en el caudal de escaños, los referentes del FpV se jactaron de contar con 117 diputados encolumnados del lado opositor gracias al casi centenar de kirchneristas puros, y un poco más de quince aliados.Frente a este panorama, Macri ya pensó en Emilio Monzó, uno de los promotores de la coalición que lo llevó a la Casa Rosada, para la presidencia del cuerpo con la misión de ampliar la red de aliados.El exministro de Gobierno porteño deberá tener en cuenta que ni siquiera sumando a todo el Frente Renovador, algo que no está garantizado, le alcanza para conseguir el quórum, por lo que tendrá la tarea de convencer a una docena de bloques minoritarios, que aún no fijaron posición como Compromiso Federal, que apadrinan los hermanos Rodríguez Saá, y los socios de Progresistas.Está claro que el Congreso será la clave para el macrismo si realmente quiere cumplir con su plan de revisar las leyes aprobadas en soledad por el kirchnerismo durante los últimos años.





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