Es un tema controversial y a la vez muy tratado en las nuevas corrientes nutricionales. Las harinas forman parte de nuestra alimentación hace muchísimos años, son una fuente de energía rápida, económica y actualmente, en nuestro ovalo nutricional se encuentran en la base, pero… ¿Son indispensables? ¿realmente son saludables? Lo cierto es que en el mundo de la nutrición, pocas cosas son certeras para toda la vida porque surgen investigaciones y descubrimientos nuevos por parte de la presencia de cambios poblacionales con relación a enfermedades no transmisibles, que son las que más vidas cobran. La discusión parte de que se creen que son iguales o más nocivas que las grasas saturadas o grasas malas, tanto para la salud cardiovascular como para la obesidad. Lo cierto es que las nuevas corrientes indican que para llevar una vida más saludable, debemos disminuir nuestro consumo de las mismas. No sólo hay evidencias en cuanto al trigo, sino también existen otras relacionadas al gluten (proteínas presentes en ciertos cereales que producen intolerancia o reacciones físicas dañinas en personas con celiaquía), que indican que las harinas colaboran en un estado inflamatorio general del cuerpo, que llevaría o se relacionaría, con cambios metabólicos y en la salud, como por ejemplo, la resistencia a la insulina. En algunas enfermedades como la diabetes, la obesidad o la trigliceridemia (triglicéridos elevados en sangre) las harinas cobran un papel fundamental. En este sentido, se debe tener mayor cuidado en cuanto a las cantidades del consumo de las mismas como su calidad nutricional. Este último punto es indiscutible, ya que, aunque no las desterremos de nuestra alimentación, debemos optar por una mayor calidad de las mismas. Es decir, debemos elegir como fuente de energía a cereales integrales y ampliar nuestra selección de carbohidratos. ¿La recomendación? Disminuir o evitar el consumo diario de galletitas y panes simples, como también de los fideos o pastas y reemplazarlas por harinas integrales, combinarlas con semillas, salvados, consumir granos enteros como legumbres, arroz de tipo integral, harinas distintas a la tradicional de trigo como la harina de maíz, garbanzos, de almendras, de avena, de maní y cuidar las cantidades, ir reduciéndolas de manera paulatina hasta lograr desplazar su protagonismo en nuestra alimentación diaria. También se recomienda para este reemplazo, utilizar como acompañamiento a comidas principales carbohidratos más complejos como: papa, batata, mandioca, zapallos, legumbres y/o verduras para todos los días. De esta forma, tendremos una alimentación más armónica, saludable, con ingredientes distintos, con mayor variedad y más rica en su aporte de fibras, con mayor contenido de vitaminas y minerales, mejor rendimiento físico y mental como así también, mejores resultados bioquímicos en nuestro próximo chequeo médico.





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