Cuando hablamos de inteligencia emocional, se suele escuchar la frase “ponerse en los zapatos del otro”, esta capacidad para entender y comprender por qué cada uno hace lo que hace y opina lo que opina, tan importante en lo que hace a la convivencia.Ahora bien, me gustaría sumar una idea que creo fundamental para que este “ponernos en los zapatos del otro” resulte efectivo y no sea sólo una frase metafórica.La inteligencia emocional está basada en la capacidad que tenemos de entender emociones. Partiendo de esta premisa y porque “la caridad bien entendida comienza por casa”, primero tendremos que poner el foco en entender y trabajar las “propias” emociones. Esto implica conocernos, observarnos, regularnos. Si no hacemos este trabajo con nosotros mismos primero, seguramente nos va a costar separar lo propio de lo ajeno al momento de tratar de entender.Vemos en el otro lo que conocemos en nosotros. El mundo que vemos es una interpretación que hacemos según nuestras historias, mochilas de viaje, experiencias, etc.., es una cuestión muy particular en base a la cual reaccionamos.Por ello, es fundamental, primero conocer que es lo nuestro. No sólo identificar la emoción, ya sea rabia, amor, tristeza, miedo, alegría, etc., sino también conocer su intensidad, si obedece a alguna creencia interna, su causa, los tabúes, prejuicios y todas las historias del inconsciente familiar y social que la sostienen.Si bien el observador siempre influye en lo que observa, una vez que seamos capaces de entender y gestionar nuestras propias emociones, estaremos en condiciones de entender las ajenas y gestionarlas constructivamente, de poder entender el dolor y la angustia detrás del enojo del otro.Es decir, la “percepción” de quien se “ponga en los zapatos del otro”, siempre estará sujeta a interpretaciones que son el reflejo de sus programas inconscientes y de su estado mental.Sólo cuando hayamos hecho ese trabajo interno que nos permita trascender la preocupación por lo propio, podremos ver y entender al otro en sus cuestiones.En definitiva, para poder ponernos en los zapatos del otro, primero debemos sacarnos los nuestros.





Discussion about this post