A menudo consideramos que la santidad consiste en hacer cosas extraordinarias, como los mártires de los primeros tiempos de la Iglesia o como la Madre Teresa de Calcuta, Juan Pablo II, que han sido personas extraordinarias. Sin duda que imitar su ejemplo nos edifica. Sin embargo, creo que la verdadera santidad radica en las cosas sencillas. Es decir hacer las cosas ordinarias, pero de una manera extraordinaria. Estamos próximos a celebrar el 1 de noviembre la fiesta de todos los santos. Es una oportunidad para reflexionar sobre nuestra vocación y llamado a la Santidad. Porque esta solemnidad nos invita a la alegría y la oración. En este día honramos a todas las personas que han sido ejemplos en su seguimiento a Cristo. Es un día de alegría y oración, de fervor cristiano y unión plena con la Iglesia Triunfante integrada por todos los bienaventurados que gozan del Amor de Dios para toda la Eternidad. En torno a este festejo tan solemne de alegría y oración, también la sociedad de consumo en la que vivimos fue instalando el festejo de “halloween” que probablemente muchos niños estarán esperando festejar el próximo fin de semana. Y nosotros como cristianos tenemos el compromiso de explicarles que esta fiesta está muy lejos de nuestros ideales. Que este festejo tan discutido parte de “una serie de películas difundidas desde Hollywood, en las cuales la violencia gráfica y los asesinatos crean en el espectador un estado morboso de angustia y ansiedad. Estas propuestas fílmicas son vistas por adultos y niños, creando en estos últimos miedos y una idea errónea de la realidad”. Como una imitación de éste primer mundo también hemos entrado en un festejo que implica comercialización entre los niños de máscaras, disfraces, dulces, maquillaje, etc., sin importar demasiado el contenido del festejo.Para nosotros los creyentes es la fiesta de todos los Santos la que verdaderamente tiene relevancia y refleja la fe en el futuro para quienes esperan y viven según el Evangelio. El respeto a los restos mortales de quienes murieron en la fe y su recuerdo, se inscribe en la veneración de quienes han sido “templos del Espíritu Santo”. Tanto la fiesta de todos los santos, como la conmemoración de todos los difuntos hacen referencia a una verdadera celebración de nuestra fe en ese Dios que nos salva. Los santos son nuestros modelos en la vida de fe y en el día de todos los santos, reconocemos a tantos de ellos que, aunque no son conocidas oficialmente, son verdaderos intercesores nuestros y es bueno que imitemos sus ejemplos de vida.En este mismo espíritu, en la conmemoración de todos los difuntos, rezamos también por el eterno descanso de nuestros difuntos. Aquellos que descansan en la paz de Cristo. Porque así afianzamos nuestra fe en la vida eterna, intercediendo con nuestras oraciones para que alcancen el regalo de santidad. Que estas dos fiestas de nuestra fe sean realmente una oportunidad para seguir caminando hacia la santidad, teniendo actitudes sencillas cada día: viviendo con pasión y amor la vida que Dios nos ha regalado, siendo personas de bien en todos los lugares que nos toca compartir, llenas de esperanza viva, capaces de ser luz en medio de tantas tinieblas de nuestro mundo. Animemos a nuestros niños a vestirse de santos y ángeles, y no de monstruos, diablos, esqueletos, etc., porque realmente Dios nos invita a ser buenos y no a identificarnos con brujas ni monstruos, que no son otra cosa que la réplica de las imágenes que hacen alusión a la violencia, el miedo, el terror y la venganza. Nosotros somos hijos de Dios y debemos dar testimonio de ello. Que el Dios del amor, nos de la gracia de ser luz en las tinieblas y nos fortalezca en el camino de la santidad.





Discussion about this post