Generalmente, en nuestra sociedad occidental, la muerte continúa siendo un tema tabú del que se prefiere no hablar ni compartir con los demás. Es un hecho del que se prefiere huir mediante el silencio por miedo a enfrentarnos a ello. Cada persona actúa “como puede” ante la pérdida.No hay recetas. Pero en este artículo, como en otros, compartiré parte de experiencias que me tocaron vivir como profesional de la educación. En este camino, los duelos y las pérdidas de alumnos-pacientes-familias, es común y cuesta a veces, opinar o brindar criterios de actuación… ya sea porque las familias no desean hablar del tema, porque el niño no logra expresar directamente sus emociones u otras cuestiones de cada situación; pero “negar” la muerte de alguien cercano, omitir o dejar que el tiempo cure las heridas es plantarse en una actitud inadecuada, ya que los efectos emocionales se sufrirán igual, pero no se podrá recibir o dar el apoyo que tanto puede beneficiar.Si ponemos el foco en la infancia, el conflicto aumenta, tal como aumentan las necesidades de atención/intervención.Habitualmente, la sociedad parece querer proteger a los niños de los aspectos emocionales de la muerte, posiblemente debido a la creencia de que la muerte no tiene ningún significado real para ellos, que son demasiado jóvenes para entender lo que ha ocurrido y, por tanto, demasiado jóvenes para llorar (Baez, 1998). Pero los niños necesitan estar tristes.El tema de la muerte es algo muy difícil de tratar, no hay palabra que pueda tener valor absoluto cuando nos enfrentamos a la muerte, en especial si es la de un ser querido o persona cercana. Se trata de una experiencia dolorosa y angustiante que afecta a todos de un modo particular, y en el caso de los niños de manera especial.Hablar de la muerte con los niños, es sumamente importante, la “desaparición” de un ser querido no se asimila ni entiende fácilmente, por lo que “hay que explicarles con información concreta y real lo que ha ocurrido”.Contener emocionalmente y ayudar a los niños y adolescentes en estas circunstancias a elaborar sus emociones, a contar lo que sienten, es fundamental en el proceso de ayuda. Y es en el ámbito escolar, donde generalmente se evidencian las dificultades. Por ello, la intervención de psicopedagogos, docentes y psicólogos es fundamental en el proceso de duelo, no sólo como asesores y facilitadores en el contexto escolar- familiar, o como terapeutas del niño o adolescente que sufre. Evolutivamente, el concepto de “la muerte” varía dependiendo de las etapas que transitamos.La edad del niño en el momento de la pérdida es el factor más importante en la comprensión del concepto de muerte y de sus consecuencias emocionales (Villanueva y García, 2000).Durante el primer año de edad los niños están ocupados en distinguir entre ellos mismos, el entorno que los rodea y las personas que los atienden. Por ello, reaccionan con angustia ante la pérdida de la principal persona que los cuidaba (usualmente la madre). Además, es posible que capten el dolor de quienes los rodean cuando éste toma forma de llanto, de cambios en el programa y en las rutinas, y de ruidos y estímulos adicionales en el ambiente del hogar. La ausencia de rostros sonrientes y de períodos de juegos, o que ya no los sostengan en brazos, puede tener un efecto acumulativo.A partir del año estarán muy ocupados explorando su entorno, desarrollo la consciencia de la permanencia de un objeto que esté fuera de su campo visual, es decir, que aunque no lo vean, existe. Desarrollan una representación o imagen mental del objeto. Por ello, los niños menores de tres años tienen una escasa comprensión de la causa o finalidad de la muerte, aunque reaccionan a la separación y responden a los cambios en su mundo inmediato. Las reacciones comunes a la muerte son el llanto, la conducta aferrada, el “apego” al cuidador y la conducta regresiva en general.Los preescolares de 3 a 5 años en cambio se enfocan en detalles concretos. Personalizan la experiencia y pueden llegar a creer que pueden haberla causado ellos, por ejemplo, pueden pensar que la muerte de su padre es un castigo por portarse mal. Debido a que todavía son incapaces para manejar el tiempo y el concepto de finalidad, creen que la muerte es reversible. Además, consideran que la persona muerta conserva cualidades de las personas vivas. Las reacciones comunes a la muerte a esta edad son el miedo a la separación de los padres y otros seres queridos, rabietas y explosiones de irritabilidad, llanto y aislamiento, además de conducta regresiva, trastornos del sueño o incremento en los temores usuales como a la oscuridad por ejemplo.Entre los 5 y los 9 años más del 60% de los niños personifican a la muerte como a un ser con existencia propia. El niño mayor de seis años comienza a considerar la intención, hasta llegar al punto en que distingue entre rotura accidental o intencionada. A su vez, comienzan a aparecer las consecuencias de su educación religiosa, social y familiar. A esta edad se da una mayor comprensión respecto a la propia salud personal y seguridad. Sin embargo, se da la personificación de la muerte (creen en el “hombre del saco” por ejemplo), sus respuestas van encaminadas a causas específicas más que a procesos generales: pistolas, cuchilladas, explosiones, ataque al corazón, etc. Durante este período hay una auténtica curiosidad por ver lo que ocurre después de la muerte. Las reacciones comunes a la muerte son la rabia, envalentonamiento, negación, irritabilidad, culpa, fluctuaciones en el humor, miedo a la separación, a estar solo, además del aislamiento, regresión y quejas físicas (dolor de estómago o de cabeza). Frecuentemente problemas escolares y dificultades de concentración.Los preadolescentes, de 9 a 12 años tiene una comprensión madura de la muerte, ya que es concebida por los cinco conceptos que lo caracterizan, es permanente, irreversible, inevitable, universal y no funcional. Por ello, las respuestas son semejantes a las de los adultos aunque frecuentemente se suelen dar exagerados intentos por proteger/ayudar a los cuidadores y miembros de la familia. Impera el sentido de responsabilidad en los conflictos familiares y suelen darse fuertes deseos de continuar con el compromiso social. Aun así, por norma general, suele brillar el sentirse diferentes a otros que no han experimentado una muerte. Debido a la mayor madurez de su personalidad, los adolescentes pueden enfrentar en mejores condiciones las consecuencias de la muerte. A diferencia de los niños, no dependen por completo de sus padres para desarrollarse; no obstante, si pierden a uno de estos pueden presentar problemas muy peculiares, tales como re-experimentación del hecho, resentimiento, pérdida de confianza, culpa, vergüenza, depresión, pensamientos suicidas, aislamiento, ansiedad, pánico, oscilaciones del humor, irritabilidad, exagerada euforia. Lo más prototípico a esta edad quizás sean los “acting out”, es decir, involucrarse en actividades de riesgo, antisociales, ilegales o abuso de sustancias. A pesar de que muchas veces tratan de ocultarlo, suelen tener miedo a eventos similares, a la enfermedad, la mu
erte o el futuro.¿Cuál es la mejor manera de tratar el tema? ¿Qué podemos sugerir?• Brindar a los chicos la información en la medida justa, tener una actitud de apertura y responder las preguntas que ellos hagan teniendo en cuenta la capacidad de comprensión.• Hablarles siempre con la verdad, hay que informar a los chicos lo que ocurre, teniendo cuidado de no agregar información no solicitada, no explayarse demasiado si los chicos no lo requieren, para evitar de este modo que se creen fantasías alrededor del tema.• Transmitir el estado de tristeza, angustia o dolor ya sea psíquico o físico, que los padres puedan sentir debido a lo acontecido. No hay que tratar de ocultar los sentimientos penosos sino explicar.• Ser en todo momento contenedores para los niños, hacerles saber que aunque ese ser querido se murió siempre habrá alguien que los cuide y los proteja. Esto es para evitar que los niños piensen que todos se van a morir del mismo modo y pronto, fantasía muy recurrente en edades tempranas.• Si la muerte fue como consecuencia de una enfermedad se tiene que informar a los niños que no todas las enfermedades producen la muerte. Se debe transmitir seguridad y confianza, teniendo en cuenta que hay enfermedades comunes como la tos, fiebre, anginas, dolor de estómago, etc. que no llevan a la muerte.• Dialogar con los niños para que entiendan que ellos no tuvieron la culpa de lo sucedido, por más que hayan tenido algún pensamiento “malo” sobre la persona que falleció.• Evitar las mentiras, o relacionar la muerte con viajes o el sueño, porque los niños pueden sentir que los abandonaron o esperar que regresen (si decimos que la persona se fue “de viaje”), o relacionar el dormir con la muerte, situación que se da mucho entre los pequeños de dos o tres años.• Cada caso es particular y se deben pensar estrategias según las necesidades específicas de cada niño, teniendo en cuenta que no hay una respuesta ni verdad absoluta sobre el tema de la muerte. Al atravesar una situación de duelo, lo mejor es tratar de vivirla de la manera más natural posible, pese a lo dolorosa que pueda ser y brindar a los niños la mayor contención posible.• Los padres deben saber que además, cuentan con la ayuda de profesionales para tratar el tema, si observan que los niños presentan actitudes o síntomas fuera de lo normal durante el período de duelo, la consulta con un profesional resulta beneficiosa para que puedan evacuar sus dudas y fantasías sobre el tema que los aqueja, encontrar un espacio facilitador y contenedor para superar esta situación.Colaboración de Myrian Mabel BáezLic. en Psicopedagogí[email protected]





Discussion about this post