Son una reliquia. Son únicos en el mundo. Son parte de nuestra historia. Son frases que resuenan con énfasis y a diario en el común de la gente desde el hundimiento del ferrobarco Ezequiel Ramos Mejía, amarrado desde hace dos años, cerca del nuevo puerto posadeño, junto a su compañero de ruta, el Presidente Sáenz Peña
Pero estas frases toman vigor cuando provienen de la historiadora María Alejandra Álvarez Pochetti, que basó su tesis en los relatos de Sixto Ramón Colazo (exjefe de Zona Fluvial) y Vicente Arzamendia (capitán) y pudo percibir el sentimiento que embargaba a estos grandes al referirse a la actividad fluvial y a estos barcos sobre los que dejaron parte de sus vidas. “Me da mucha tristeza ver el estado de los ferris por la manera en que ellos los tenían, cómo los amaban y lo que representaban, porque no era sólo la unión de dos países de forma económica sino también social y cultural”, dijo, al tiempo que lamentó el estado de abandono que presentan ambas embarcaciones.
“No puedo creer el desinterés que existe. El concejal (Martín) Arjol fue el único que subió a las redes sociales fotografías del estado actual de los ferris cuando él no es el único funcionario ni representante que tenemos en la provincia”. Insistió con que “es muy triste lo que están haciendo. Se invierte dinero en otras cosas y no en algo que es parte de nuestra historia. El año pasado compraron una embarcación que iba a ser destinada a un casino flotante, que sería instalado en Puerto Iguazú. Gastaron millones de pesos, lo pasaron debajo del puente internacional con las dificultades que la tarea demanda, y ahí quedó. O sea que recursos hay, solo falta la voluntad política”.
A pocos días de cumplirse 102 años de la llegada de estos barcos a la provincia (18 de octubre), la historiadora rememoró que el primero de septiembre de 2014, tanto en el Concejo Deliberante como en la Cámara de Diputados se logró que los ferris fueran declarados nuevamente Patrimonio Histórico de la Provincia. Pese a ello, las autoridades solo se limitaron a sacar el agua con una pequeña bomba en una tarea que llevó días, y pusieron personal inexperto para que parche con cemento las grietas del casco. Hoy nuevamente se hunden. Nadie, de los que deben, logra entender que estos ferris son parte de nuestra historia. Era el único medio de transporte a principios del siglo XX, motor económico y social, y hoy se encuentran a la deriva, en el olvido.
Confió que en 1988 habían venido turistas ingleses con la intención de llevarlos de regreso a Escocia -donde fueron fabricados- y colocarlos en un museo, maravillados por el excelente estado que estaban en ese momento, gracias a la labor de Colazo, Arzamendia y Aguilar. Todavía tenían las placas que daban cuenta donde fueron construidos. Los astilleros de Glasgow siguen existiendo aunque producen otro tipo de embarcaciones.
“Son una reliquia. Son únicos en el mundo. Y son parte de nuestra historia”, insistió, y agregó que los otro siete ferris que operaban en Zárate fueron transformados. “No existen mas que estos dos y los siguen maltratando”, aseveró la mujer, cuyo abuelo y bisabuelo eran ferroviarios, y por eso el interés y la admiración por la actividad. Alegó que los ferris vivieron diferentes tipos de abandono. Por estos días el Ezequiel Ramos Mejía esta hundido y “es responsabilidad de una persona que ahora es Ministro de Turismo, que nos dijo que estaban haciendo cosas pero que hasta el día de hoy están haciendo nada”.
A entender de Álvarez Pochetti, la historia vive en la memoria “de los que conocemos los ferris, pero es de suma necesidad recordarlos a través de sus restos materiales. La modernidad y el avance del progreso son buenos, siempre y cuando no nos olvidemos de nuestras raíces”.
Vidas dedicadas al trabajo
Álvarez Pochetti recordó que Sixto Colazo era el único hijo varón de una familia entrerriana. Era capataz de las cuadrillas que construían las vías del ferrocarril en estas tierras. Terminó la primaria ya grande, luego el secundario. Gracias a sus escritos y a lo minucioso que era al mecanografiar y guardar las informaciones de la época “pude terminar mi tesis y escribir sobre la historia de los ferris”, acotó.
Sobre Arzamendia, confió que se crió en Villa Blosset, uno de los barrios más populosos de Posadas. Como su familia había vivido en Encarnación y padeció las consecuencias del ciclón, siempre tenía miedo. Entonces desde chico empezó a acompañar a un tío que era marinero y dormía en las bodegas del ferri. Ya mas grande ingresó a la marina mercante y empezó a trabajar en diferentes embarcaciones. En sus últimos 21 años de oficio de marinero, se desempeñó como capitán. Cuando se jubiló, junto a Colazo y a Narciso Aguilar, fundaron la Asociación de Ferroaficionados, y hasta su muerte trabajaron para evitar que cayeran en el olvido estas moles a vapor, con paletas propulsoras y de calado poco profundo, ideales para nuestro río.



