El corte de cinta inaugural fue el 7 de octubre de 1915. En el 2015 la Escuela 71 del barrio Estación Apóstoles de esta localidad se desarmó en festejos para celebrar un centenario de tizas, pizarrones, aulas repletas de niños y mucha educación.Ubicada a siete kilómetros de la ciudad, el establecimiento vivió por años alrededor del ferrocarril. Desde esa primera y humilde escuela que contenía a cientos de “gurises” del lugar, a la lucha por la modificación imprescindible de un nuevo edificio. Sus inicios fueron de jornada simple y hoy ya goza de jornada completa. Su primera directora fue la maestra normal Marta Dolores Gándola y la institución tenía una matrícula de cincuenta alumnos. Los primeros fueron María Carmen Pancow, Rosana Gómez de Díaz, Esther Fiorito y Pedro Artemio Salladarre. Por Resolución 1294 del 19 de abril del 2006, el Consejo General de Educación le asigna el nombre de “María Auxiliadora” a la Escuela 71.“Una caricia al alma”“Uno vuelve siempre, a los viejos sitios, en que amó la vida”, dicen los poetas. Una frase que se aplica como anillo al dedo en el caso de esta escuela. Pasa que, para la celebración del miércoles 7 pasado, muchos volvieron. Uno de ellos fue el docente Mario Zajakowski, que recordó su vivencia en la vieja escuela y la creación del nuevo edificio.“Lástima que no vamos a estar para otros 100 años más”, se lamentó. Quien fue director y maestro por más de una década contó que “generalmente recuerdo cosas lindas y otras no tanto. Cuando me hice cargo de la dirección casi en la época de los ‘90, el país pasaba por momentos difíciles. Así es que nos movilizamos para conseguir cosas: la Escuela 21 nos daba víveres secos y una vecina se ofreció como cocinera, empezamos la huerta escolar y, todos los días antes de venir, pasaba por las carnicerías que me facilitaban hueso y puchero”, relató.Todo queda en el recuerdo vivo de quien ahora se dedica a recopilar sus vivencias (y las de su pueblo) en sus libros. Contó que los chicos, en aquella época, no la pasaban muy bien. “Una vez en la olla quedaron unos huesos y uno de los chicos de apellido Anzuate salió corriendo con un hueso. Cuando subíamos al auto que nos llevaba a Apóstoles, pasó Anzuate y con el hueso en la mano me saludó diciéndome ‘chau maestro’. Hasta hoy tengo esa imagen”, recordó. Tiene otro recuerdo vivo del mismo Anzuate. “Un día llegábamos a las siete menos diez de la mañana. Él asomado desde la ventana de su casa nos saludaba contento. Al otro día le pregunté por qué no había ido a clases y me contó que su hermano se había levantado antes y había ocupado el pantalón. Tenían uno solo”, relató el exdirector. El ferrocarril era siempre un motivo de conversación en la escuela. “Lo que se vivía cuando llegaba era una cosa increíble. Todos se reunían a esa hora, preparaban su mate, acompañaban los chicos. Era una cosa inigualable”. El rol del maestro“Al maestro, el papá lo apoyaba. Hoy han cambiado las cosas, pero mantengo que su figura es irremplazable. Todos estamos acá gracias a un maestro”. En el acto, la directora resaltó que la escuela es mucho más que un lugar para educar, es también para contener. “Tiene mucha razón, porque hay que estar en estas escuelas de donde los chicos no quieren irse a sus casas porque muchas veces son lugares de peleas”.El nombreLa institución se llama María Auxiliadora, “por una de las maestras que trabajaba en el barrio Estación que tenía una hermana que estaba en Buenos Aires, en un Colegio que se llamaba María Auxiliadora y todos los años venían con un grupo de chicas a hacer tareas comunitarias. Un día trajeron la imagen de María Auxiliadora”, finalizó.





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