Como dice E. Bravo, pocas relaciones son tan maravillosas, complejas, inspiradoras, estresantes, enriquecedoras, enloquecedoras como las relaciones de familia (y usted puede agregar todos los adjetivos que se le ocurran).A su vez, son determinantes en el desarrollo de cada ser humano y, consecuentemente, en el sistema entero. Uno puede tener títulos universitarios, ser profesional o empresario exitoso, relacionarse con decenas de personas durante el día, lo cierto es que ninguna otra relación nos pone a prueba de la misma forma que sucede en la familia.Si bien no existe un manual de instrucciones ni recetas que sirvan para todos los casos, ya que cada ser humano es único, apelo al diálogo y la reflexión continua para abordar estas cuestiones que tanto nos desvelan.Los adultos de la familia somos responsables de dar el ejemplo. Generalmente los hijos internalizan los modelos de los padres, aunque los hayan padecido. De allí que la revisión constante de nuestros valores es fundamental para adaptarlos a lo que exige cada situación, teniendo en cuenta que los patrones familiares suelen cambiar, como cambia todo en la vida.Si bien la paciencia es la virtud máxima de la prudencia, sumamente necesaria en la rutina de la familia y por cierto que quien la posea tiene ganado un buen trecho, los invito a dar un paso más y pasar de la tolerancia a la “aceptación”.Cuando “tolero” al otro, sigo pensando que yo tengo la razón y que el otro no la tiene pero igualmente lo respeto y aguanto.Quien “acepta”, si bien defiende y sostiene su argumento, permite a la vez, que el otro tenga el suyo, reconociendo implícitamente la existencia de varios puntos de vista; que nadie tiene “la” razón y que la “verdad” depende de los anteojos con que miremos.El hecho de “aceptar” al otro, nos permite admitir otras miradas como ciertas y enriquecernos de ello, nos permite comprender aunque no estemos de acuerdo y esto nos lleva a tener la mente y el corazón abiertos para escuchar a quienes piensan diferente, aceptándolos como son y entregando nuestros mejores sentimientos y pensamientos para mejorar todo el sistema familiar y así el mundo.Muchas veces dan ganas de “tirar la toalla”, sigamos intentando, aceptando, perdonando, revisando, educando, integrando, valorando las individualidades, echando luz desde el lugar que nos toca. En la familia enseñamos y aprendemos todo el tiempo, caigamos o no en la cuenta de ello, sin duda el relacionamiento familiar constituye la última frontera del crecimiento espiritual. Colabora: Valeria [email protected]





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