POSADAS. Desconocer las leyes de la física, esas que gobiernan nuestros movimientos corporales, la caída de un objeto, la trayectoria de una pelota de fútbol es quizá la causa más común de los siniestros de tránsito.Equipos de expertos en todo el mundo llevan años analizando cómo influyen estas fuerzas en el desplazamiento de los autos, motos, camiones y otros vehículos que hoy son fundamentales en nuestra vida social. En base a esas experimentaciones y cálculos físicos, se desarrollan los dispositivos de seguridad de las calles y rutas, se mejoran las tecnologías de los vehículos, se establecen las pautas que debemos respetar para evitar que estas fuerzas físicas atenten contra las vidas de quienes conducen y quienes circulan delante de cada auto. Estas son las normas de tránsito que se han aprobado por ley.Se las debe respetar no porque un agente de tránsito o un cartel lo digan, sino porque el hecho de no respetarlas hace que esas fuerzas físicas se nos vuelvan en contra. Y no son accidentes, no son desgracias a las que hemos nacido predestinados, no estaba escrito en nuestras cartas astrales que “ese” día nos tenía que llegar la hora. Son, como venimos reiterando desde las primeras publicaciones de SOBREVIVIENTES, producto de una serie de imprudencias y fallas, que en la mayor parte de los casos son fallas humanas.Aquí dos ejemplos en imágenes de los que podríamos llamar los “no accidentes”.De estar sano a estar en coma en un solo instanteUn niño sano como el de la fotografía de la moto podría pasar sus próximos meses internado en cuidados intensivos del Hospital Pediátrico, luchando por su vida. Lo mismo puede pasarles a sus jóvenes padres que además del dolor de las heridas deberán sufrir el dolor de ver a su hijo entubado, en coma, superando cirugías en la cabeza. Eso si los golpes tras caer del rodado no son tan fuertes como para directamente acabar con sus vidas.Esas imágenes sanatoriales podrían ser las que sigan en continuidad a las de esta imagen de la moto. Definir este destino prácticamente pende de un hilo: un pozo que el conductor no logre esquivar, un auto que abra la puerta sin ver atrás, un auto que haga una maniobra sin avisar, un perro que se cruza, una basurita en el ojo. Cualquiera de esas opciones pueden llevar a esta moto al piso y con ella, a sus tres ocupantes. Que un niño se caiga desde una moto detenida ya le puede generar lesiones en la cabeza. Si viaja a velocidad, la fuerza del impacto se multiplica. No llevar cascos, que son obligatorios, expone muchísimo más a sufrir daños irreversibles.Como un cuento chinoLo atamos con alambre, lo atamos con soga. Dos materiales que ayudan y mucho en reparaciones de urgencia… Pero una cosas es usarlos para unir dos partes en una casa o un mueble que están condenados al reposo. Y otra, es hacerlo en un móvil. Porque aquí el factor velocidad hace que la fuerza de desplazamiento de los objetos dentro de la caja de una camioneta sean mayores, entonces, la soga corre riesgo de cortarse. Sobre todo cuando el equipaje son dos vacas que en cualquier curva pueden resbalarse y caer fuera del vehículo. La imagen siguiente a la de esta foto puede ser la vaca cayendo sobre el capot de un auto que venga detrás -casi como en la película “Un cuento chino”-, otro auto chocando desde atrás y otro desde adelante. Tres familias destruidas por heridas y muerte.No pedimos que cada conductor se haga especialista en leyes de la física para poder salir a la calle. Sólo pedimos, imploramos como ciudadanos, que día a día construimos el tránsito de nuestras ciudades y rutas, ser responsables y respetar las leyes de tránsito que se han hecho justamente para evitar estas tragedias. Un pedal muy importante(Relato con versión libre sobre invención del freno) Un tipo construyó hace muchos años el primer prototipo de auto: una carrocería con espacio para dos personas, con cuatro ruedas e impulsado por un motor. Levantaba 30 kilómetros por hora (bastante rápido, no?). Lo empezó a usar para ponerlo a prueba en un desierto en el Lejano Oeste. Era un descampado llano como una mesa y anduvo sin pausa hasta que se le terminó el combustible. Estaba dichoso de que funcionara. Era el momento de llevarlo al pueblo, donde aún reinaban los carros y carretas de tracción a sangre de caballos, avanzando a un máximo de 5 km por hora. Ya en el pueblo, cuando nuestro amigo llegaba a la primera encrucijada de la calle principal, entró en pánico. Iba a 25 kilómetros por hora y un carro de caballos estaba a punto de cruzársele enfrente. Por suerte había colocado una campanita en el techo de su máquina y la hizo sonar para advertir al del carro que estaba viniendo. Nadie entendía nada. Fue un revuelo. Algo no estaba bien y así lo entendió el inventor y buscó controlar la velocidad de su vehículo.Para andar en su desierto podía hacerlo sin rumbos, casi sin reglas.No hay esquinas, no hay obstáculos, no hay otros autos, no hay nadie caminando ni casas que chocar. Pero en el pueblo, donde hay calles y personas, hacía falta algo que los caballos tiracarros ya tenían: el freno. Fue así que ideó un mecanismo que en pocos metros trababa las ruedas delanteras y detenía el vehículo para evitar llevarse por delante todas las carretas. Todo accionado con un pedal, al lado del que usaba para acelerar.Y no hubo más incidentes. Poco a poco los pobladores comenzaron a encargarle que fabricara autos y se los compraron. Pasados cinco años, unas 20 familias del pueblo tenían sus coches a motor con sus frenos.Iban a 40, no más que eso y en cada esquina frenaban y miraban con atención a los dos lados para evitar chocar con otro de los autitos que potencialmente podría estar viniendo por la calle perpendicular.Con el tiempo se fue gestando una industria de automóviles. Apareció un señor de apellido Ford y otro Benz y fabricaron en serie estos vehículos dirigidos con un volante y pedales.Embrague, acelerador y en el medio el del freno, el pedal que hizo posible la supervivencia del auto en las ciudades y rutas.





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