SAN IGNACIO. Nadie puede decir que no son una voz autorizada para hablar. Recorren estas comunidades desde hace más de quince años, cuando llegaron por primera vez a Misiones con la única intención de ayudar. El “Grupo Scouts Independientes San Ignacio de Loyola”, es una agrupación de jóvenes católicos que en 1998 llegó a Misiones por primera vez con camiones de donaciones para las comunidades guaraníes de esta localidad. La realidad con la que se encontraron ahora, los dejó con el corazón roto. “La situación empeoró, aumentan las comunidades, la gente y la pobreza. Desesperanza, discriminación, olvido. Con eso nos encontramos”, aseguró la coordinadora del proyecto y maestra scout, María Rosa Natalucci a PRIMERA EDICIÓN. Sucede que las comunidades que visitan crecen en número todos los años, como también sus necesidades. Es por eso que ellos tomaron la posta para hacer “lo que nadie más hace o sólo hacen en época de campaña, como ahora, cuando el otro día para un acto oficial de Maurice Closs, vinieron y llevaron a la gente en colectivos, después volvieron y las dejaron en las mismas condiciones en las que estaban”, denunció. Cuando llegaron por primera vez, en 1998, sólo había dos comunidades. Este número aumentó de manera considerable desde esa primera vez, al punto que hoy son 17. Si bien la situación de esas primeras comunidades era precaria, con el correr de los años empeoró. “Nos encontramos con que están en la misma situación de siempre, totalmente descuidados y olvidados. No pedimos nada raro, pedimos que les hagan una visita periódica y que los ayuden con cosas mínimas que necesitan”, pidió María Rosa.Pasa que la situación es caótica, sin asistencia social y abandonados, se da una dicotomía que lejos de ser solidaria, ha ingresado de manera grosera en el terreno de lo peligroso: muchas veces para “resguardar” sus costumbres y hábitos, se los deja ser. Pero se olvida que son seres humanos que necesitan de asistencia como todo aquel que vive en la gran ciudad. “Hay un slogan que lo vimos mucho y dice Misiones Salud. No hay slogan más mentiroso que ese. Acá no hay salud ni para los mbya ni para el pueblo y nos vamos ofendidos porque descubrimos que se dio mucha plata para el rally, para comprar nafta, pero en esos días un hombre de una comunidad estaba muy enfermo y debió trasladarse sólo, sin camión, sin ambulancia, hasta la escuela adonde estábamos nosotros que fuimos quienes lo vestimos. Es una situación que desespera”.Dolor y lágrimasMaría Rosa, “Marita” como la llaman todos, no puede disimular su dolor. Es evidente que la angustia y la impotencia la desbordan y ese peso de su pecho tiene que traducirse en lágrimas, no encuentra otra vía de escape. Con pesadumbre en la voz contó a este Diario que “el miércoles falleció un aborigen de uno de los asentamientos nuevos. Pudimos ingresar al ritual de despedida, algo que es muy fuerte porque no dejan entrar a nadie y sentimos ahí el dolor. Tengo un nudo en la garganta porque esta gente no tiene nada, se tienen a ellos y a las esporádicas colaboraciones de la gente, nada más”, se lamentó. No es la única de esas historias. “No voy a dar su nombre para resguardarla, pero hay una mujer de 40 años que la conozco desde la primera vez que vinimos. Este año, cuando llegué, la encontré desnutrida, muy flaca, tiene un raquitismo visible. Tratamos de ayudarla con algunas cosas, pero cuando nos despedimos y la abracé, sentí que la abrazaba por última vez, sentí que fue una despedida”, dijo y se quebró. El dolor de su voz sólo se recuperó para decir “es indignante como no reciben ayuda, se olvidan de ellos. Es una vergüenza lo que pasa con las comunidades mbya en Misiones”, denunció. “Son personas muy honestas”El grupo de ocho scouts llegó el pasado 11 de julio y recién hoy volverá a Buenos Aires. En su periplo de quince días, organizó las donaciones para visitar a las 17 comunidades. “Hay algunas adonde teníamos que ir con camionetas porque no se llega tan fácilmente, y nos encontramos con la extrema pobreza en la que se encuentra sumida esa gente. Lo que nos gratificó dentro de tanta desolación es que había un chico que tenía un logo nuestro y una de nuestras remeras”, relató Marita. Dijo que es injusta la idea generalizada que hay sobre los guaraníes. “El aborigen cuida, y más aún cuando necesita. Nosotros le hemos dado a cada uno un bolsón de comida y hemos dejado una bolsa de harina grande que entre ellos se reparten”, destacó. “Son personas muy honestas”, aseguró y para demostrarlo relató una historia donde justamente la honestidad es uno de los principales protagonistas.“Llevamos a una comunidad zapatillas y otras cosas más, se las dejamos. Días después vino la tormenta y mucha lluvia. Pese a eso, llegaron a la escuela donde nos quedamos algunas de las paisanitas de esa comunidad. Caminaron un largo trecho para devolvernos los calzados que les habían quedado grande. Los dejaron y se llevaron los que les quedaban bien. Esas son cosas que no se ven todos los días”, relató Marita. Una ayuda de 17 añosDesde 1998 al día de hoy, el trabajo es el mismo: llevar donaciones y algo de esperanza a las comunidades olvidadas por los gobernantes. “Trabajamos durante todo el año. En febrero llega un grupo a hacer un pre-relevamiento para conocer cuáles son las necesidades que tienen y juntar donaciones de acuerdo a eso. De igual manera, ese relevamiento luego lo tenemos que acomodar porque cuando venimos en julio nos encontramos con que hay otras necesidades más importantes”, explicó Marita.Luego, en julio, llegan con el camión directo desde San Nicolás, provincia de Buenos Aires. “Este año trajimos muchas cosas pero aún así quedaron muchas cosas más porque no pudimos cargar todo”, comentó. Todo lo que quedó será enviado en el transcurso del año para las comunidades. “Nosotros sentimos que es un año más y otra misión cumplida, pero nosotros sólo brindamos el corazón. La misión cumplida tiene que ser de nuestros gobernantes, porque nosotros venimos en julio a hacer lo que les corresponde hacer a ellos durante todo el año”, remarcó.Se lamentó porque “hay aborígenes que no sabemos cuánto tiempo más van a vivir” y porqu
e “se acerca el 9 de agosto y me pasaron el dato de que tienen mil colchones para repartir y no lo hacen ahora porque todavía falta para la fecha de las elecciones. No les importa la gente. Incluso la gente humilde de los barrios no es asistida como corresponde”, denunció.“Tenemos mucho dolor por la falta de ayuda. Nuestro corazón, como católicos y como scouts, se lleva la sensación de un país olvidado y sectorial”, finalizó. La historia de LuquitasLuquitas tiene tres años y es la representación misma de su denuncia, la máxima expresión de su dolor. Lo conocieron en el 2013 cuando era sólo un bebé y ahora lo encontraron “prácticamente desnudo, sólo tenía una campera roja. Estaba sucio con su propia materia fecal”, relató a PRIMERA EDICIÓN Bianca, una de las scouts. Tenía una de sus orejas infectada y “no reaccionaba cuando le hablábamos, porque el nene no habla”, agregó. Ante la desesperante situación del niño, los scouts se encargaron de higienizarlo, y lo abrigaron para que pueda pasar el frío. Luquitas es un niño con los mismos derechos y necesidades que cualquier otro de su edad, pero en ese mundo olvidado, donde la asistencia social no es más que relatos de los pueblos que no se hacen realidad, sólo le queda esperar al año que viene, a que este grupo solidario de scouts se acuerde de él, porque nadie más lo hará. “Es muy dolorosa esta situación, pero más nos duele saber que en vez de mejorar, va a continuar empeorando”, se lamentó Marita.





Discussion about this post