PUERTO ESPERANZA. Francisca Delia Cantero tiene una de esas historias ante las que es imposible no sensibilizarse. Tiene una precaria vivienda en el barrio Gauchito Gil de esta localidad y su vida como madre está signada por el dolor: su hijo mayor fue asesinado en un asalto; su pareja la abandonó y ella quedó a cargo de sus seis hijos menores, uno de ellos, con retraso madurativo.Aún así, se levanta todos los días y es madre y padre para sus hijos. No puede trabajar para cubrir las mínimas necesidad básicas de su familia y hace malabares con la asignación que cobra por los niños. En ese contexto, desesperada, pide ayuda a las autoridades y hace un llamado a la solidaridad. El dolor de una madreFrancisca y sus seis hijos de 13, 11, 7, 5, 3 y 1 año, habitan una casilla de 3 metros de lado, duermen con un colchón tirado en el piso de tierra y tienen un techo de plástico que no alcanza a protegerlos de las lluvias, que cuando llegan, mojan sus pocas pertenencias y el único colchón de que disponen. Francisca también tiene una operación en un brazo por una fractura. En él le colocaron tres clavos, lo que no le permite la total movilidad del mismo.Si bien cuenta con la colaboración de los vecinos, el barrio está habitado por familias pobres, entonces la ayuda que puede recibir es escasa. “Es muy dura mi vida. Hago de mamá y papá, necesito urgente algún tipo de ayuda, estamos pasando hambre, y mis hijos se enferman”, clamó Francisca a PRIMERA EDICIÓN. “Me fui varias veces a Acción Social, pero nunca me dan respuesta, y ya no sé qué hacer”, sollozó la madre.“Me hace falta una cama, para que no tengamos que continuar durmiendo en el piso de tierra. En estos días, con la lluvia se mojó todo. Cuando mi pareja me abandonó se llevó todo y quedamos sin nada: necesito mercaderías, frazadas, abrigo, porque acá pasamos frío, los chicos se me enferman, y yo no sé qué más puedo hacer. No tengo más opciones”, expresó.Cuando la vida golpea duroA su hijo mayor, “Robertito”, como ella lo llama, lo mataron en un asalto y a partir de ahí la vida de Francisca y sus seis hijos comenzó a desbarrancarse: “luego de que mi pareja me abandonó, las cosas se complicaron. Pero mi hijo mayor, Robertito, salió a trabajar afuera y con eso podíamos sostenernos. Después del asalto en el que lo mataron quedamos a la deriva. Me quedé sola con los seis chicos, tengo tres clavos en mi brazo, no puedo hacer fuerza ni tampoco operarme porque no tengo con quien dejar a los chicos”, se lamentó Francisca. Siempre hizo de todo para no llegar a la instancia de pedir ayuda a los demás. Trató por todos los medios de que sus hijos tengan todo lo que necesitan, pero ahora no puede más. “Nunca me gustó pedir, siempre trate de valerme por las mías pero ahora no puedo, no doy más. Yo cobro pensión por madre de siete hijos, pero con eso no alcanza ni para comer. Estoy mal y me avergüenza mucho tener que hacer esto, pero no sé a quién más recurrir”, cerró.





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