POSADAS. La creencia popular dice que el séptimo hijo varón de una familia, en las noches de luna llena, se convierte en lobizón. Hoy en día, el séptimo hijo varón o mujer de una familia se convierte en ahijado presidencial. Tiene, en este caso, como madrina de bautismo a Cristina Fernández de Kirchner.Es la situación de catorce jóvenes, niños y niñas misioneros, que ayer recibieron el sacramento bautismal en la Catedral de Posadas y que se llevaron su certificado con la firma presidencial. En la conmemoración no estuvo presente la madrina, pero en su lugar estuvo la general María Isabel Pansa, edecán de CFK.Ocho jóvenes católicos iniciaron la ceremonia pasadas las 11, cuando, en una misa bautismal exprés, recibieron los signos propios de dicho sacramento de la mano de José Luis Fernández, párroco de la Catedral. “En el bautismo, papá y mamá asumen el compromiso de educar a los chicos en la fe. Los padrinos acompañan a los padres en este camino”, manifestó el sacerdote durante la ceremonia. De los ocho bautizados católicos, tres renovaron el bautismo, porque ya se habían bautizado desde pequeños.Luego, pasadas las 11.30, la celebración se trasladó hasta el salón José Manuel Estrada. Allí, seis niños evangélicos fueron recibidos por el pastor Daniel Vega. “Los separamos por la religión que profesan. Ellos se bautizan de grandes y la ceremonia es diferente”, indicaron a PRIMERA EDICIÓN los organizadores que llegaron desde la Nación. El pastor los juntó a todos con sus padres y oró por “su futuro y para que les vaya bien en todo lo que emprendan”.Luego de ambas ceremonias, los catorce recibieron la medalla característica, un regalo de Presidencia y el premio mayor: una beca de estudio de por vida. “La tramita la Nación con el Ministerio de Educación de cada provincia. Destina un monto anual durante toda su vida estudiantil hasta que termina su carrera universitaria y, si después quiere seguir estudiando, va a tener dicho apoyo. Es de por vida”, explicaron los organizadores.Un poco de historiaEsta tradición se remonta a la leyenda del séptimo hijo varón que se transforma en lobizón y tiene sus raíces en la inmigración rusa en la Argentina. En la Rusia de Catalina La Grande se otorgaba el padrinazgo imperial, que daba una especie de protección mágica contra estos males y evitaba que los niños fueran abandonados. Aquellos descendientes europeos exigieron que esa misma tradición sea realizada por alguna autoridad competente en la Argentina. Entonces, en 1907 Enrique Brost y Apolonia Holmann, una pareja rusa, había dado a luz a José Brost, su séptimo hijo varón. Fueron ellos quienes enviaron una carta al presidente José Figueroa Alcorta para que lo apadrinara. Es en ese momento cuando comienza la tradición que fue convertida en ley el 28 de septiembre de 1974, bajo la presidencia de María Estela Martínez de Perón. Con el correr de los años, la tradición se fue modificando. Durante el gobierno peronista, María Eva Duarte hizo extensivo el bautismo también a las mujeres, porque hasta ese momento sólo eran bautizados los hombres. CFK volvió a modificar la norma para agregar otras religiones. Y ya no importa si los hijos son de padres diferentes: todos los séptimos hijos de un mismo sexo son ahijados presidenciales. “Este es un reconocimiento que no tiene cualquiera”, le dijo a este diario José Luis Peintosampaio, padre de Osael Leandro, uno de los bautizados. “Mi hija fue bautizada cuando tenía ocho meses, ahora de grande empezamos los trámites para que fuera reconocida”, indicó Clementina Almada, de San Pedro, madre de Elva Zoraida González, de 24 años a quien, en esta ocasión, le tocó renovar su bautismo.





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