ARISTÓBULO DEL VALLE. En un marco de profunda congoja por el fallecimiento de un niño de ocho años de la comunidad Ka’aguy Mirí Rupá tras la picadura de una oruga venenosa -taturana- (ver recuadro), en la jornada de ayer autoridades del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (Inai) y de organismos provinciales se reunieron en el Alto Valle de Cuña Pirú con las cinco comunidades mbya guaraní que habitan esas tierras en disputa legal. “Sabiendo que estamos muy cerca de un acuerdo que ponga fin a este conflicto, apoyamos todas las acciones hacia el reconocimiento íntegro y sin condicionamientos ni retaceos de nuestro territorio”, señalaron en un petitorio entregado al presidente del Inai, Daniel Fernández. Es decir, que una vez que la Universidad de La Plata (UNLP), que desde 1992 es propietaria de las mismas, firme el acuerdo de transferencia de las tierras, les sean devueltas las 6.084 hectáreas, sin restar las 400 que el intendente de Aristóbulo del Valle reclama para las 40 familias de campesinos que residen allí.Participar en las decisionesEn el petitorio, las comunidades también expresaron la necesidad de “ser parte del Convenio Marco que se firme entre el Estado nacional, la Provincia y la Universidad de La Plata”. Al respecto, Josefa “Kiki” Ramírez, coordinadora del Equipo Nacional de la Pastoral Aborigen (Endepa), dijo a PRIMERA EDICIÓN que desde que se empezó a discutir las posibles soluciones al conflicto con la UNLP, muy pocas veces las comunidades fueron convocadas a discutir. Cabe aclarar que en la reunión del miércoles en Casa de Gobierno, en la que participaron el intendente aristobuleño Eldor Hut, el presidente del Inai, el ministro de Derechos Humanos, Edmundo Soria Vieta, autoridades de Ecología y representantes de la UNLP, los caciques no fueron convocados. Tampoco participó el representante legal de las comunidades, el abogado Julio García. “Los caciques pidieron participar siempre con sus asesores legales y el propio ministro de Derechos Humanos les dijo que la intención es que participen solos, sin intermediarios”, indicó Ramírez, quien estuvo ayer en la reunión con las comunidades.Las cinco, de acuerdoLas cinco comunidades que hoy residen en las tierras de Cuña Pirú tienen una buena relación entre sí. Tres son las que hace más de 20 años comenzaron el reclamo a la UNLP para que devuelvan las tierras: Yvy Pyta (que significa Tierra colorada o rojiza), Kaagui Poty (monte en flor) y Kapi’i Poty (pasto en flor). Éstas están dispuestas a incorporar en el acuerdo a las otras que se formaron posteriormente: Yvytu Porá (viento bueno) y la Ka’aguy Mirí Rupá (pequeño asiento de la selva, que tiene un sentido espiritual muy fuerte). Devolver las 6.084 hectáreasEn 2001, casi diez años después de que la UNLP hubiera ocupado las tierras de Cuña Pirú tras ser donadas por Celulosa Argentina, las tres comunidades comenzaron a reclamar su devolución y en 2007 se inició un juicio contra esta casa de estudios. Hace más de 150 años los mbya guaraníes habitan allí. En las reuniones, el intendente de Aristóbulo señaló que hay 40 familias de campesinos que viven en las tierras de Cuña Pirú y solicita unas 400 hectáreas para ellas. No obstante, las comunidades reclaman el total de manera íntegra. No se trata de ambición, sino de que cada espacio tiene una importancia cultural y ambiental de los originarios.“Cuando la UNLP se instaló en Cuña Pirú no permitió que las comunidades mbya bajaran conexión de luz, pero sí dejaron que varias familias de campesinos se asentaran en el lugar y hoy se ve cómo han deforestado buena parte de las tierras”, señaló Ramírez, denunciando que eso es producto de acuerdos entre la UNLP y el intendente Hut. Reclamo de atención médicaAprovechando que el ministro de Derechos Humanos, Edmundo Soria Vieta, visitó las comunidades ayer, los caciques le reclamaron que en la aldea Kaagui Mirí Rupá, donde vivía el niño que falleció tras ser picado por la oruga taturana, no cuentan con sala de primeros auxilios.Además, “si bien la aldea está cerca de la ruta 7, el acceso es muy feo, no entran autos y cuando llueve queda mucha agua y es imposible salir”, señaló Kiki Ramírez.El niño murió el miércoles tras nueve días de internación en terapia intensiva del Hospital Pediátrico con una hemorragia cerebral.“Al día siguiente que el niño sufrió los efectos de la taturana debía ir la médica a la aldea, pero no fue porque estaba feo el camino (hace dos meses que no va). Estaba perdiendo la visión de un ojo y casi no podía caminar. A los tres días su madre lo llevó alzado a tomar el colectivo a Aristóbulo y desde el hospital lo derivaron a Posadas”, contó Ramírez.





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