APÓSTOLES. Misiones se caracteriza por el legado histórico y cultural que supieron dejar aquellos inmigrantes que, cargados de sueños y unas pocas valijas, dejaron sus pagos para echar raíces en nuevas tierras y el interior de la provincia a resguardar mágicos espacios que cuentan la historia de aquellos hombres y mujeres valientes. Un ejemplo es el Museo Histórico “Juan Szychowski”, en la Capital de la Yerba Mate, que durante el verano mantendrá sus puertas abiertas de miércoles a viernes, de 7 a 11.30 y de 15 a 17.30, y los sábados y domingos, de 8 a 12 y de 15.30 a 19, para que quienes se acerquen permitan dejarse llevar en un mágico viaje en el tiempo.Juan Szychowski tenía once años cuando llegó a Argentina, proveniente de Borszczów (Polonia), junto a sus padres, hermanos y una veintena de familias. Luego de permanecer algún tiempo en Buenos Aires, emprendió un largo viaje al puerto de Posadas y desde allí a pie hasta la recién fundada colonia de Apóstoles.Fueron tiempos difíciles: al abrasador calor tropical y los mosquitos se sumaba la falta de alimentos, puesto que subsistían principalmente a base de mandioca, porotos, batata y animales silvestres.Ante tantos infortunios, algunos años después de haberse radicado en Misiones, la familia Szychowski analizó la posibilidad de regresar a Polonia, así fue que en 1914 el joven Juan viajó a Buenos Aires en compañía de su padre, en busca de un trabajo para reunir los fondos necesarios para regresar, sin embargo a los ocho meses, estalló la Primera Guerra Mundial.En Buenos Aires trabajó en una herrería, en cuyas inmediaciones existía un taller que contaba con un torno de precisión de origen alemán que realmente lo impactó. Se quedaba en la puerta, observándolo durante horas, hasta que un día el dueño lo hizo entrar y le permitió trabajar unas horas con él y entonces memorizó su funcionamiento. Regresó a Apóstoles, instaló su propia herrería y comenzó a construir un primer torno de madera con fresa de acero, que accionaba con un malacate a tracción a sangre.A partir de ese rudimentario torno, y durante tres años, fabricó un torno de precisión, enteramente de metal, que culminó en 1919, por lo que, con fundamentos, se presume que fue el primero de este tipo construido en el país.No posee ni una sola pieza comprada. Todas las poleas, engranajes y platos fueron forjados, pulidos y limados por él y aún hoy, ochenta años después, es el deleite de muchos técnicos e ingenieros que se acercan y se preguntan cómo este hombre, al que nadie le enseñara a manejar los quebrados, pudo fabricar engranajes de tamaños dispares que trabajaban con tanta precisión y sin ningún error, trazar planos con instrumentos de medición ideados por él o proyectar y construir una represa sobre un cauce caudaloso.Y fue con este torno que don Juan construyó toda la complicada maquinaria para la molienda y el envasado de la yerba mate, como también un molino de arroz y maíz y una fábrica de almidón de mandioca.Pero esto no fue todo: a fines de la década de 1920 construyó una represa sobre el arroyo Chimiray para poner en movimiento una rueda de 6,5 metros de diámetro, que posteriormente sustituyó por la actual turbina tipo Kepler que mueve el dínamo y genera la energía necesaria para los molinos.Todo este trabajo, además de amoblamientos del que fuera su hogar y el ámbito donde se desarrolló la vida y obra de este hombre, poseedor de una personalidad visionaria y laborioso, permiten al visitante sentirse transportado por la magia del tiempo, tan sólo a sesenta kilómetros de la capital misionera.





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