POSADAS. “Estaba tomando un mate con mi señora cuando escuchamos un ruido extraño, como de un gas potente, y enseguida hizo volar por varios metros la tapa de una especie de cámara séptica que tenemos en la vereda, al lado del portón de acceso. Detrás salió un chorro de materia fecal, como una catarata”. Con estas palabras Jorge Ruiz Díaz describió la manera en que para él y su familia comenzó el calvario de los malos olores, allá por 2007. Aseguró que por la permanente pestilencia, perdieron buena parte el sentido del gusto y del olfato, y que sus pies están cubiertos de erupciones, ronchas y sabañones porque es quien se anima a realizar la limpieza.A partir de la nota que PRIMERA EDICIÓN publicó sobre la problemática que castiga a buena parte de las casas de la Manzana 222 del barrio A-4, en particular la casa 08, propiedad de Ruiz Díaz, solamente recibieron la visita de un ingeniero particular y del concejal Martín Arjol, quien les prometió que llevaría la inquietud a los recintos del Concejo Deliberante “para ver qué se podía hacer con este tema”. Pero con tristeza la familia se enteró que el cuerpo deliberativo culminó su período de sesiones por lo que “hasta el año que viene no va a pasar nada”.Pero de la empresa Servicios de Aguas de Misiones SA (Samsa), que es la que debería brindar soluciones a este “verdadero desastre, no apareció nadie. A ellos sólo les interesa cortarte el servicio de agua cuando debés una boleta”, dijo el hombre, que se encuentra desocupado.Realmente “ya no sabemos qué hacer. Es una cosa insalubre, insoportable. Te hace doler los ojos y a los chicos les produce vómitos y dolores de cabeza. Al mediodía no se puede comer por el mal olor. En los meses de enero y febrero, que es cuando el calor aprieta, la tapa se vuela para arriba debido a los gases que se forman. Es impresionante”.Ruiz Díaz comentó que desde Samsa se acercaron algunas veces para tirar un poco de agua “con el afán de limpiar, pero como no es suficiente y está en frente de mi casa, tengo que meter mis pies en esa cosa desagradable. Estoy lleno de ronchas, me salen una especie de sabañones, y ellos no reconocen nada de eso. Desde el 2007 estoy reclamando y si bien en la esquina suele reventar también, el mayor daño lo sufrimos nosotros”, insistió.A su entender, “esto está mal colocado, esa cámara nunca debería estar en mi vereda. Los caños son de 120 cuando deberían ser de 500 de diámetro. Es que cada vez se agregan más casas de Iprodha en la parte posterior y se van enganchando todos a esta cañería, y no así da abasto”.Plaza deshabitadaPero el drama de la rotura y la pérdida constante de los líquidos cloacales no termina ahí. Todo el caudal de aguas verdes y nauseabundas atraviesa la calle y desemboca en la plaza del barrio A-4, justo en la zona de canchas. Luego se escurre hasta un arroyo que vierte su contenido en el río Paraná, en cuyas aguas miles de posadeños se acercan a disfrutar del verano. El sol aprieta y en medio del paseo las aguas servidas se tornan más espesas todavía. El paisaje se completa con montículos de basura, vidrios rotos, hormigueros gigantes y cuatro incipientes arbolitos que sobreviven a la plantación que realizaron los vecinos. “Mis chicos no pueden jugar en la vereda, y en la plaza tampoco porque los líquidos se filtran y arman charcos. Es una contaminación total. No se puede caminar porque está todo resbaladizo. La invasión de mosquitos es impresionante. A la tardecita no podemos estar afuera, nos encerramos porque si nos pican nos infectamos todos”, contó.Agregó que “ahora está cortado el pasto pero suele ser un matorral. Además, no queda una sola farola de luz lo que la convierte en una boca de lobo. No podés salir a la noche porque hasta la ojota te sacan. A un muchacho, por dos pesos, casi lo matan porque no tenía más plata. Así que es mejor si no salís”.





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