POSADAS. El barrio El Porvenir es uno de lo tantos que sufren las consecuencias de la desidia y el abandono de la Entidad Binacional Yacyretá (EBY). Está ubicado al sur de Posadas, y en 1995, en esos terrenos inhóspitos se autorrelocalizaron unas 300 familias, que a lo largo de casi veinte años fueron creciendo sin que se hayan mejorado demasiado sus condiciones de vida. Son hombres y mujeres que vivían en la costa del río, que era parte de su hábitat y hoy están en el barrio que paradójicamente lleva un nombre que nada tiene que ver con el porvenir de esos habitantes. Son oleros que fabrican ladrillos de barro; habitan en sus unidades de trabajo, y cada vez que llueve y la inundación los desborda sufren la pérdida de su esforzada tarea. “Hace un año yo fabricaba 14 mil ladrillos por mes y hoy no llego a tres mil. La última creciente nos mató”, sintetiza Julio Lima, junto a su compañera Juana Pérez y sus cuatro hijos, que además se las arregla criando cerdos para sobrevivir. La EBY nunca cumplió con ellos. “Acá, como en otros barrios de relocalizados la EBY nunca hizo las obras complementarias, ni nos dio asistencia técnica. Mucha gente habla maravillas de la costanera, y no sabe adonde fue a parar toda la gente que sacaron de ahí. Muchos abuelos se murieron de tristeza cuando los expulsaron de su lugar cerca del río y los separaron de sus vecinos. Nosotros nos autorrelocalizamos porque si seguíamos esperando, quién sabe dónde estaríamos hoy”, relató.Como muchos otros oleros, Julio Lima entabló una demanda indemnizatoria a la EBY que llegó hasta la Corte de La Haya. “Ya está estipulado el monto; gané en primera y segunda instancia, viajamos a Buenos Aires a la Corte Suprema de la Nación, y ahora estamos esperando. No tengo muchas esperanzas porque sé que peleo con gente muy poderosa; pero tampoco pierdo la fe, nosotros tenemos derechos, y por eso la gente sigue reclamando frente a la Entidad. Somos 30 mil afectados de Argentina y Paraguay…”, dijo .Avance y amenaza de desalojoEl hombre recordó que cuando se afincaron en ese lugar, “esto era monte cerrado… más de una vez tuve que sacar a mujeres embrazadas a punto de parir, o a gente enferma con mi carro y caballos. Nadie entraba en el barrio, no había caminos prácticamente. Ahora mejoró bastante si lo comparamos con ese tiempo. Tenemos la Escuela 820, hay luz eléctrica, los postes los pusimos los vecinos, hicimos los pozos y ayudamos a Emsa a conectar, construimos un puente de madera para cruzar el arroyo El Zaimán, y así, poco a poco vamos luchando para salir adelante”, dijo. “Nos faltan cosas, por ejemplo para problemas de salud tenemos que ir al hospital de Fátima o al Madariaga, porque acá no tenemos un centro de salud; hay un Caps (Centro de Atención Primaria de la Salud) cerca, en el Paraíso, pero nunca tiene nada”, lamentó.Las familias de El Porvenir viven con la amenaza permanente del desalojo. “Al tiempo de vivir acá comenzó a correr la voz de que querían usar estos terrenos para hacer un club náutico para unirlo con el Tacurú que está cercano al barrio -y completamente cercado con una muralla- entonces nos movilizamos con (Fabián) Zurko (presidente de la Cooperativa de Agua del barrio) y tramitó los títulos que finalmente nos dieron; pero siempre está latente la amenaza de que nos quieran correr de acá”.





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