POSADAS. Con el argumento de la inseguridad, el “Grupo Z” instruyó a sus conductores a no ingresar a Itaembé Miní sin custodia policial en cada una de las unidades. Pero este diario pudo constatar, en base a fuentes policiales, que en un año se registraron sólo dos roturas de vidrios y que, encima, no se pudo establecer si se trató de un atentado o de cuestiones particulares o fortuitas.Las estadísticas dejan al descubierto la falacia del monopolio que perjudica únicamente a los usuarios. Los ánimos se caldearon el sábado pasado, alrededor de las 22.30, cuando los pasajeros, fatigados después de una ardua y larga jornada laboral, debieron esperar durante 20 minutos a que se resolviera si el viaje continuaba o no, a raíz de la indisponibilidad de policías.La comisaría seccional Novena cuenta con un plantel de 52 efectivos, a razón de ocho por guardia; aunque habitualmente no superan los cinco. De esa cantidad, con dos no se puede contar, porque uno queda en la “mesa de entrada” y el otro, a cargo de los detenidos.Y si a eso se suma que el oficial de servicio deba acudir a algún procedimiento, mínimamente debe hacerlo con otros dos.Entonces las posibilidades se acortan a la mínima potencia. Por eso es que, en ocasiones, los colectivos hacen cola y se acumulan frente a la dependencia policial de ese conglomerado habitacional.En ese contexto, la mejor solución, para responder a los caprichos del monopolio es amontonar a los usuarios de tres colectivos en uno solo para reanudar la marcha con custodia policial. Sin embargo, hubo ocasiones, como el sábado pasado, en que muchos pasajeros debieron bajar del ómnibus y completar el itinerario a pie hasta sus casas.Testigos de esta lamentable, irregular y abusiva situación aseguraron a PRIMERA EDICIÓN que entre el pasaje había mujeres con niños en brazos, menores y ancianos.Muchas de estas personas se domicilian en el barrio Prosol, distante más de veinte cuadras de la comisaría seccional Novena de Itaembé Miní.Deben recorrer esa distancia a las altas horas de la noche, quedando expuestos a los riesgos propios de esas circunstancias.Las estadísticas muestran también que, al menos en jurisdicción de Itaembé Miní, no hubo robos o asaltos a colectiveros.La situación comienza a despertar el malestar en los usuarios, por el capricho injustificado de la prestataria y un inminente aumento de un servicio que no cumple con el mínimo de sus obligaciones. El caso del barrio PiedrabuenaItaembé Miní no es el único conglomerado habitacional que terminó afectado por los manejos arbitrarios de un monopolio al que, aparentemente, lo único que le interesa es el aumento de la tarifa del servicio.El barrio Piedrabuena es otro. Allí, por directrices del empresariado, los conductores ya no entran a partir de las 21.30.La línea 17, ramal exclusivo en la zona, termina el recorrido en la intersección de la avenida Quaranta y calle Humberto T. Pérez.En ese caso, los pasajeros deben caminar de diez a quince cuadras para llegar a su domicilio. Claro que esta circunstancia no importa en lo mínimo al “Grupo Z” ni a las autoridades de Transporte de la provincia.





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