POSADAS. “Antes de empezar, tenés algo de ‘miedito’, pero una vez que te dan el verde y salís pateando, te olvidas de todo. Es inexplicable, la adrenalina al máximo”. La primera vez que Pablo Maciel (22) se subió a una tabla de longboard fue gracias a una amiga de Buenos Aires, que hace unos cinco años, en una visita a Misiones, trajo una tabla y se la mostró. “La primera vez que patiné bajé muerto de miedo la bajada y cuando llegué abajo dije ‘ya quiero subir de nuevo’. Te da miedo, pero a la vez no lo podes dejar de hacer”, le cuenta Pablo a PRIMERA EDICIÓN.Esa misma sensación tienen cientos de chicos que practican este deporte extremo en la provincia. El longboard (la traducción al castellano es “tabla larga”), es un deporte que nació en las calles y cada día suma nuevos adeptos. “La diferencia entre el skate y el longboard es que en el skate la tabla es más corta y se usa para hacer maniobras, saltar y hacer piruetas. En el longboard la tabla es mucho más larga, con ruedas más anchas y es para velocidad”, comenta Pablo Campoo, dueño de un local donde se venden los elementos para la práctica de este deporte. Él mismo hizo longboard, “y muchos deportes extremos en mi vida, porque soy mendocino criado en Mar del Plata. Tengo 42 y practiqué todos los deportes extremos de los lugares donde viví y siempre lo hice de manera profesional”, relata. Aún así, el longboard no es lo mismo que el skate, que fue el que irrumpió en la escena por los años ’80 y “hoy en Brasil es el segundo deporte después del fútbol y hay más de 4.500 skate parks en todo el país carioca. En Argentina, el skate es el deporte más practicado”, afirma Jorge Campoo, presidente de la Asociación de Deportes Extremos de Misiones (Adex). “A la Asociación la hicimos para lograr espacios y luchar por los derechos de estos deportes en compañía del gobierno. Buscamos que se entienda y se respete. Por ejemplo, en Santa Catarina, Brasil, los colectivos tienen atrás un cartel que pide respeto al que anda en las rutas, porque el longboard está considerado un deporte de ruta. Acá en Posadas luchamos contra la Policía, o para que la gente entienda que por más que le pongan parques, los chicos van a andar por la calle porque de ahí salió este deporte. Antes la Policía los veía y los quería meter presos, ahora no hace nada. Porque no tienen derecho a prohibirle a un niño que ande en patineta por la calle”.Cuando surge un nuevo movimiento en la ciudad, también lo hace el prejuicio de la gente a la que le cuesta adaptarse a lo nuevo. “Los ves a los chicos que andan todos rotos, pero las zapatillas que ocupan son caras porque para este deporte andan arriba de los mil pesos, los jeans están rotos porque se deslizan en la calle, las tablas que usan van de 3 mil a 5 mil pesos, mínimo. Ahí te das cuenta que lo que usan es muy caro, pero se ven sucios porque se caen y de andar, están transpirados. La gente dice están drogados y les cuesta verlos como chicos normales, tienen un concepto errado”, afirma Jorge Campoo.Hablemos de preciosJustamente, los montos que se manejan en este mundo del longboard son altos, en comparación con otros deportes donde bastan dos remeras que oficien de arcos, un espacio libre y algo que se parezca a una pelota. “La tabla sola, sin los tracks, los rulemanes y las ruedas, si es de industria nacional va de los 500 a los 900 pesos. La importada ronda los 800 y 1.300 pesos. En la Argentina se hacen con guatambú, una madera muy dura; las de afuera son de maple que es más flexible”, cuenta Pablo Campoo. También le comenta a este Diario que son preferidas las nacionales, por su precio, que le sientan mucho mejor a los bolsillos rodeados de crisis. “Una tabla buena te dura años y no se te rompe. Armada, estamos hablando de tres mil pesos para arriba. Las bases de la tabla, que van abajo y los tracks, los hay de 700 pesos para arriba, pero hay algunos que valen 3.000 pesos de costo, los bujes dentro de los tornillos son caros, vienen con una dureza especial que no permite que les falle a los chicos cuando van rápido”, señala Jorge Campoo, hermano de Pablo. De igual manera, los precios varían de acuerdo a la cantidad de destrezas que realice su poseedor. “Una tabla estándar, que se puede usar para andar por la costanera, vale alrededor de los 3 mil pesos. Cuando ya andas en serio, el valor ronda los 8, 9 y 10 mil pesos, para arriba”, cuenta Jorge. De igual manera, con precios semejantes, siempre surge un mercado paralelo, no trucho, sino armado entre quienes practican este deporte y encuentran la manera de enfrentar los altos precios del momento. “Lo cierto es que las compras más grandes se realizan on line. Se han armado varios grupos en Facebook donde mucha gente ofrece algunos elementos y otros piden. Entonces se produce una compra y venta entre los mismos raiders”, comenta Sergio Marcelo, un practicante de longboard de la ciudad de San Javier. Esta afirmación es corroborada por Pablo Maciel, de Posadas. “Es un deporte bastante caro, pero si te gusta y te sabes manejar en el ambiente, conseguís las cosas a precios más baratos. Los raiders somos como una familia de todo el país. Somos como un bicho raro dentro de esto que es el deporte extremo y por eso creo que somos tan unidos, porque aunque no estemos juntos, tenemos un grupo en el Whatsapp y sé todo el tiempo lo que están haciendo los amigos de Córdoba, Mendoza. Nos contactamos por Facebook y nos encontramos en carreras con chicos de San Luis, La Rioja y Mendoza. Allí nos vamos cambiando cosas, yo me compro un casco y vos tenes uno que no te sirve y te gusta mi casco, te lo vendo a precios más baratos. A veces, le compras a alguien que no conoces y le mandas la plata, pero jamás escuché que alguien haya estafado a otro. Hay mucho respeto en el ambiente. Los chicos de Brasil nos traen cosas, porque por las trabas a las importaciones acá hay cosas que no conseguís”. “Los padres me preguntan si es necesario comprar casco y siempre digo que sí. En general si estás andando por la ciudad tranquilo, no te va a pasar nada, te vas a lastimar un poco pero si tenes rodillera, muñequera, codera, cuando te caes, no te pasa nada. Te levantas y seguís practicando. Lo mejor es usarlas y si vas a empezar a hacer trucos y a levantar tu exigencia, es medio loco no usar protección. Porque te caes a 60 kilómetros por hora, que es la velocidad que agarras bajando en el Acceso Oeste desde el Aeropuerto, y sin protección… te pelas el hueso”, cuenta Jorge, y sobre precios aclara que “algo de buena marca, anda entre los 600 y los 1.800 pesos. Los cascos van desde los 500 hasta 2.000 pesos”.Para practicar longboard también es necesario un traje de cuero que cubre al deportista de pies a cabeza, indispensable para las competencias. El tema es que su precio hace que casi no haya en Posad
as. “No te los piden y son muy caros. Sí, cuando alguien compra un longboard, le decís ‘si comprás esto, comprate por lo menos el casco’, porque los huesos de las manos y los codos, te quebrás y se recupera, pero un golpe en la cabeza no se arregla. Les inculcamos a la gente que trate de comprarle a los chicos, porque si sos grande, hace lo que quieras, pero los padres que les compran a los chicos tienen que comprar casco para que se acostumbren”, dice Pablo Campoo quien añade que “acá les costaba acostumbrarse al casco, pero te cuesta la vida. Los que se usan para bici, skate y longboard no son aconsejables para uso de motos, porque si te caes en moto lo haces a más velocidad y el casco se puede llegar a partir y te morís. Muchos lo compran porque es más barato y anda, pero no te protege como debería hacerlo”.¿Dónde nos juntamos?“Para hacer esta actividad siempre se buscan lugares donde haya poco tránsito, y en días de la semana más tranquilos como sábados y domingos. También tenemos un sistema de seguridad propio, porque para hacer longboard hay un protocolo. Porque cuando estás en la tabla sos vos y nadie más. Al longboard te podes subir y morirte, se te corrió y te moriste, es así de claro. No hay vuelta que darle. Es un arma, si lo sabes usar, lo disfrutas, si no te podes matar en dos segundos”, relata Sergio Marcelo de San Javier. Pablo Maciel cuenta que con su grupo de amigos se juntan los martes, en la entrada a la Cruz de Santa Ana. Lo hacen ese día porque el parque está cerrado al público y no entran autos. “Dentro de lo inseguro que es el deporte por ser extremo, tratamos de tomar todas las precauciones. Cuando patinamos en la entrada a la Cruz, como está cerrada sabemos que nadie va a subir en auto, pero cuando vamos a alguna ruta, la cortamos, cruzamos un auto, o mandamos a alguien a que le diga a los autos que vienen subiendo que esperen por favor porque algún chico viene bajando. Tratamos siempre de cortar la ruta porque o si no es muy fácil que te pase algo”. Es más, son conocidos los hechos en Misiones y el resto del país de chicos que subidos a las tablas han dejado la vida. “Hace poco murió un amigo mío de Salta. Miguel se llamaba, había ido a La Pampa de la Viuda, una pista en La Rioja. Se cayó y se golpeó contra el guardaraill y producto del choque, le tuvieron que extirpar un riñón. No pudo superar la operación y se murió. 22 años tenía”, lo recuerda Pablo. ¿Que pase eso, no les da miedo? “Te hace pensar pero a la vez lo haces, porque te puede pasar en todos lados. Justamente por eso tratamos de usar trajes, casco y tomar precauciones”, dice.En Posadas, casi no patinan. Al menos eso dice Pablo, porque “hay lugares pero a la siesta la gente quiere dormir, te dicen cosas si vas a patinar. Entonces patinamos en Santa Ana, en Cerro Corá, en Mojón Grande, en Machado cerca de Oberá, el Moconá es una de las pistas más rápidas. Estaría bueno que la Provincia que nos dé más apoyo a la hora de organizar eventos porque tenés todo organizado, tenés los sponsors y la Policía no te da los permisos necesarios o no hay ambulancias y le buscan siempre la forma de que no salga. Porque a diferencia del skate, no se puede hacer un parque, porque esto es ruta”, sostiene Pablo. Las caídas duelen, ni hablar. Si no podría preguntarle a Pablo Maciel cuánto. “Caídas siempre tenés, pero yo tuve una ‘heavy’. Íbamos patinando en Cerro Corá con un amigo, Lucas. Yo iba detrás de él a 100 kilómetros por hora. En un momento me da la velocidad como para pasarlo y mi rueda derecha de adelante, toca la izquierda de atrás de él. Me caí y no tenía traje de cuero, solo tenía casco y me raspé toda la espalda, estuve una semana sin poder ponerme una remera, porque me quedó en carne viva. Me arrastré como diez metros sobre asfalto con una remera”, cuenta y agrega que “cuando le dije a mi vieja que me iba a andar en patineta a la ruta, se moría de miedo, pero con el tiempo se acostumbró y lo aceptó, tampoco le quedó otra. Obviamente que cuando salgo me da todas las recomendaciones”. Un deporte con varias calificaciones: extremo, costoso, peligroso, apasionante, excitante, intenso. Así es el longboard, que con sus precios exhorbitantes, caídas peligrosas y hermandad entre raiders, ha llegado para quedarse. Las competencias en el longboardPara sumarle adrenalina y velocidad a este deporte extremo, se realizan tres tipos de competencias. “Una de ellas es el Longboard Cross, donde en una buena bajada se saltan obstáculos. Se prueba la velocidad, el estilo y los trucos que hiciste. Después está el Down Hill, donde se elige una ruta específica, con ciertas condiciones, se prueba la velocidad que agarras en la bajada y qué ángulo tiene la curva. Tienen que ser rutas provinciales o intercomunales, no pueden ser nacionales porque está prohibido. La competencia es velocidad pura, se hacen baterías de cuatro cinco competidores, se seleccionan dos de cada batería hasta llegar a cuartos, semi y final y ahí es cronometrado, por velocidad, por tiempo. Por último tenemos al Free Style, que es por técnica: se hacen trucos, destrezas y derrapes largos, quien salta más alto, etcétera”, cuenta Jorge Campoo, presidente de la Adex. El jurado, “siempre se elige en grupos de cada localidad, los referentes. Si alguno de los buenos está lesionado y no puede competir, se presta para jurado. No está muy estructurado, esto es para divertirse. A nivel nacional sí son importantes las competencias y los premios son muy buenos, como tablas o un track que vale 3 mil pesos”.





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