POSADAS. El horror volvió a hacerse presente en la segunda jornada del juicio por la Tragedia del Paraná. Esta vez fueron tres sobrevivientes los que declararon ante el tribunal y brindaron relatos angustiantes sobre aquellos segundos en los que la muerte se hizo presente en el río. Todos coincidieron en que aquella mañana, paradójicamente, el agua se transformó en un verdadero infierno.Juan Federico González Barrios (30) abrió ayer el fuego ante los magistrados Norma Lampugnani, Lucrecia Rojas de Badaró y Mario Hachiro Doi, integrantes del Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Posadas y encargados de juzgar al prefecturiano Jorge Lezcano (44) y al organizador de la prueba, Hugo “Tyson” Alfonso (36).El testigo y sobreviviente era “piragüero” de un nadador adolescente y acompañaba a ese menor de edad en el cruce desde Pacu Cuá (Encarnación) hasta el Instituto del Seguro (Posadas) en la mañana de aquel sábado 16 de enero de 2010.“Los primeros minutos íbamos bien, hasta que de repente me percaté de la barcaza. Tratamos de remar fuerte para salir, pero fue imposible. Se levantó viento y se ‘picó’ el río. Ahí socorrimos a nuestro nadador y entonces la barcaza nos succionó”, contó González Barrios, quien recordó que la corriente los “pegó” a la mole de hierro y escapar fue entonces imposible: “Queríamos despegarnos de la barcaza pero no podíamos”.Como pudo escuchar PRIMERA EDICIÓN en la sala de audiencias de calle Félix de Azara al 2.100, el profesor de educación física reveló entonces cómo fueron los últimos minutos de vida de Luis “Lobo” Saide (56), que había llegado desde Santa Fe para participar en la 80ª edición del cruce.“Saide estaba atrapado, como ‘crucificado’ contra las barcazas, y las piraguas le aprisionaban el estómago. Recuerdo que pedía socorro”. El relato heló la sangre de los presentes en la sala de audiencias.González Barrios recordó después cómo terminó en el agua junto a su nadador y al otro ocupante de la piragua. Dijo que “otros nadadores” que buscaban salvarse se prendieron de la embarcación y terminaron por darla vuelta. Cayeron al agua y la pesadilla se hizo realidad.El sobreviviente fue protagonista de un verdadero milagro, como sucedió con otros. Es que la corriente lo llevó por debajo de la barcaza y lo expulsó a varios metros, de nuevo en la superficie. Sus palabras no alcanzan para comprender lo que vivió: “Recuerdo la desesperación de la gente y que mi cabeza golpeaba contra algo duro. Nadé con todas mis fuerzas, pero en un momento no pude más y me entregué. Eso fue lo que me salvó, porque la corriente me llevó y me sacó por el otro lado”.González Barrios logró salir a la superficie por detrás de las barcazas y allí fue rescatado por Orlando Krieger, otro de los tantos héroes que dejó la Tragedia del Paraná, quien era piragüero y a su vez había sido rescatado momentos antes.El sobreviviente fue ascendido a una lancha de Prefectura, donde recibió la indicación de ubicarse en la parte posterior, donde ya había otros jóvenes también rescatados. “No tenía fuerzas y estaba muerto de miedo, empecé a vomitar y escupir sangre. Ahí me pude encontrar con mi compañero y mi nadador. La gente lloraba”, describió sobre ese infierno.La misma corriente que lo succionó hacia las barcazas fue la que salvó al testigo, gracias también a que otros nadadores, en medio de la desesperación, le arrancaron el chaleco salvavidas.González Barrios agregó que una vez que los llevaron al puerto de Posadas fueron allí abandonados. “Nadie nos asistió, hasta el día de hoy nadie nos hizo un chequeo ni nada”, contó al respecto.Por último, recordó que en la edición del año anterior, en 2009, Prefectura había controlado estrictamente la presencia de los elementos de seguridad en cada una de las piraguas, pero dijo que no sucedió así en la trágica edición.Los sonidos del infiernoUna hora duró el relato de González Barrios ante el tribunal. Y después fue el turno de su compañero de piragua, Cristian González (30), quien vivió una experiencia totalmente diferente en el “ojo de la tormenta”.El también profesor de educación física recordó que en medio del cruce “el clima cambió profundamente y ahí mi compañero me hizo notar de la barcaza; para cuando quisimos remar, ya fuimos succionados”.González dio un panorama del infierno: “La gente lloraba y pedía auxilio, era imposible salir de la succión”, dijo y recordó que entonces su embarcación fue embestida por Víctor Sessa, otra de las víctimas. “Venía cansado y asustado”, recordó aturdido sobre aquel competidor que dejó la vida en el río.Al igual que su compañero, el testigo recordó la hazaña que realizó Mauro Bacigalupi con la intención de salvar a los que habían quedado atrapados en esa trampa fatal: “Mauro llegó en un jet-ski junto con otra persona. Tiró un ‘torpedo’ con una soga y ahí se prendieron todos. Dio la orden a su compañero para que acelere, pero ahí la moto no resistió y se dio vuelta. Cuando salí del agua me encontré con silencio y con ese jet-ski al lado”, sintetizó.Entre tanta angustia, González recordó también el crujir de las piraguas contra las barcazas -“se quebraban y hacían ruido”- y cómo luego fue rescatado por el mismo Krieger, a bordo de una lancha de PNA. “Estaba acalambrado y no tenía más fuerzas. Sentí cansancio, alivio, felicidad, pero a la vez tristeza”, recordó sobre ese momento cúlmine en el que los sentimientos se entremezclaban.Consultado por el fiscal Juan Stuber, González reiteró -tal como había dicho antes su compañero- que la organización “nunca advirtió sobre la presencia de las barcazas y tampoco Prefectura”. También ratificó que los controles realizados en el cruce del año anterior habían sido más estrictos.Sobre el final de su exposición, el letrado Juan Carlos Maggi, defensor de Lezcano, le preguntó sobre quién debía cuidar a los nadadores según su criteri
o. “Nosotros estamos bajo las normas de seguridad de la Prefectura Naval Argentina, que es la policía del agua. Ellos deberían advertir sobre los peligros, porque nosotros no nos dimos cuenta de nada”, respondió contundente.PrecariedadCerca del mediodía cerró el turno matinal del debate el experimentado palista Ezequiel Molina (27), quien en aquel cruce marcado por el dolor actuó como acompañante de una nadadora.“Del lado de Paraguay no estaba picado el río, las condiciones eran buenas y al momento de la largada había sol”, recordó. Sin embargo, coincidió en que a los diez o quince minutos “el río se picó”.La estrategia a seguir fue la de tomar el canal, bajar lo más posible junto a la corriente y luego “cortar” hacia Posadas. Pero un obstáculo insospechado se atravesó en el camino.“Y ahí veo una barcaza. Como estaba lejos no la consideré un riesgo. La pasamos y veo que había otra. Y enseguida noto que había una succión muy fuerte que nos pegó contra el hierro”, rememoró.Molina recordó que en medio del pandemónium logró empujarse y a punto estaba de salir de la zona crítica cuando la piragua de los acompañantes de Seró lo chocó y lo mandó de vuelta al “embudo”.Otra vez con la barcaza prácticamente encima, la desesperación de los nadadores hizo que cayera al agua. Molina, consciente de lo que sucedía, decidió sacarse el chaleco salvavidas para evitar que ese elemento se transforme en una trampa. Y se dejó llevar por la corriente, que lo devolvió a la superficie tras pasar por debajo de las barcazas.Molina fue otro de los que fue rescatado por Krieger. “Él tuvo la idea de sacarse el chaleco que llevaba puesto, desatar un cabo y así rescatar a todos. Esa era la técnica más efectiva, porque era imposible para cualquier lancha meterse en ese lugar”, destacó.Después de aquel relato del horror en primera persona, el palista cuestionó que nadie haya informado sobre la presencia de esas moles de hierro en medio del río. “Todo se hubiese evitado con poner una lancha de aviso unos 100 metros antes”, argumentó.Ya había finalizado su declaración y Lampugnani lo había despedido cuando Molina pidió tener una última palabra: “Es una lástima decirlo, pero yo no creo que Prefectura haya tenido a bordo de las lanchas equipos desfibriladores o chalecos salvavidas. Todo fue bastante precario. Con esto no quiero culpar a Lezcano ni a nadie, simplemente decir que nuestras fuerzas no están preparadas para un evento de estas características”, cerró. “Fue un caos, nadie sabía qué pasaba”La jornada de ayer se abrió alrededor de las 8.47 con el testimonio de Nicolás Ruzecki (39), hermano de una de las víctimas de la Tragedia del Paraná. El testigo dio detalles de aquel día y apuntó contra Prefectura al asegurar que, según lo escuchó, la fuerza no contaba con combustible para realizar la búsqueda de los nadadores desaparecidos.Ruzecki recordó que aquel sábado 10 de enero estaba junto a su madre en el Instituto del Seguro aguardando la llegada de su hermano cuando tomó un largavistas para divisar desde lejos a los competidores.“No vi la barcaza, pero sí muchas piraguas dadas vuelta. Una había estado mucho tiempo en medio del río y sus ocupantes iban con salvavidas llevados por la corriente”, rememoró.Fue en medio de esa escena que, según dijo, se presentó en dicho club un hombre que bajó desde un automóvil que había llegado a toda velocidad para pedir a gritos la colaboración de guardavidas.Las cosas no andaban bien y Ruzecki fue entonces al exPuerto de Posadas. “Eso era un caos, nadie sabía lo que había pasado, ni desde Prefectura tenían una idea ni estaban preparados para lo que había ocurrido, siquiera para contener o dar una información precisa”, dijo, tras lo cual agregó que “aún cerca del mediodía no sabían cuánta gente faltaba o cuántos heridos había; no sabían o lo estaban ocultando”.Nicolás participó incansablemente en la búsqueda hasta que al otro día apareció el cuerpo de su hermano, cerca de la Isla del Medio. En medio de esa desesperación, aseguró haber escuchado que la fuerza no contaba con los recursos necesarios para la operación de búsqueda.“Todos decían que a la gente de PNA se le había acabado el combustible. Por eso fue que se pidió una colecta y todos los que tenían embarcación salieron a colaborar”, sintetizó. Los otros tres testigos también dijeron que en su momento habían escuchado el rumor de que la fuerza no contaba con recursos para el operativo, según relataron. Un prefecturiano que temió por su vidaEl ayudante de segunda de Prefectura Naval, Omar Ckziegem (36), quien tuvo un percance mecánico con la moto de agua que estaba a su cargo el día de la tragedia, declaró ayer que temió por su vida al acercarse al punto de succión de la barcaza. Fue en el turno vespertino del juicio oral por la muerte de ocho nadadores y que se le sigue a dos imputados, uno de los cuales era el prefecturiano Jorge Lezcano -quien de acuerdo a sus subordinados dio la “orden operativa” para esa jornada-.Ckziegem relató que “debido a un problema eléctrico” no pudo cubrir la retaguardia del pelotón de nadadores, como le ordenaron, y dijo no recordar si alguien ordenó su reemplazo en el puesto que tenía que ocupar, pese a que comunicó de su situación por radio a un oficial.“Al llegar unos 25 a 30 minutos tarde al lugar que debía controlar, la situación estaba avanzada, igualmente me acerqué a la barcaza y rescaté a una jovencita, que estaba inconsciente. En esos momentos sentí la succión y calculé que peligraba mi vida y la de mi acompañante si me metía allí”, expresó el uniformado, quien agregó que durante esos caóticos momentos rescató a “cinco competidores” y que en un momento dado “fue agredido por el familiar de uno de los participantes, quien lo golpeó con un remo en la costa (argentina)”. No obstante, el prefecturiano no explicó el supuesto motivo de la agresión de la que dijo ser víctima. A su turno, Roberto Ríos (52) dio un pormenorizado detalle al tribunal -dibujos en la pizarra mediante- de cómo estaban desplegadas las tres embarcaciones que dispuso Prefectura para la competencia. El uniformado, pese a recordar esa parte del operativo, mostr&oa
cute; una frágil memoria en otros aspectos.Explicó que cada embarcación, incluida en la que él viajaba como tripulante -junto a otros dos camaradas de fuerza y el timonel- estaba prevista de tal forma que cada una controlaba a tres pelotones de nadadores. Así, detalló, “la 147-Pacú en la que yo navegaba -con capacidad para diez o doce personas, incluida la tripulación- cubría el primer pelotón, la Bravo Papa -con capacidad para cinco o seis personas- estaba cerca del puente y atenta al grupo del medio y la tercera embarcación (la lancha Lima Costa con capacidad para unas diez personas) la retaguardia y ya más cerca de la costa argentina. La nuestra estaba antes del canal de navegación del río y más próxima a las barcazas, y cuando observamos que muchos nadadores pedían auxilio a los gritos y que había piraguas dadas vueltas nos abocamos a rescatar a unas diez personas, las que se hallaban a la deriva, entre ellos a una jovencita inconsciente. Nuestra embarcación llevaba varios salvavidas, aunque no recuerdo cuántos”. Seguidamente Ríos, con 30 años de servicio en Prefectura, dijo que “habían dos boyas señalizando dónde estaba el canal”, pero no recordó de que color y tamaño eran. También dijo no recordar si vio otras embarcaciones cerca del punto de succión, el cual refirió no haber visto porque, cuando notaron que muchos gritaban en pedido de auxilio, su embarcación estaba más abajo. Posteriormente declaró otro prefecturiano, quien no aportó mucho. Se trata de Rogelio Alfredo Espinoza (53), ayudante principal que el día de la tragedia estuvo a cargo de trasladar en embarcación a los competidores desde costa argentina hacia el club Pacu Cuá (punto de salida), y quien afirmó haberse retirado antes de la largada debido a que cumplió su función.Además, por lectura se introdujo la declaración de Rubén Darío Sarabia, quien cumplió la misma misión operativa que el anterior testigo. El juicio pasó a un cuarto intermedio y continuará hoy a partir de las 8.30.




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