SAN VICENTE. “Cuando hay problemas de presión atmosférica, a mí me zumba el oído. El jueves a la tarde de golpe me comenzó ese zumbido molesto y cuando empecé a sentir eso me puse muy inquieto. De repente, sentí el viento distinto y que comenzó a soplar con mucha más fuerza. Vi cómo se arqueaba el lapacho que está frente a mi casa pero no se rompía”, así comienza la historia que cuenta Lucas Rodan, un reconocido peluquero del centro de la ciudad. Esa tarde del jueves estaba en su casa con su pequeña hija. Ella dormía la siesta mientras a él, el viento fuerte y ese zumbido insoportable en el oído le decían que algo grave iba a pasar. “Cuando vi lo que se venía, la puse a mi nena debajo de la cama con su almohada y su osito y le dije muy tranquilo: ‘Quédate acá que el tiempo está feo, papi te va a cuidar, no hagas nada hasta que te avise. Puede ser que vuele el techo o algo así’. Apenas puse el placard sobre la cama para asegurarla, comenzó a escucharse cómo se quebraban cosas, postes y techos. Fueron unos segundos y paró. La vestí a ella y salí. Ví cómo las casas de mis vecinos estaban sin techo”, cuenta ahora, dos días después de esa tormenta que dejó en vilo a una ciudad. “Yo no estoy en la zona afectada. Llevé a mi hija con su madre en el centro y a otro chico que su casa fue dañada y volví a ayudar a los demás. Comenzamos a recorrer con otros vecinos casa por casa. Teníamos que abrir las puertas trancadas por los portones, chapas, postes o gajos para que salgan de adentro. Cada vez que abríamos una puerta teníamos el temor de encontrar a alguien sin vida, eso era una y otra vez y nos ponía mal”, le cuenta a PRIMERA EDICIÓN. “Por suerte no hubo víctimas, sólo algunos heridos. Fueron muchos los vecinos que trabajaron, muchos más que yo y merecen el reconocimiento más que yo. De igual manera, lo que yo rescato es que todos los vecinos, sin importar quién era el que necesitaba, iba a brindarle ayuda”. Es esa la hermandad que surge en medio de la tragedia. Aún así, siempre hay de los otros: “lo que lamento es que mucha gente del centro fue al barrio y entorpeció el trabajo de las fuerzas de seguridad y de nosotros que estábamos haciendo lo posible para ayudar a los otros. Esa gente sólo miraba la situación y sacaba fotos con sus celulares de las casas que estaban sin techo”. “Mis vecinos gritaban por la desesperación”Desde que se terminó la tormenta, él no deja de ir y venir con martillo, serrucho, clavos, machetes y otras herramientas desde su casa a la casa de sus vecinos. Jorge Waziuta es empleado municipal y su casa, que está en el medio de los destrozos, sólo sufrió la rotura de un vidrio. Fue eso lo que le dio fuerzas para ayudar a sus vecinos que sufrieron pérdidas muchas más graves. “Mi nena llego de la escuela diez minutos antes de que llegue la tormenta. Ella va a la Escuela 380 de jornada extendida y siempre llega a eso de las tres y media. Ese día se retrasó un poquito. Apenas entró comenzó a soplar el viento fuerte y vino ese golpe de viento que dejó destrozos por todo el barrio”, cuenta Jorge ahora, mientras recorre las viviendas ayudando en lo que puede. “Cuando sopló el viento fuerte sentimos ruidos de explosión y de golpes de chapas y me di cuenta que algo grave estaba pasando. Fue una desgracia y damos gracias que no hubo víctimas fatales”, dice. “Rezamos para que pase”“Cuando vimos que el tiempo se venía feo, nos metimos en una pieza con toda mi gente y rezamos y pedimos que sea lo que Dios quiera. Pasó todo muy rápido, cuando vimos que se calmó y que estábamos todos bien, salimos a ver qué había pasado”, le cuenta a PRIMERA EDICIÓN, Roque Almeida, el dueño del auto dado vuelta que recorrió todos los noticieros del país. “Mi casa había perdido casi todo el techo y mi auto estaba volcado. No nos importó eso y con mi hijo mayor salimos a ver a mis vecinos. El panorama era desgarrador, todos salíamos asustados de nuestras casas. Fuimos casa por casa destrabando las puertas y abriendo caminos entre los cables, los arboles caídos y las chapas de zinc para poder ver cómo estaban los demás”, relata. Roque tenía un corte en la pierna del que se percató después de que un vecino le dijo que sangraba. “Sólo me importaba ayudar”, cierra.





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